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Atlántica XXII

Álvaro Cortina: “Pagué una mordida a Villa de 80.000 pesetas”

Caso Villa

Álvaro Cortina: “Pagué una mordida a Villa de 80.000 pesetas”

Álvaro Cortina frente a la sede del SOMA-UGT en Sama de Langreo. Foto / Fernando Rodríguez.

Álvaro Cortina frente a la sede del SOMA-UGT en Sama de Langreo. Foto / Fernando Rodríguez.

Álvaro Cortina (L´Entregu, 1960) es la primera persona que declara públicamente que se sintió extorsionado por José Ángel Fernández Villa en su propio despacho de la sede del SOMA-UGT y pagó una “mordida” de 80.000 pesetas por sugerencia del secretario general del sindicato minero para la fiesta de Rodiezmo. Era 1986 y Álvaro gestionaba la empresa que llevaba su nombre, una de las que proveía de material a los economatos de Hunosa, en los que la fiscal anticorrupción que lleva el Caso Villa, Carmen García Cerdá, investiga una de las hipotéticas fuentes de la fortuna oculta del ex dirigente político y sindical. Entonces Álvaro estaba en excedencia en Hunosa. Antes había trabajado en el pozo Entrego de ayudante minero y después lo hizo en el María Luisa, hasta su prejubilación en 2005. También fue hostelero. Es graduado social y cursó estudios de Filología en la Universidad de Oviedo.

Xuan Cándano / Periodista.

¿Cuál era su relación empresarial con los economatos de Hunosa?

Una relación totalmente comercial, empresarial normal y corriente. Yo era cliente de Hunosa, aunque los clientes de Hunosa no éramos “normales”, puesto así entre comillas. Éramos proveedores especiales. Tenías que tener un número como proveedor, que te lo conceden o no. Cuando yo cojo la empresa ya lo teníamos, porque vendíamos pistachos y era cuestión de mantenerlo y seguir metiendo productos nuevos, y lidiar con técnicos y sindicatos, que eran los que componían la comisión de compras.

Y usted contactó con la comisión de compras para aumentar la facturación.

Sí, para meter nuevos productos. Se reunían a finales de año para planificar el ejercicio siguiente. Los proveedores metíamos en diciembre todos los productos que queríamos vender, y nos los aprobaban o nos los rechazaban. En la comisión creo que había tres técnicos de Hunosa más la representación sindical, que era mayoritaria, del SOMA, CCOO y es posible que las asociaciones profesionales tuvieran también representación, no lo recuerdo muy bien. Había que convencer a la empresa y a los sindicatos mayoritarios. Lo sabía yo y todo el mundo. Se conocían incluso las ofertas de los otros. Si te llevabas bien con alguno te chivaban.

¿Le chivaban los sindicatos?

Sí, sí, los sindicatos. Igual te decían “ven un par de días antes a ver qué pasa”. Eso no debería pasar, porque eran sobres cerrados y no se deberían abrir hasta el día en el que se reúna la mesa, pero ellos lo sabían. E igual te decían “este mete una peseta más barato que tú”. Pero tampoco el precio era muy importante, era más bien por amistad. En los economatos vendíamos más caro que en ningún sitio, más caro que a otras cadenas distribuidoras o supermercados.

“Ayudamos a quien nos ayuda”

¿Qué pasó cuando quiso aumentar la facturación?

Quise meter un producto nuevo. Ellos mismos nos lo pidieron, eran pipas. Nosotros envasábamos cualquier tipo de producto. Lo presentamos, pero había que convencer a los sindicatos. Había que quedar con ellos. Yo era más afín a CCOO. Para el SOMA era del bando contrario, te miraban con recelo. Quedé con Aquilino Ronderos, que era el que manejaba la comisión por el SOMA.

Y el tesorero del SOMA.

Eso no lo sé. Era el jefe de la comisión en aquel momento. La negociación fue tensa, tirante, más mercantil. Recuerdo que le insinúe de alguna manera que le podía dar algo, porque, como entendía que eso era lo que se hacía, que me dijera lo que quería y que yo lo ayudaba. Y él se enfadó muchísimo, armó la de Dios, se tiró al pino y me llamó de todo menos guapo. Pensé “menuda metedura de pata”, porque cuando quieres sobornar a alguien, en términos mercantiles, porque aquello era pa vender pipas, y quieres caer bien… Yo marché acojonao y lo que no sé muy bien es cómo acabé yendo a visitar a José Ángel Fernández Villa. No recuerdo cómo se concertó aquello, porque no recuerdo que yo lo solicitara. Más bien me parece que Aquilino o uno de ellos me dijo: “Si quieres vete, a ver a Josiángel”, porque lo llamaban Josiángel. Me debieron de concertar ellos la cita. Sé que un día me presenté allí, en La Salve. Me mandaron pasar a su despacho y allí estuvimos los dos solos. Fui a intentar salvar la ropa y él llegó a decirme que él o ellos ayudaban a quien los ayudaba a ellos, así a bocajarro. Fue una relación muy fría, muy tensa, como del maestro autoritario y el alumno chiquitín. Estaba muy serio, seco, seco, seco, de muy pocas palabras. Debió de dejarme exponer y me espetó aquello: “Aquí ayudamos a quien nos ayuda”. E inmediatamente cogió un papel que ya tenía allí escrito con un número de cuenta bancaria y me dijo: “Ingresas aquí para la fiesta de Rodiezmo lo que te parezca y ya veremos”. Y me despidió así, tan secamente. Yo fui corriendo al banco al día siguiente e ingresé 80.000 pesetas, de lo que hay constancia porque fue una transferencia bancaria de la cuenta de mi empresa a la cuenta que me pasó Villa, que efectivamente aparecía titulada así, “Fiesta de Rodiezmo”.

¿En qué oficina bancaria?

En la de Cajastur en L´Entregu.

¿Y sirvió para aumentar la facturación?

Sí. Me sirvió para mantener lo que tenía, meter las pipas y para empezar a comercializar al año siguiente otros productos para lo que no tuve que pagar ningún canon, pilas, bolsas de basura, alimentación… Después la relación se fue haciendo más distendida.

Álvaro Cortina delante de un economato de Hunosa, de los que era proveedor. Foto / Fernando Rodríguez.

Álvaro Cortina delante de un economato de Hunosa, de los que era proveedor.
Foto / Fernando Rodríguez.

“Todo el mundo hacía lo mismo”

¿Esos comportamientos eran habituales?

Claro. Todo el mundo hacía lo mismo y todos los proveedores hablábamos de ello. Era la comidilla. Se hablaba de ello con normalidad. “¿Cuánto pagues tú”, te decían. Aunque nadie decía que pagaba. Yo nunca dije a nadie que había pagado por meter las pipas. Entonces te jugabas el trabajo, hoy no me importa porque no tengo nada que ganar ni que perder en ello. No tengo negocio. ¿Qué me puedo arriesgar, a que me demanden?  La verdad, me la suda.

¿Las prácticas sindicales eran así, no solo en los economatos?

Sí, y además muy generalizado. No solo en los economatos, en todos los sitios donde estaban. No solo vendíamos en Hunosa y allí donde íbamos si estaban los sindicatos había siempre algo. Era generalizado, en todos los sitios.

¿Había “mordidas”?

Había “mordidas”, unas más grandes, otras más chiquitinas, en unas se hacía más elegantemente que en otras. En cualquier empresa en la que los sindicatos tuvieran representación. En todas había algo.

Hablamos del pasado. ¿Ahora no?

Bueno, yo no sé si los economatos de Hunosa funcionan siquiera, ahora los debe de llevar una empresa concesionaria, había oído. Todo lo referente a la minería preferí olvidarlo. No fue una buena experiencia, ni como empresario ni como trabajador cuando trabajé en los pozos, ni con los sindicatos.

¿Con los dos, con el SOMA y con CCOO?

Sí, con los dos, aunque siempre tuvo más poder el SOMA, aunque CCOO llegó a superarle a veces, pero, no sé por qué, poder real siempre tuvo más el SOMA.

“Fue una mordida

Usted fue extorsionado, pero también sobornaba.

Yo no lo entendía como un soborno. Lo entendía como un rápel, en función de las ventas. El problema en los economatos de Hunosa era esa parte negra que quedaba escondida. Aquí funcionan por ideología, por amiguismo. De aquella eso era normal, hoy se entiende mal.

¿Esas “mordidas” iban al sindicato o los bolsillos de quien las pedía?

Yo creo que parte y parte. Había gente de la que se hablaba muy mal [alude al mote de un responsable de economatos del SOMA en aquellos años] y que debía de poner la mano. Eso es lo que oí, aunque yo nunca lo vi. Había regalinos que te abrían las puertas.

¿La fortuna oculta de Villa tendrá que ver con estas prácticas?

En parte posiblemente. No me cabe duda de que la fortuna de Villa no fue de lo que haya trabajado. ¿De dónde salió? Yo creo que la mayor parte de los fondos mineros, porque eso son cantidades inmensas. Sacar dinero de ahí es más fácil. Escaquear dos pesetas de una bolsa de pipas es más difícil. Pero no me cabe duda de que las 80.000 pesetas que yo puse fue una “mordida”, haya ido para donde haya ido. Seguro que si se pudiera mirar en esa cuenta de Rodiezmo aparecerían muchos proveedores de Hunosa.

PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 37, MARZO DE 2015

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