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El Cá Beleño y la cooficialidad del asturiano

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El Cá Beleño y la cooficialidad del asturiano

La última ‘jam-session’ en el Cá Beleño, en la madrugada de ayer. Foto / Imanol Rimada.

Xuan Cándano / Director de ATLÁNTICA XXII.

Como esos velorios antiguos a los que cantaba George Brassens, tan característicos de la vieja cultura atlántica, donde la pena se combatía con alcohol, esta pasada madrugada cerró sus puertas el Cá Beleño tras treinta años de presencia en Oviedo, donde era mucho más que un bar.

Como el “Temple Bar” de Dublín, el Cá Beleño era un templo de la cultura celta en Asturias, donde se elaboraba y vendía cerveza propia, que se podía saborear entre conciertos de música atlántica y bailes tradicionales, muchos de ellos organizados de forma espontánea en jam-session que sirvieron para que muchos músicos se conocieran y formaran grupos.

Aunque volcado en la música, todas las expresiones de la cultura, y no solo la celta, tenían cabida entre aquellas maderas nobles o en la terraza de aire parisino. Podías ir a la presentación de un libro, pero también a leerlo en unas mesas que oyeron de todo, desde sesudas discusiones de elevado pensamiento a frivolidades de adolescencia. O viejas baladas y leyendas que sonaban mágicas en aquel local, vigilado por la torre de la catedral, que había sido una colchonería.

Si la recuperación de la cultura tradicional en Asturias tras el franquismo –propiciada por jóvenes etnógrafos, filólogos o músicos, entre otros entusiastas– tuviera una sede, esa sería sin duda el Cá Beleño, fundado por componentes de Belenos, un grupo etnográfico que aún edita una revista de lujo: Asturies. Uno de aquellos fundadores, admirable emprendedor, se ocupó del bar y de la fábrica de cerveza en los últimos años, Frankie Delgado.

Coincide el cierre del ya mítico bar con la polémica sobre la posible cooficialidad del asturiano, que en el Cá Beleño ya lo era desde que abrió sus puertas. El cambio de postura del PSOE sanchista, que hasta ahora vetó la cooficialidad de la mano del PP, abre esa posibilidad para la lengua asturiana en la próxima legislatura, porque en esta no lo consiente el presidente del Principado, Javier Fernández, un furibundo jacobino.

No es más que una posibilidad, que un giro conservador de la próxima Xunta Xeneral abortaría, pero ha provocado una ofensiva del PP y grupos de extrema derecha contra la cooficialidad, con el apoyo de medios conservadores nacionales. La derecha, porque Ciudadanos también se opone, y el viejo centralismo, que renace tras el Procés catalán, no admiten en Asturias otra lengua que la castellana, que goza de excelente salud y está en expansión. En su campaña montaraz vale todo, desde absurdas amenazas de un supuesto y futuro nacionalismo asturiano que crecería con la cooficialidad, hasta barbaridades filológicas, como decir que el asturiano es un dialecto del castellano, cuando también lo es del latín.

Frankie Delgado y su esposa Blanca Fresno, la pasada noche a las puertas del Cá Beleño, poco antes de su cierre. Foto / Imanol Rimada.

Pero la batalla de la opinión pública en Asturias la están perdiendo por goleada. Lo que se observa en el debate público es el cambio en la sociedad asturiana respecto a la aceptación de la llingua, coincidiendo con su progresiva recuperación en los sectores más dinámicos, aunque retrocede en las zonas rurales donde viven sus hablantes tradicionales, lo que la sitúa en peligro de desaparición.

En estos treinta años en los que permaneció abierto el Cá Beleño, y precisamente por el trabajo de gente como la que llenaba sus mesas, la lengua asturiana se ha normalizado técnicamente gracias a una Academia de la Llingua que la ha dotado de normas y gramática. Aparecieron excelentes escritores que le han dado una literatura notable, perfectamente comparable con la escrita en castellano. También tiene una presencia natural en todas las facetas de la cultura –la música, el teatro, el cine, el arte– y en el periodismo.

Y desaparecidos Emilio Alarcos y Gustavo Bueno, que por diferentes razones (personales en el lingüista e ideológicas en el filósofo) se oponían con ardor a la normalización de la lengua que amaba y fomentaba Jovellanos, sus enemigos se han quedado sin referentes intelectuales y solo son representados por la derechona más montaraz. La cooficialidad aún no parece objetivo fácil, y por tanto la propia pervivencia del asturiano, pero sus partidarios han ganado la batalla de la hegemonía gramsciana y eso parece un anticipo de su sueño.

Quizás por eso la última noche del Cá Beleño recordaba a esos velorios de los pueblos asturianos o gallegos, que pasaron a la historia con la llegada de los tanatorios, en los que se comenzaba llorando y se podía acabar cantando. Perdemos un templo atlántico, pero Frankie traslada su fábrica para ampliarla al balneario de Borines, cerrado desde la Guerra Civil. Y esos treinta años recuperando y fomentando la cultura asturiana, sin concesiones al chauvinismo sino como contribución a la universal, han merecido la pena y han dado frutos en su expresión más importante: la lengua.

El escritor Xuan Bello, refiriéndose a esa ingente tarea, que tantas descalificaciones supuso para sus protagonistas, siempre fue optimista en todos estos años de travesía del desierto del asturianismo. “Tanto amor nun puede nun ser recompensao”, decía. Ayer se brindó por ello en el Cá Beleño.

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