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Atlántica XXII

«Con el paso de los días y las experiencias macabras uno llega a normalizarlas»

Afondando

«Con el paso de los días y las experiencias macabras uno llega a normalizarlas»

El fotoperiodista Manu Brabo ha vuelto a afincarse en Asturias. Desde Ucrania, donde ahora mismo está trabajando, nos atiende para hacerle una entrevista

Carlos Álvarez Rodríguez | Periodista

@alvarezzcarlos

 

Son algo más de las cuatro de la tarde, las cinco en Ucrania, donde ahora se encuentra trabajando Manu Brabo. Apenas veinticuatro horas antes había aceptado la entrevista sin dudarlo. “A esa hora me va bien, pero mejor llámame por Whatsapp porque si no los de la compañía telefónica te van a follar”, me recomendó en ese momento por un mensaje de texto.

Con la cercanía y la sinceridad de siempre la voz de Manu Brabo se deja escuchar al otro lado del teléfono. Apenas acaba de salir del trabajo y justo le pillo comiendo. “No pasa nada, sobre la marcha”, me dice. Hablar con él es como hablar con alguien a quien conoces de toda la vida. Con unos pocos segundos de retardo, habitual en este tipo de llamadas, comenzamos la conversación. “Si tardo un poco en hablar es que estoy apuntando”, le dije. “Tranquilo, así como macarrones”, me responde.

-Has vuelto a vivir a Asturias. ¿Ha cambiado algo en tu trabajo para ahora poder hacerlo?
-Algo sí que ha cambiado. Ahora no es como antes, estoy en un momento de mi carrera donde ya tengo un nombre, una experiencia, un bagaje que me permite otras cosas que antes quizá no podía permitirme. Y que estaba hasta los cojones, directamente.

-Siempre has sido alumno de primera fila con los riesgos que eso conlleva. ¿Esa experiencia de la que hablas te ha hecho cambiar en algo tu manera de trabajar?
-Más o menos sigo trabajando de la misma forma pero cuando toca mojarse hay que hacerlo. Hay fotos que solo se pueden conseguir desde ahí, desde la primera línea. Pero también es verdad que con el tiempo uno aprende o se da cuenta de que hay otras historias que contar y de que las guerras se pueden contar desde otros sitios, no únicamente desde la primera fila. La realidad es mucho más compleja que eso, hay cosas que cambian, pero esto no quiere decir que no me siga poniendo estar ahí delante.

-Recuerdo una de tus charlas en Bilbao. No recuerdo con exactitud el país en el que ocurrió aquella anécdota. Contabas que estabas fumando con un soldado y a tu alrededor estaba lleno de cadáveres. ¿Eres consciente realmente de lo que te rodea cuando estás tan dentro de la propia historia?
-Eres muy consciente. Lo que pasa es que con el paso de los días y de las experiencias macabras uno llega a normalizarlas. Lo mismo que estoy echando un pitu con cadáveres alrededor me como pasta en un helicóptero lleno de muertos. Tienes que seguir haciendo tu vida, si me dejo impresionar o va a afectar a mi normal funcionamiento apaga y vámonos. Tengo que seguir comiendo, que seguir viviendo, que seguir escribiendo… El cuerpo, la mente y el alma lo normalizan cuando llevas mucho tiempo.

-¿Cómo gestionas esas emociones? ¿Se puede realmente llegar a normalizar esas situaciones tan macabras?
-Yo creo que es posible en un momento dado normalizarlo. Te deja de impresionar y sigues haciendo tu vida. O quizás más no es normalizar si no más bien suprimir los sentimientos que a uno le deberían salir. También te digo que no es lo mismo el primer día que te ponen en Alepo que después de un mes así, como tampoco es lo mismo que me pase a mí a que le pase a otro cualquiera que no haya vivido eso.

-Has estado en los conflictos más violentos del mundo. ¿Hay alguno, para bien o para mal, que más recuerdes?
-Yo siempre digo lo mismo. En Siria entramos muchos y de Siria no sales. Es lo más salvaje que he vivido en mi vida y creo que lo más salvaje que hemos vivido toda una generación de periodistas.

-¿Te ha quedado alguno pendiente?
-Siempre hay historias que se quedan. Quizá te podría decir el final de la batalla de Mosul. Estuve allí al principio y me quedé un poco con la espinita clavada por una cuestión personal. Al final entendí que era más importante lo personal que la falta que hicieran mis imágenes. No deberíamos ir a las guerras para satisfacer nuestro ego.

-Supongo que si te pido elegir una de todas tus fotografías es como elegir al hijo favorito.
-Tu mismo lo has dicho. Ahora mismo te podría decir una que hice anteayer pero seguro que después de un mes de arriba pa’ abajo no la querré ni ver. Al final yo creo que me gusta quedarme con coberturas, no tanto con fotos, y aún así dudaría. Igual más que favoritas te podría decir de las que estoy más orgulloso. Por ejemplo Libia o Ucrania donde estoy ahora desde 2014. Me quedo con estas coberturas prolongadas porque me permiten trabajar más en profundidad.

-¿Cambiarías algo de lo que has hecho en tu carrera?
-Cambiaría algún objetivo que tengo hecho una mierda.

-Hace un tiempo estabas en el proyecto de MeMo Magazine. ¿Sigue en pie o trabajas ya en futuros proyectos?
-Al final necesitas ciertos réditos para continuar con ello. Ese proyecto está en standby. Ahora quiero sacar un libro de fotografías y estoy trabajando en ello. La verdad es que tiene buena pinta, estamos trabajando con una buena editorial.

-¿Te imaginas en un futuro trabajando de otra forma que no sea esta?
-Ni se me ocurre ni tengo ganas de cambiar. En un momento dado igual me apetece explorar la fotografía y el fotoperiodismo desde algunos otros ámbitos pero siempre ligado al contar historias con carga social a través de la cámara. También a buscar otras inquietudes con una tendencia quizás más artística o personal, aunque suene pedante.

Antes de acabar con la entrevista Manu nos cede una imagen de su página web para acompañar esta entrevista. “Qué cojones, no sois un medio grande, coged una”, me dice, directo, como siempre. Y con un intercambio de abrazos nos despedimos. Allí, en Ucrania, ya puede continuar con su trabajo.

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