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Cuencas, pozos sin fondo de esperanza
Rafa Balbuena / Periodista.
Los tuneles de Riaño, en la carretera AS-17, son la puerta de entrada para la mayor parte del tráfico que cada día accede a la Cuenca del Nalón. También conocidos como los túneles de Villa, al estar ubicados en la parroquia langreana de ese nombre, constituyen hasta la fecha la última gran infraestructura viaria acometida en el valle, puesto que en 2014 se inauguró el desdoblamiento de este tramo de carretera, que ostentaba hasta entonces uno de los más trágicos historiales de siniestralidad entre las carreteras del norte de España. Convertida ahora en autovía, su financiación corrió a cargo de los conocidos como fondos mineros, si bien el plan original, consistente en crear una autovía autonómica (la AS-III) para unir Avilés y Langreo, no llegó a materializarse puesto que, según llegó a expresar en 2012 Juan Vega, viceconsejero de Infraestructuras en el Gobierno de Foro Asturias, “fue un proyecto del Gobierno de Álvarez Areces que no estaba en el Plan Regional de Carreteras y que nunca existió mas allá de cuatro rayas en un papel”.
Pero al margen de que la AS-III nunca se materializase y que su planificación quedase al albur de partidas económicas sin claro respaldo presupuestario, se da la circunstancia de que a Riaño, que con 4.600 habitantes es el tercer núcleo en población del concejo de Langreo, también lo bordea por su lado oeste la Autovía Minera, contando desde 2006 con otra carretera desdoblada -y reconvertida igualmente en autovía al precio de 20 millones de euros-, la AS-117, conocida como “el corredor del Nalón”, haciendo de esta barriada una especie de isla desde la cual no existe comunicación directa por carretera “normal” con el siguiente núcleo de la ruta, Barros. Solo se puede llegar por autovía… o por camino vecinal, de modo que el autobús urbano debe cubrir esta parte del trayecto por una vía de alta velocidad, en la que la DGT prohíbe que circulen vehículos en los que los pasajeros vayan de pie, ante las consecuencias de un eventual accidente. Y además de la población que acoge Riaño, que el Hospital comarcal del Valle del Nalón se ubique en esta misma localidad -es justo el final de línea- y que Autobuses de Langreo consigna un total de 164 viajes diarios con inicio o fin en esta población -amén de la alta ocupación de los vehículos-, cabe preguntarse qué ha llevado a hipertrofiar así los accesos rodados a un solo núcleo de la cuenca… sobre todo si se compara con el extremo contrario de la misma carretera: llegando a Sama, apenas tres kilómetros después, el corredor vuelve a tener una sola calzada. Y a partir de Campo de Caso reduce su ancho considerablemente y la vía presenta un deterioro progresivo, haciendo de la subida a Tarna una carretera repleta de baches, curvas cerradas, argayos constantes y señalización deficiente que solo concluye con su mismo final, en la divisoria con Castilla y León.
El caso es que, como un curioso paralelismo entre realidad y ficción, la puerta de entrada al valle del Nalón también sirve de prólogo para el relato de contradicciones que atraviesan las cuencas mineras en su fase final de desmantelamiento de la industria pesada. Porque tras el último capítulo de la llamada reconversión siderúrgica, concluida en 2014 con el cierre definitivo del taller de Duro Felguera en Barros, de la otra gran industria de las cuencas -es decir, el carbón- solo queda hoy una muestra testimonial de explotación: el pozo Carrio, en Laviana. En la vecina cuenca del Caudal resisten, por decirlo de alguna forma, los pozos Santiago, en Aller, y Nicolasa, en Mieres, aunque estas tres explotaciones, todas ellas propiedad de HUNOSA, tienen en 2018 su último horizonte de vida.
Las soluciones propuestas, como es sabido, vinieron de la mano de los fondos mineros, aunque, al margen de desvíos ilícitos que actualmente se dirimen en los tribunales, su puesta en práctica ha resultado tan desigual como discutida. La autovía minera es el ejemplo perentorio: una inversión de más de 250 millones de euros de la que se dijo, como un mantra repetitivo, que iba a atraer población e industria hacia el Nalón y el Caudal. Y si bien de la primera se ha insinuado constantemente que ha conseguido justo lo contrario, lo cierto es que de la segunda no hay prueba fehaciente de lograr algún efecto de llamada.
En este sentido, Aladino Fernández, catedrático de Geografía en la Universidad de Oviedo y alcalde socialista de Langreo entre 1983 y 1988, admite que “la forma en que se invirtieron y administraron estos fondos no fue la adecuada, no se distribuyeron ni emplearon con los criterios convenientes y lo justo es reconocerlo”. Fernández asevera que aunque el efecto detractor de población que se ha atribuido a la autovía minera “no nace de la existencia de la infraestructura, sino que tiene otras causas”, el ejemplo de Riaño rodeado de autopistas “es una muestra de que las inversiones no se repartieron racionalmente ni con criterios equitativos o de futuro”, ejemplo extrapolable a otra autovía de la comarca, la llamada “Y griega de Bimenes”, cuyo índice de ocupación “es bajísimo, casi testimonial”. Al margen de obras de infraestructura, Aladino Fernández no ve un futuro precisamente optimista, “en tanto que la población joven y titulada emigra en masa: un entorno que no es capaz de facilitar la promoción de profesionales cualificados y de fijarlos con sus familias está condenado a despoblarse”, constata. Y esto es porque “las cuencas crecieron durante decenios al calor del carbón y de la siderurgia; cerrando esa industria que ni tuvo ni se le supo dar relevo, estamos ante la consecuencia lógica: una población envejecida, un éxodo continuo de jóvenes profesionales y un futuro de decadencia económica”.
Cuenca pantanera
En todo caso, los fondos mineros fueron concebidos como una tabla de salvación llovida del cielo, que como buen milagro de esta clase no tardó en transformarse en pesadilla, materializada en la lamentable picaresca del “coge el dinero y corre”. Como si fuera un pozo sin fondo (y no de carbón, precisamente), casos como los de Alas Aluminium, Menasa, Autotex o Soldevilla fueron ejemplos clamorosos de que las ayudas millonarias no se regían por criterios de control ni de distribución racional, sino que estiraban artificialmente la vida de empresas en fase terminal. Los ERE y recortes de plantilla fueron la constante en estas y otras beneficiarias, que mas pronto que tarde fueron cerrando. Otras como Telecyl/Madison han ido cambiando de identidad a la par que se reducían sus plantillas entre protestas y conflictividad laboral, desplazándose por los distintos recintos de promoción empresarial de la comarca como Valnalón (en La Felguera) o el Edificio ETIC de El Entrego.
Lo cierto es que desde el cierre del pozo Barredo, en 1995, la clausura de explotaciones ha ido cayendo como fichas de dominó, suplida con las conocidas medidas de atajo y relevo cuyo resultado, por mucho que se vistiese como una oportunidad de oro, no ha logrado sus objetivos planteados. Dejando a un lado las prejubilaciones de la minería -un asunto mucho más complejo de lo que se comenta dentro y fuera de los chigres- y la reutilización de antiguas explotaciones como museos o archivos o efectos turísticos, como el exitoso Tren de Samuño, las inyecciones económicas también fueron concebidas como plataforma de proyección de futuro. El semillero de empresas de Valnalón fue fundado en 1987 sobre los antiguos terrenos siderúrgicos de Duro Felguera, dedicándose mayormente a la I+D+i, al sector terciario y al turismo, si bien los resultados, a tenor de las cifras que maneja esta entidad dependiente del Principado, dejan mucho que desear. Junto a él, en la vieja torre refrigeradora del polígono, la presencia del MUSI (Museo de la Siderurgia) aporta colorido pero las cifras hablan por sí solas: sus gestores aspiran a unas 15/20.000 visitas al año para hacerlo rentable. Los mayores visitantes son los grupos escolares y el promedio de turistas que acuden motu proprio es mínimo. El anterior equipo de gestión, que dirigía la geógrafa Belén Tornero, asegura que eran normales las semanas en las que acudían uno o dos visitantes a lo sumo. El Museo cerró en julio de 2013, aunque reabrió varios meses mas tarde. Ha pasado el tiempo y no se ha hecho notar un aumento ostensible de visitas que anime, ni de lejos, a que se materialicen las cifras a las que aspiran sus gestores.
Sin embargo, y aunque algunos todavía hablen de la cuencas como un territorio de promisión donde lo viejo da paso a lo nuevo, la realidad y los testimonios dan a entender todo lo contrario. A ello se aplica Antón Saavedra, exminero, exsindicalista que, en su tradición de hablar sin pelos en la lengua, asegura rotundo que “en las cuencas, el dinero vino de la mina y de lo que creció alrededor de la mina: por cada puesto de trabajo en el pozo se creaba una media de 2,5 a 4 puestos indirectos”. En cuanto al proceso de reconversión, lo resume gráficamente asegurando que “todo lo demás son parches y remiendos para cerrar bocas y comprar voluntades”. Saavedra constata que en toda Europa, desde los años sesenta, “quedó claro que el carbón siempre va a llevar las de perder frente a otras fuentes de energía, como el petróleo, el gas o la nuclear”. Y en cuanto al futuro de la cuenca, ataja con sarcasmo que “todavía nos queda el río, así que igual en unos años vuelven a hacer pantanos, este suelo queda bajo el agua y se empieza a conocer la zona como la cuenca pantanera”.
Río arriba
Si proseguimos ruta desde Sama hacia el alto Nalón, la siguiente población del valle es Ciaño. Aquí ya se empieza a notar, según se reducen los índices de población, que la situación es poco halagüeña. Para muestra, hay que decir que la localidad encabeza desde 1991 los índices de vulnerabilidad de vivienda en el concejo, según los informes sucesivos del Ministerio de Fomento, que el envejecimineto poblacional es notorio (3.300 habitantes, según el censo, y tres fundaciones geriátricas a rebosar) y que el número de comercios baja ostensiblemente frente al eje Felguera-Sama. La únicas infraestructuras comerciales y culturales de relieve son por un lado un supermercado de tamaño medio y la Casa de la Buelga, centro asociado al Vicerrectorado de Extensión Universitaria de la Universidad de Oviedo, que en los últimos años ha sufrido serias intermitencias en su convenio con la entidad educativa. A veces, como ocurrió durante la confección de este reportaje, también asoma aquí la peor cara de la cuenca: la imagen que acompaña, tomada un sábado a mediodía en una marquesina de autobús al pie de la medieval Torre de Abajo, restaurada con orgullo a comienzos de 1990, demuestra que la miseria y la desesperación acechan en cualquier parte y se ceban en quien seguramente vivió tiempos mejores.
Pocas alegrías despierta, apenas 300 metros más adelante, la entrada del pozo María Luisa. Auténtico emblema de la minería, hasta el punto de protagonizar el himno “Santa Bárbara bendita”, su cierre definitivo en diciembre del año pasado fue doblemente amargo, puesto que la desaparición de este símbolo apenas congregó un centenar y medio de personas en la concentración de homenaje a la salida de su último turno, un acto “al que los sindicatos mayoritarios, vergonzosamente, no se presentaron y hasta obstaculizaron que se realizase”, añade Saavedra con su vehemencia habitual. La explotación permanece abierta solo en términos administrativos, pero el silencio del lugar al caer la noche la convierte en rincón más siniestro que decadente.
Langreo queda atrás: estamos ya en San Martín del Rey Aurelio y El Entrego es el primer núcleo del concejo al que da la carretera. La sensación mejora, al menos en apariencia. Son cerca de 7.400 habitantes, al otro lado del río está el MUMI (Museo de la Minería) y en el otro extremo de la localidad las instalaciones del pozo Sotón, cuyo cierre suscitó las últimas movilizaciones “de las de antes”, pero que ahora se emplea como recurso cultural para mostrar a escolares y curiosos como trabajaban, no hace tanto, los picadores, barreneros o encarriladores. También se encuentra aquí el Centro Comercial Valle del Nalón, una gran superficie que tiene su equivalente en Mieres (Caudalia) y que, anecdóticamente, acoge el último cine comercial de la comarca. En contraste con Ciaño e incluso con Sama, en El Entrego existe mayor presencia de pequeño comercio, incluyendo cafés de estética “trendy”. Sin embargo, tal repunte no oculta que la crisis se ceba en el pequeño negocio. La avenida de La Vega, que cruza la villa de extremo a extremo, está surcada de locales vacíos, tapiados o con el cartel de “Se vende”. No deja de ser pintoresco cómo un local que hace una década albergaba un singular Sex Shop languidece al tiempo que la publicidad de la inmobiliaria que promueve su alquiler amarillea en el escaparate. Y, mientras, proliferan en el resto de muros de la calle las pintadas: eslóganes variopintos que expresan desde el hartazgo a la rabia, llamando a acometer una rebelión que, pese a todo, no parece asomar mucho.
Si uno sigue la carretera en dirección hacia Laviana, puede ver cómo se repite el esquema, con ligeras variaciones, en el tramo que transcurre por Sotrondio, Blimea, Barredos y La Pola. Castilletes quietos y mudos, como testigos de lo que esto fue y ya no es, aunque en su orgullo se niegue a renunciar a aquello que era. Al llegar al cruce de Villoria, y a partir del torreón de Llorío, el paisaje cambia. La cuenca del Nalón se vuelve rural y los pantanos de Rioseco y Tanes, preludio del Parque de Redes, difuminan el efecto minero. Ya es la subida a Tarna, con otras carencias a las que antes nos hemos referido, y, como quien dice, esta es ya otra Asturias, siendo la misma. En la bajada, rehaciendo nuestro camino hacia el punto de partida, reparamos en otra pintada en El Entrego: “Hay luz al final de los túneles de Villa”, dice el peculiar grafiti, haciendo un juego de palabras en el que se juntan el humor negro y la esperanza. Quizá su autor sea muy joven y no haya asimilado aún, con razón o sin ella, que el pesimista no es más que un optimista bien informado.
El Caudal, más de lo mismo
La vecina cuenca del Caudal, que abarca los concejos de Mieres, Morcín, La Ribera, Riosa, Aller y Lena, no muestra expectativas mucho mejores ante el inminente cierre de la minería del carbón, marcado por la UE para el año próximo. Como una cruel ironía, el Caudal “dobla” en número de pozos abiertos al Nalón: dos frente a uno. Se prevé, siguiendo la tendencia marcada en zonas como la cuenca del Rhur, dedicar el futuro de las empresas mineras al mantenimiento técnico de los pozos para evitar inundaciones o derrumbes, fenómeno conocido en Alemania como “la explotación eterna”. Se desconoce qué medios y qué efectivos va a emplear HUNOSA para acometer esta fase de la llamada “postminería” y, aunque ATLÁNTICA XXII se dirigió a la empresa para preguntar cómo acometerá el futuro de estas infraestructuras, solo obtuvimos la negativa a responder.
Al igual que en el Nalón, los concejos del Caudal miran con recelo y poco optimismo la llegada de 2018. Mientras tanto, un paseo matutino por el centro de Mieres, en calles Numa Guilhou, Manuel Llaneza o Valeriano Miranda, sorprende por la presencia constante de mendicidad en lo que fue -y sigue siendo, aunque cada vez más mermado- el cogollo comercial por antonomasia en los buenos tiempos de la mina. Así lo resumía a esta revista el alcalde de Morcín, Jesús Barbao (PSOE), hace apenas un año: “En la práctica, para el carbón no hay relevo”.
Algo parecido piensa Aníbal Vázquez (IU), el alcalde de Mieres, el más apoyado electoralmente en las cuencas. Sus palabras destilan una rabia nada resignada por el trato a las comarcas mineras. Recuerda que la UE recomienda amplios periodos de dos generaciones, medio siglo, para acometer una reconversión como la minera: “Y eso aquí no se hizo. Como siempre, aquí miramos para otro lado y hacemos las cosas como van saliendo y de cualquier manera”.
Su discurso con el carbón no es liquidacionista porque Aníbal Vázquez quiere ser realista: “Hay que mantenerlo, aunque sea como una reserva: aquí lo hay, lo tenemos debajo de nosotros, y lo justo es explotarlo en equilibrio con la compra de carbón del exterior. Las térmicas asturianas siguen usando carbón abondo, entran todos los días toneladas de carbón para electricidad y van a seguir entrando para que funcionen. La tendencia actual de comprar todo de fuera y abandonar lo que tenemos en nuestro suelo es disparatada en muchos sentidos”.
Para el alcalde mierense las cuencas deben seguir pivotando sobre el sector industrial, carbón y siderurgia, y se niega a aceptar como referente a Degaña, un concejo desolado tras la crisis de la minería: “Con esa perspectiva, y teniendo en cuenta toda la población del Caudal y el Nalón, que además está envejecida, ¿cómo no va a emigrar en masa la gente joven de las cuencas?”.
PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 50, MAYO DE 2017
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