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Atlántica XXII

El asesinato de Llanes y la Asturias desquiciada

Opinión

El asesinato de Llanes y la Asturias desquiciada

Con la salida a la venta del número 60 de ATLÁNTICA XXII, que se encuentra en estos momentos en los kioskos, comenzamos a publicar en nuestra web parte del anterior.

Arrancamos con el editorial que aborda los ataques y amenazas a representantes públicos: «Lo que hay de fondo en todo este asunto es, en definitiva, la renuncia de buena parte de la sociedad asturiana a hablar alto y claro de sus alcantarillas».

Portada del número 59 de Atlántica XXII, con ilustración de Goyo Rodríguez (@conceptraciones)

 

 

Editorial publicado el 1 de noviembre de 2018.

 

 

@AtlánticaXXII

 

Todavía sigue inconclusa la investigación policial sobre el asesinato en Llanes del concejal de Izquierda Unida Javier Ardines. Su cadáver apareció el 16 de agosto a la puerta de su casa de Pría, con golpes en la cabeza. A tenor de las primeras informaciones, intentó huir y murió asfixiado, en lo que parece un crimen planificado para matar a un político inusual, valiente y honrado, según coinciden testimonios de todo tipo de vecinos.

El suceso ha despertado el interés de medios de comunicación nacionales, que ha crecido conforme se sucedían otros episodios truculentos en Asturias. La alcaldesa de Riosa, Ana Díaz, también de IU, denunció amenazas de muerte anónimas. A su compañero, el concejal José Manuel Puello, le rayaron el coche con el fúnebre acrónimo DEP. A la par, se hizo público que en julio había aparecido calcinado el coche del exalcalde de Cangas de Narcea José Manuel Martínez, de IU. Y para remate, el concejal de Urbanismo de Oviedo, Ignacio Fernández del Páramo, de Somos, recibió a mediados de octubre una amenaza escrita en un papel junto a un cuchillo depositado a la entrada de las dependencias municipales de su área.

Con estos cinco casos, para los que no existe una conexión constatada, parece haberse conformado un fenómeno: una suerte de peligro mortal para ciertos políticos de izquierdas en determinados concejos asturianos. La coincidencia de estos sucesos con el auge de la extrema derecha en todo el mundo resulta inquietante.

Tras la muerte de Ardines algunos medios nacionales –que no asturianos– han recogido las abundantes informaciones publicadas por ATLÁNTICA XXII durante los últimos años sobre asuntos de corrupción y clientelismo en Llanes, sucedidos durante los 28 años de gobierno local del PSOE. Algunas de esas informaciones de medios nacionales han apuntado, aunque sin afirmar nada taxativamente, a una posible vinculación de ese turbio ambiente con el asesinato. La sospecha parece haberse extendido luego al resto de los casos, conforme se conocían, cuajando esa percepción inquietante de que Asturias podría estar convirtiéndose en una suerte de tierra siciliana con alcantarillas de sicarios intentando recomponer viejos poderes derrotados en las urnas. Si vamos a las cifras oficiales, en los últimos cinco años se han presentado 19 denuncias en Asturias por amenazas contra políticos, según publicó el diario El Comercio. ¿Eso es mucho o poco? ¿Es normal esa cifra? A juicio de la Delegada del Gobierno, Delia Losa, sí. A su entender, no existe ningún fenómeno preocupante, siempre han existido amenazas de este tipo.

Entonces, ¿por qué este ambiente desquiciado? Primero, por la rápida sucesión de amenazas, que, aunque aisladas o realizadas por personas trastornadas, existen. Y lógicamente, inquietan. Máxime, cuando los amenazados no han recibido el respaldo unánime del resto de partidos democráticos con representación en sus ayuntamientos, o incluso en el parlamento autonómico, como se podría esperar en una sociedad sana.

Y segundo, probablemente, por las crecientes sospechas de que el asesinato de Ardines quizá pudo estar relacionado con su determinación de finiquitar determinados privilegios en el Ayuntamiento de Llanes. Nada se puede adelantar y es preciso respetar la investigación de la UCO, que no descarta móviles personales en el atroz crimen, cometido sin duda por varias personas y de forma planificada. Pero si la investigación policial finalmente relaciona su muerte con su actividad política, el escándalo sería mayúsculo, y muchos de los hechos desvelados por esta revista serían –al fin– recogidos por los medios asturianos. Pero si no se prueba ninguna vinculación, ¿qué pasará? ¿Se seguirá ignorando desde los medios y desde las instituciones ese clima tóxico del concejo?

Lo que hay de fondo en todo este asunto es, en definitiva, la renuncia de buena parte de la sociedad asturiana a hablar alto y claro de sus alcantarillas. Las reales, las que de verdad hay que limpiar.

 

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