Ismael Juárez
Si hay un estado que ahora mismo se encuentra a la vanguardia europea del llamado derecho a decidir, ese es, sin ninguna duda, Reino Unido. Un estado donde en muy poco tiempo se han celebrado dos referendos de independencia. El de Escocia y el del Brexit. Huelga decir que, teniendo en cuenta que gran parte de nuestras leyes nacen y se votan en Bruselas, la salida de cualquier miembro de la UE puede ser considerado en cierta medida un ejercicio de secesión.
El primer referéndum terminó con un resultado desfavorable para la independencia de Escocia. El segundo, en cambio, se saldó con una victoria para los partidarios de desconectar el Reino Unido de la Unión Europea. Se trataba de votar Sí o No. Remain o Leave. Nos quedamos o nos vamos. Parecía la solución más razonable y sencilla para que los ciudadanos pudieran decidir lo que querían ser. To be, or not to be. Los acuerdos para las desconexiones ya vendrían después de la decisión. Así que se votó con las promesas, dejando las negociaciones para más tarde.
Según las últimas encuestas, una gran parte de los británicos que votaron por el Leave, asumen ahora que no se podrán hacer las cosas tal y como se las prometieron, que es como decir que algo de mentiras sí que había entre los argumentos que les vendieron.
Por otra parte, la mitad de los británicos apuesta ya por un segundo referéndum. Las negociaciones entre el gobierno británico y la UE están siendo muy complicadas y el abismo de un Brexit sin acuerdo empieza a asustar a muchos, hasta el punto de que las mismas encuestas empiezan a confirmar que algunos de los que votaron por mandar a la UE a tomar vientos, hoy votarían por el Remain.
Al mismo tiempo los laboristas de Jeremy Corbyn hacen malabares con su apoyo a un Brexit blando porque saben que entre sus votantes hay gente que votó por el Leave y también quienes votaron por el Remain.
A priori Corbyn rechaza un segundo referéndum, nunca ha sido un entusiasta de la UE, aunque dentro del laborismo empieza a tomar mucha fuerza la idea de que se celebre otro referéndum, cuando los británicos sepan ya qué tipo de acuerdo hay o no hay, y puedan votar en consecuencia.
Los conservadores, por otra parte, también quieren poner su granito de arena a esta caja de prismas. Y es que la primera ministra se está yendo por la senda del Brexit blando aunque muchos de su partido consideran que hay que irse completamente, que Brexit es Brexit.
La jefa del gobierno británico, al contrario del Brexit es Brexit que defendía hasta hace unos meses, propone ahora un acuerdo que deje a Reino Unido más o menos como están Noruega e Islandia, con acceso al mercado, pero sin tener poder de decisión sobre determinadas cuestiones, y respetando, eso sí, la libre movilidad de bienes, servicios, capitales y personas.
Un Brexit duro volvería a poner una frontera entre el Ulster y el resto de Irlanda. Más lío. Por no hablar de las consecuencias económicas, que a día de hoy empiezan a preverse como nada positivas para el futuro inmediato de los británicos.
Tal vez por todo ello, el derecho a repetir, según las encuestas, es defendido ya por la mayoría. Pero no está claro que otra votación vaya a producirse. Mientras, la sociedad británica sigue muy polarizada.
Los nacionalistas escoceses, entretanto, creen que el referéndum de independencia de Escocia sí se puede repetir. Aunque, de momento, desde Londres se cierran en banda a este supuesto. Bastante lío tienen ahora mismo con su derecho a decidir frente a la UE. Sin embargo, los independentistas más impacientes empujan a su jefa de gobierno, Nicola Sturgeon, a que exija un nuevo referéndum sin ambages, mientras que las posiciones más pragmáticas creen que es mejor esperar a que venga un Brexit duro, y que con él se pueda enarbolar la bandera del desagravio, por el cual los ingleses habrían forzado a los escoceses a salir de la UE. Ante esto, según los pragmáticos, la independencia será pan comido.
En marzo de 2019 debería consumarse el Brexit, duro o blando. Aunque por temas legales, si se hace un segundo referéndum, el parlamento inglés no debería demorarse en autorizarlo. Si lo permite, habrá lío. Si no lo autoriza, también. Especialmente si todo se salda con un Brexit a las bravas que podría hacer saltar las alarmas en Irlanda del Norte y precipitar la independencia de Escocia. El otoño viene caliente. O derecho a repetir o «Brexit es Brexit». El futuro aún está por decidir. Otra vez.
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