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Atlántica XXII

El Paraíso Natural que nos envenena cada día

Opinión

El Paraíso Natural que nos envenena cada día

"El Paraíso Natural que nos envenena cada día", por Patricia Simón.

Artículo publicado en el número 57 (julio de 2018)

Patricia Simón.

Si hay algo que mata más que el trabajo en Asturias, es la falta de trabajo. Si por algo las luchas mineras han generado tanta solidaridad a lo largo de décadas, dentro y fuera de esta región, es porque no había lugar a dudas de que sólo lo que significa la falta de trabajo podía empujar a aquellos hombres y mujeres a luchar tanto por conservar uno que no le desearíamos ni al peor de nuestros enemigos. Y sólo el miedo a más desempleo en una región ya depauperada, vaciada y desesperanzada puede explicar que siendo una de las más contaminadas de España –superando habitualmente los límites de dióxido de nitrógeno y material particulado impuestos por la Unión Europea–, sigamos admitiendo con resignación que cuando saltan las alertas porque el aire es aún más irrespirable, el gobierno del Principado se limite en la práctica a culpar a la falta de lluvias por no hacer el trabajo sucio: limpiar el aire y contaminar así, con la mierda emitida por la industria, nuestra tierra, ríos y costas.

Qué triste paradoja que sea el omnipresente verde del maltratado Paraíso Natural el que invisibilice aún más las venenosas partículas que nos rodean. Tan invisibles, aunque afortunadamente no tan letales, como las partículas radioactivas que en 2011 obligaron a más de 160.000 personas a abandonar sus hogares y puestos de trabajo minutos después de que un terremoto de escala 9 y un tsunami hicieran explotar los muros que albergaban cuatro reactores de la planta nuclear Diicha de Fukushima (Japón). Lo que nos habían dicho una y otra vez que era irrepetible desde el desastre de Chernóbil, en 1986, se repitió. Y desde entonces, 800 kilómetros en esta región oriental de Japón siguen declarados no aptos para la habitabilidad humana.

Un hecho que podemos revivir y conocer en profundidad gracias a La Zona, una fascinante instalación interactiva que han desarrollado los investigadores y artistas Pablo DeSoto y Román Torre en Laboral Ciudad de la Cultura y que puede visitarse hasta el 21 de octubre. Pero pese a que en el Principado tenemos la suerte de no contar con una planta nuclear, sí que vivimos sometidos al chantaje del hambre versus la contaminación: es la salud de los asturianos, y en especial la de los habitantes del barrio gijonés del Lauredal –el más afectado por la contaminación de Arcelor-Mittal– o la pérdida de miles de empleos; es la cementera Tudela de Veguín o más pobreza; son las térmicas a base de carbón o la emigración.

Pese a que en el Principado tenemos la suerte de no contar con una planta nuclear, sí que vivimos sometidos al chantaje del hambre versus la contaminación

El veneno o la nada parece ser la falsa elección con la que se pretende cerrar todo debate. Japón, tras la devastación de Fukushima, paralizó los 52 reactores que tenía en funcionamiento. Siete años después, debido al rechazo de la población, sólo cinco han vuelto a ponerse en marcha. Sin embargo, el país nipón ha aprovechado la crisis que sucedió al desastre para desarrollar una puntera industria dedicada a las energías renovables, no sólo para autoabastecerse, sino también para su exportación. Una lección para aquellos responsables políticos asturianos que durante más de dos décadas dilapidaron centenares de millones de euros destinados a la reconversión industrial ante el cierre de la minería, y que ahora culpan a la recién nombrada ministra de Energía, Medio Ambiente y Cambio Climático, Teresa Ribera, del fin del carbón. El fin del carbón lleva sentenciado décadas, las mismas en las que faltó gestión política que genere vida saludable y oportunidades laborales propias del siglo XXI.

La misma gestión política que nos está faltando para evitar que un bebé que nazca y crezca en Gijón o Avilés tenga un 17% más de posibilidades de morir de adulto por leucemia y otros tipos de cáncer que uno que nazca a más de cinco kilómetros de Arcelor Mittal o de una térmica, según un reciente informe del Centro Nacional de Epidemiología. En el Paraíso Natural se debería poder aspirar, al menos, a que algún día el trabajo no nos mate. Literalmente.

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