Artículo publicado en el número 59 de la edición de papel de Atlántica XXII (noviembre de 2018).
Juan Manuel Martínez Morala | Sindicalista
Más de 40.000 jóvenes menores de 35 años marcharon de Asturias en la última década en lo que, según el expresidente de Asturias Vicente Álvarez Areces, era una «leyenda urbana». Esto nos aboca a una Asturias de viejos. Es tan grave este dato que exigiría un debate de todos los estamentos y organizaciones de la sociedad asturiana. Esos más de 40.000 jóvenes se suman a los 70.562 parados/as que el INEM contabilizó en septiembre de 2018, lo cual nos da una cifra de al menos 110.562 parados (así es como se toman los datos del paro). Es decir, que Asturias redujo el desempleo por la emigración. Si a ello añadimos los desempleados que rotan, las cifras son alarmantes. Afectan a un tercio de la población ocupada, unas 394.700 personas. Ya estamos en el precipicio, pero nos dicen que Asturias va bien.
Contando además que existen medias verdades, mentiras y luego estadísticas, la realidad será mucho peor. El paro y la precariedad nos los ha impuesto una crisis creada por la banca, la patronal y los gobiernos de turno del PP y el PSOE. Con la colaboración de los sindicatos mayoritarios, por su avaricia con la especulación urbanística, entre otras causas. En consecuencia, casi todas las familias asturianas están afectadas por el paro y la precariedad, nuestros problemas más graves. Pero aquí solo se habla de si vienen más o menos turistas.
Esta situación se quiere ocultar con grandes campañas para que los desempleados se hagan emprendedores. Es decir, que el parado –joven, mujer o mayor– que siga en el desempleo lo estará por culpa suya, por no haberse hecho emprendedor. Quieren culpar a los propios parados de su situación, pues no han hecho lo suficiente para tener un empleo. Según algunos políticos, son unos vagos… Y que se jodan. La crisis también ha creado otro problema: el trabajo ya no garantiza salir de la pobreza, a causa de la temporalidad, la explotación y los salarios de miseria. Las cifras de trabajadores en situación de pobreza empiezan a ser alarmantes. Se están ocultando también las consecuencias en la vivienda, la educación, la sanidad y en las necesidades básicas como el derecho a la alimentación y a las medicinas. También la pobreza energética. Todo se encubre con grandes campañas sobre la salida de la crisis y el aumento del turismo.
Dos hombres rebuscan entre la basura, una escena cotidiana en la noche ovetense y de cualquier ciudad española. Foto / Iván Martínez.
En el conjunto del Estado, la situación no es muy diferente: 3,2 millones de desempleados en septiembre. Si sumamos los 2,8 millones que emigraron durante la última década, estamos en 6 millones. Una bomba de relojería a la que nadie en los partidos quiere enfrentarse, como tampoco Comisiones Obreras o UGT. Añadamos la corrupción, en Asturias y en el Estado, otra lacra, y veremos cómo la única salida para los parados y precarios es la organización y la calle, como han empezado a hacer los pensionistas.
Estamos en una sociedad enferma que han generado la patronal y los políticos con el consentimiento de los sindicatos mayoritarios, que también han participado en la corrupción y que no están cumpliendo como organizaciones de la clase trabajadora. ¿Cuántos jóvenes han emigrado por la explotación y los salarios de miseria? Por el contrario, los pactos de concertación de CC OO y UGT con los sucesivos gobiernos asturianos solo han servido para financiar a los sindicatos con cursos de formación, fundamentalmente.
Patronal, políticos y sindicatos nos han desmantelado Asturias, y así continuarán si no lo evitamos. Pero para ello primero hay que tomar conciencia de que nos llevan al precipicio. ¿Qué hacer? Hay alternativas, pero no basta con tener propuestas: hay que luchar para que sean escuchadas. Este artículo es una pequeña denuncia y reflexión.
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