Opinión
La corrupción de Villa: circulen, aquí no hay nada que ver
David Remartínez / periodista
José Ángel Fernández Villa acaba de ser sentenciado a tres años de cárcel por apropiarse indebidamente de dinero de su sindicato, el SOMA-UGT. Villa es un ladrón y todo el mundo se ha echado las manos a la cabeza, empezando por aquellos a los que ha dirigido con mano de hierro durante décadas, esto es, el poderoso sindicato minero que manejó millones de euros, miles de empleos y las decisiones mayúsculas sobre el futuro de esta región. Villa ha resultado ser un ladrón pero, según el SOMA, según el PSOE, según el Gobierno, es cosa suya. El hombre que decidía quién entraba a trabajar en la mina y quién no, quien accedía a una prejubilación y quién no, quién colocaba a sus hijos o parientes en alguna sinecura, quién incendiaba las barricadas en las autopistas, quién se presentaba de alcalde o concejal, quién se convertía en proveedor de los economatos de Hunosa, quién participaba en los negocios inmobiliarios del Montepío, a qué se dedicaban los fondos mineros, a quién beneficiaba el reparto de sus multimillonarios contratos y –finalmente– quién accedía desde el PSOE a las altas esferas de la política regional, ese hombre, ese líder, ese mito, ese demiurgo, delinquió solo. Robó solo y solo para él. Y robó sin la connivencia de nadie más. Durante 23 años, ojo.
Circulen, por favor, aquí no hay nada que ver.
La cuestión, sin embargo, es que Villa, aparte de ladrón, también fue un fracaso.
Recordemos una anécdota de 1996. Este extracto que reproducimos a continuación pertenece un artículo que ATLÁNTICA XXII publicó en noviembre de 2014 bajo el título “El plan para financiar a los sindicatos mineros”. Lo escribió el periodista asturiano Manuel Fernández, asesor del Ministerio de Industria cuando, en 1996, Josep Piqué negoció con los sindicatos cómo repartir los 300.000 millones de pesetas que el Estado pretendía invertir en las comarcas mineras para encontrar una alternativa a la industria tradicional.
“En las reuniones periódicas que mantenía el secretario de Estado de Energía, Nemesio Fernández-Cuesta, nos decía:
–Tengo un escollo en las negociaciones [con los sindicatos] que creo que voy a salvar dándoles 500 millones más para los cursos de formación.
Además de negociar, paralelamente los ayuntamientos mineros presentaban sus solicitudes de proyectos con cargo a los fondos previstos para la reactivación de las comarcas afectadas por el cierre paulatino de los pozos. Cuando llegaban a mi mesa me quedaba perplejo por los que solicitaban: polideportivos, quioscos de música, nuevos edificios para los ayuntamientos, pavimentación de calles… Con esas obras, evidentemente, no se iba a crear un nuevo tejido industrial en las cuencas. Hasta que tomó cartas en el asunto el todopoderoso José Ángel Fernández Villa y fijó sus prioridades: un campus universitario en Mieres y la autovía minera entre Langreo y Gijón.
Un día Piqué –una persona inteligente que sabe escuchar–, me preguntó:
–¿A cuánto está Mieres de Oviedo?
–A menos de diez minutos, ministro.
–No entiendo nada. ¡Si se tarda mucho más desde el Ministerio de Industria hasta la Complutense!
Entre los proyectos que fueron aprobados en aquellas negociaciones estuvo la concesión de una subvención, con cargo a los fondos mineros, de 100 millones de pesetas para la construcción en el Naranco de la nueva clínica de los oftalmólogos Fernández-Vega. A Oviedo se le consideraba municipio minero por Olloniego”.
Este extracto reúne todo lo necesario para entender lo que ha sucedido en las cuencas mineras durante los últimos 20 años:
- Cómo los sindicatos se han financiado ilegalmente, a costa de los trabajadores y lógicamente de su futuro.
- Cómo los ayuntamientos han sido incapaces de planificar e invertir el dinero con sentido común, alentados por el Gobierno autonómico y el nacional.
- Cómo un gran sheriff sindicalista ha llevado esa insensatez colectiva, ese furor despertado con la lluvia de millones, hasta el disparate.
- Cómo el reparto de las subvenciones, de los millones y millones de pesetas y de euros, se ha hecho a manos llenas, enriqueciendo en muchos casos a quienes no debían mediante las más alucinantes estratagemas subterráneas. Por ejemplo, los oculistas que hoy presiden la Fundación Princesa de Asturias.
En realidad no hacía falta un juicio penal para constatar que Villa ha sido un fracaso como líder. Nadie ha participado en el reparto de tanto dinero en Asturias durante la democracia. Y sin embargo, basta con darse un paseo por las cuencas mineras asturianas para contemplar el resultado.
- Las tasas de paro de Mieres, Langreo y San Martín rondan el 20%, casi el doble que las de Gijón y Oviedo.
- Mieres y Langreo están además entre los 40 municipios con más suicidios de España.
- En la última década, la población de las cuencas ha descendido un 11% y el desempleo ha aumentado un 36%. Podríamos citar más variables, pero no merece la pena.
Esa desolación social y económica nos ha costado un riñón, el de las generaciones que no verán empleo ni oportunidades aquí. El campus de Mieres es un absurdo: solo su residencia universitaria costó 4 millones de euros y nunca ha superado el 30% de ocupación. Porque no hay estudiantes. Asturias tiene tres campus universitarios en una autonomía de nuestras dimensiones, sin que ninguno destaque además por su especialización tecnológica o de cualquier otro tipo. De igual forma, la autovía minera no resiste ningún análisis en su coste de oportunidad: 34 kilómetros sin enlaces adecuados que se chuparon más de 350 millones de euros y que durante una década funcionaron sin conexiones. Mientras tanto, se prolonga el peaje del Huerna. ¿Qué gente o qué mercancías circulan por esa autovía? ¿Dónde está la formación técnica de los mineros, o la de sus hijos? De hecho, ¿dónde están sus hijos? ¿Qué futuro han proporcionado las prejubilaciones? ¿El de la promoción inmobiliaria y algunos campos de golf?
José Ángel Fernández Villa acaba de ser sentenciado a tres años de cárcel por apropiarse indebidamente de dinero de su sindicato sin que nadie más vaya a asumir ninguna responsabilidad. Porque asumir que falló la organización implica, inmediatamente, revisar las tripas, la eficacia, de esa organización. Si Villa fue un fracaso, el SOMA fue un fracaso, los fondos mineros han sido un fracaso y Asturias ha fracasado en el mayor reto que ha encarado desde que se murió Franco: reinventar su economía. Y eso obligaría a muchísima gente, de todos los colores, a admitir errores. Por no hablar de los enriquecimientos ilegales.
Pero si no admites los errores, tampoco asumes la responsabilidad de buscar soluciones (ni, ya de paso, castigar el latrocinio).
Según el fallo judicial, Villa se echó a la buchaca alrededor de medio millón de euros en todo tipo de gastos, desde collares hasta comidas o facturas del móvil. Lo que viene siendo vivir (a todo trapo). Todo se lo pagaba un sindicato que, según sostiene, no sabía na de na del mangoneo.
El SOMA ha aplaudido la sentencia. E incluso quiere que se investigue la fortuna de 1,4 millones de euros que Villa blanqueó en la amnistía fiscal del Gobierno de Mariano Rajoy, cifra que despertó sospechas en la Agencia Tributaria sobre su origen, y que a la postre le ha costado al “Tigre de Tuilla” la vejez y la posteridad. Que no la ruina.
A Asturias le ha salido un poco más caro.
Al SOMA, de momento, le sale gratis.
Los indicios judiciales conectan la fortuna de Villa con la construcción de una residencia geriátrica en Felechosa (Aller) que promovió el Montepío de la Minería, un organismo donde operaban el hijo de Villa y un personaje indispensable para entender la fontanería del SOMA: José Antonio Postigo. Esa residencia para mayores, situada a 40 kilómetros del hospital más cercano, costó 30 millones de euros. Es decir, la mitad de lo que costó el Kursaal de San Sebastián. Por supuesto, buena parte del importe final respondió a formidables sobrecostes (marca de la casa en esta autonomía) que no están en absoluto vinculados con la posterior fortuna personal de Postigo (400.000 euros blanqueados en la amnistía fiscal) ni con la del constructor del geriátrico. Allí no se pagaron mordidas.
La sentencia de Villa le convierte en un ladrón. Esta revista ya lo probó con abundantes reportajes que informaron de sus dietas millonarias, del chanchullo de Felechosa, del pelotazo inmobiliario con apartamentos en Murcia y Almería, o de cómo se pagaban las mordidas para los economatos de Hunosa.
Ahora quizá habría que pararse junto al cadáver y revisar lo del fracaso.
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