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La Marca España perroflauta

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La Marca España perroflauta

Xuan Cándano

Xuan Cándano. / Director de ATLÁNTICA XXII. 

“No sabía que los perroflautas votaban”, se oyó en la noche electoral del 25-M en uno de esos despachos oficiales en los que los susurros del poder son órdenes y no hay más realidad que la que viene del puente de mando.

Desde entonces la casta que controla España desde la muerte de Franco no ha superado la conmoción. No la forman solamente banqueros, empresarios de éxito, políticos y la legión de cargos públicos, en su mayoría prescindibles, que gestionan el Régimen del 78 y el corrupto bipartidismo. A ellos hay que añadir sus peones, que también son legión: economistas fundamentalistas del capitalismo, periodistas complacientes y voceros, sumisos profesores de Universidad y otros muchos profesionales, o simplemente vividores, a los que el enchufismo y el nepotismo que no se fueron con el franquismo han encumbrado durante todos estos años.

Tan descolocados y temerosos están que parece que no se enteran de nada. Despreciaron al 15-M, sin calibrar el cambio social que supuso. Lo dieron por muerto cuando se vaciaron las plazas y seguía vivo en la calle y en las mareas ciudadanas. No intuyeron el fenómeno Podemos como cualquier observador atento a las convulsiones sociales. Tras el 25-M dictaminaron que era un voto efímero y un cabreo pasajero. Son tan obstinados que volvían a confundir la realidad con el deseo, como evidencian las encuestas y el pulso de la calle. Su último motivo de alarma es Guanyem, la candidatura rupturista de Ada Colau, que la podría convertir en alcaldesa de Barcelona, porque en Cataluña hay la misma casta y la misma corrupción que en el resto del Estado, pero su sociedad civil sigue siendo más dinámica. Los perroflautas piensan seguir votando.

En vista de que el ninguneo y el silencio no se mostraron eficaces, pasaron a la demonización y la descalificación agresiva. Han llegado a decir que los votantes de Podemos son idiotas, aunque el CIS lo desmiente y los pinta como maduros profesionales urbanos bien formados, algo en lo que incide en este mismo número de ATLÁNTICA XXII el lúcido e imprescindible Santiago Alba Rico. Y que sus fundadores y caras visibles son mediocres de pensamiento simple, aunque destacan como profesores universitarios y politólogos capaces de hacer un diagnóstico de la sociedad española que comparte la mayoría de la población, harta del populismo y las mentiras de la clase política.

No se qué pasará con Podemos, aunque sospecho que dependerá mucho de que en la asamblea fundacional de octubre se imponga la racionalidad y la rebeldía inteligente sobre el sectarismo y el cainismo que tanto daño hicieron a las plurales izquierdas.

Es de suponer que, tarde o temprano, el nuevo partido acabe integrado en la casta que ahora combate, que su pensamiento innovador se transforme en conservador y que sus dirigentes se conviertan en gestores del poder, como ocurrió con los activistas de Mayo del 68.

Pero mientras esto llega, como avalan la condición humana y la ciencia política, alguna voz sensata entre los suyos debería decir a los talibanes del sistema que la democracia consiste en dejar decidir al pueblo, porque explicarles la ilusión colectiva que ha despertado Podemos debe de ser demasiado para cabezas tan poco reflexivas. Son los primeros aullidos que anuncian que la fiera despierta: con el auge de Podemos regresará la extrema derecha a España, ahora en la marginalidad política o emboscada en el PP. El fascismo siempre es el último recurso de los poderes cuando sucumben ante el pánico a los cambios o la consecuencia natural del derrumbe de las clases medias.

Todos los demócratas deberían estar felices al observar que la rabia provocada por los efectos de la crisis se está canalizando a través de las urnas y no rompiéndolas, como era de temer. Esa es la verdadera Marca España y un orgullo nacional: que los jóvenes a los que su país echa a patadas o condena a la pobreza más severa se rebelen innovando la política con una revolución democrática y pacífica.

Mejor sería que se fueran enterando, porque los perroflautas no se conforman con votar. Ahora quieren gobernar.

PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 34, SEPTIEMBRE DE 2014

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