La asociación Sendas de Asturias es un ejemplo paradigmático de la importancia para cualquier territorio de contar con una sociedad civil activa y organizada. En este análisis, su presidente, Manuel López López, analiza las consecuencias de la cultura del despilfarro que se implantó en este país.

Manuel López, presidente de Sendas de Asturias, delante de la Casa del Lobo de Belmonte. Foto / María Arce.
Artículo publicado en el número 58 de ATLÁNTICA XXII (septiembre de 2018)
Manuel López López | Sendas de Asturias
Coincidiendo con la llegada del PSOE al poder, a partir de 1982 Asturias comienza a padecer un gran declive económico, debido a la brutal reconversión de actividades básicas de su economía, como eran las del sector naval, la siderurgia y la minería; sólo en la década de los ochenta y primeros de los noventa, se perdieron cerca de 50.000 empleos. Para amortiguar los efectos económicos derivados, se recibieron a través de los fondos mineros y otros programas, miles de millones de euros para la reindustrialización de las cuencas y la modernización del campo.
Pero parte de las millonarias ayudas se destinaron: a crear empresas fantasmas, construir puertos sin barcos, autovías sin coches, polígonos industriales sin industrias, museos sin contenido, adquirir fincas para proyectos que nunca llegaron a ejecutarse, subvencionar clínicas oftalmológicas, balnearios, hoteles, casas rurales y ocurrencias de todo tipo.
Calcular con exactitud cuánto dinero se recibió, se convierte en una tarea casi imposible: hay quien lo cifra en unos 8.500 millones de euros, sólo en la minería fueron 6.000 millones, prejubilaciones aparte; en cualquier caso, cantidades astronómicas sobre las que no hubo suficiente control. Pues, aunque teóricamente los fondos mineros eran gestionados por el Estado, el Gobierno del Principado, los sindicatos y los ayuntamientos que tenían minería, quien aparentemente tenía el poder sobre el reparto de toda esa lluvia de millones era José Ángel Fernández Villa, histórico líder del SOMA-UGT, ahora acusado de un delito de apropiación indebida de 1,2 millones de euros que regularizó con la amnistía fiscal de 2012, de la que aún hoy, seis años después, no se hace pública la lista de quienes se beneficiaron de ella.
Aunque teóricamente los fondos mineros eran gestionados por el Estado, el Gobierno del Principado, los sindicatos y los ayuntamientos que tenían minería, quien aparentemente tenía el poder sobre el reparto de toda esa lluvia de millones era José Ángel Fernández Villa
Cuesta creer que una persona hubiera llegado a ostentar tanto poder si no fuese con la connivencia del PSOE y PP, que como un partido único, durante estos casi cuarenta años vinieron alternándose en el poder en Asturias y en el resto del Estado, con mayor o menor apoyo del resto de organizaciones políticas y sindicales, en función de sus intereses y de la porción que les correspondiese en el reparto del pastel. La corrupción y el despilfarro, no fueron fruto del azar ni de errores o actuaciones individuales, sino de la degeneración de un sistema corrupto instalado en el poder y en las instituciones durante demasiados años, tantos como el régimen de Franco.
Mientras tanto, cada año, 15.000 asturianos dejaban el campo para establecerse en poblaciones urbanas del centro, hasta llegar en la actualidad a 672 pueblos abandonados, y un 15% menos de población en las cuencas, donde los hijos y nietos de los mineros, que no emigraron, tienen que vivir de las jubilaciones y prejubilaciones de sus padres y abuelos. De que se hubiera llegado a esa situación y tal estado de degradación, todos tenemos parte de culpa: se continuó votando a los mismos políticos ineptos y corruptos, unos por inercia y comodidad, otros porque de ellos dependía su sueldo o el de algún familiar, y otros porque aspiraban tenerlo.
La corrupción y el despilfarro, no fueron fruto del azar ni de errores o actuaciones individuales, sino de la degeneración de un sistema corrupto instalado en el poder y en las instituciones durante demasiados años
Preocupados por la situación y ante la pasividad generalizada, un grupo de personas conocedoras del gran número de equipamientos que se habían construido con fondos públicos se encontraban cerrados, incluso abandonados, en el año 2010 decidimos crear la asociación Sendas de Asturias, con la finalidad de denunciar la situación y promover su uso. Desgraciadamente la situación no ha cambiado mucho, y podría agravarse con una cuarta reconversión, la del sector energético: tenemos la mayor concentración de centrales térmicas de España, cinco en total (Aboño, Soto de Ribera, Narcea, Lada y La Pereda), con una capacidad de producción superior a los 3.000 Megawatios, de las que dependen 1.200 puestos de trabajo directos y 4.800 indirectos.
Como ocurriera en su día con la reconversión industrial y de la minería, ya empieza a hablarse de crear un Fondo para la Transición Justa para atender a las comarcas y colectivos vulnerables, y no de la creación de empleos alternativos. Así que, si no tomamos conciencia de la situación y cambiamos de actitud tomando las riendas de nuestro destino, corremos el riesgo de volver a cometer el error de dejar sólo en manos de los partidos políticos y de los sindicatos, nuestro futuro y el de las generaciones venideras, para que a cambio de prejubilaciones y ayudas sin control, negocien el cierre de empresas y la destrucción de empleo y riqueza.
Un pueblo que no se moviliza para defender sus intereses y su identidad está condenado al fracaso y al olvido.
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