David Remartínez, director de ATLÁNTICA XXII, reivindica con su nuevo libro «la mesa como lugar de reunión , y no como una reserva nocturna en un negocio de élite»

Redacción
@AtlánticaXXII
Aunque en ocasiones lo parezca, la gastronomía no es una disciplina reservada para intelectuales y coleccionistas de restaurantes caros. El fuet o los torreznos son para muchos toda una delicia, y forman parte además de nuestra alimentación cotidiana, un asunto que muchas veces los gastrónomos oficiales ignoran en sus soflamas sobre el buen comer. Eso defiende La Puta Gastronomía (El Desvelo Ediciones), el nuevo libro de David Remartínez, director de ATLÁNTICA XXII, que se presenta este jueves 7 de marzo en la librería Cervantes de Oviedo a las 19.00 horas. Un acto en el que participará también el gastrónomo David Castañón, autor de Les Fartures.
«Mi familia me enseñó a amar la comida y la bebida», relata Remartínez, quien con este ensayo «algo disparatado» quiere apelar a ese aprendizaje y «reiniciar la buena gastronomía, esa que entiende la mesa como un lugar de reunión y no como una reserva nocturna en un negocio de élite». Con esa intención, el autor recorre los 50 años de la reciente historia de España, los que van desde el bocata de calamares en la tasca hasta el food porn en las redes sociales., desgranando cómo hemos pasado «del hambre al hartazgo» y de la tortilla de patata hasta la tortilla desestructurada de Adrià, o al preparado de tortilla congelada del supermercado. Y lo hace sin dejar de lado el humor, que también fue uno de los pilares del ensayo El gabinismo contado a nuestro hijos, una crónica que repasa desde la sátira las dos décadas que Gabino de Lorenzo ejerció como alcalde de Oviedo.

El director de ATLÁNTICA XXII, que a lo largo del libro se apoya en decenas de obras y reivindica a Julio Camba o Manuel Vázquez Montalbán, incluye también en La Puta Gastronomía una pequeña colección de cuentos breves. La guinda de un pastel que le sirve como relato personal de su pasión por la comida y la bebida, «entendidas como placer, libertad y refugio para nuestras incongruencias».
A lo largo de la obra, Remartínez ataca a los «gastrónomos viejos», aquellos que «solo hablan de chefs remotos y de vinos prohibitivos y se centran en el espectáculo pirotécnico ignorando la alimentación, lo que realmente comemos la gente normal en casa y en la tasca». De ahí sus piropos a la Pantera Rosa de Bimbo o al vino tinto de Borja que vende Mercadona. Productos que sirven como ejemplo de una teoría del disfrute que se aleja de carísimos menús degustación.

«Cuanto más sencilla sea tu capacidad de goce y más humilde tu actitud, más amplia será tu felicidad delante de un mantel o de una barra», resume el autor de un libro en el que se rechazan las barreras que separan en ilustrados e ignorantes a los aficionados a la gastronomía. «Comer es, precisamente, una forma de acercarnos, no una forma de separarnos en castas», defiende Remartínez.




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