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Atlántica XXII

Que la tierra le sea leve

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Que la tierra le sea leve

El pintor Alejandro Mieres, que acaba de fallecer, recibió en 2016 la Medalla de Asturias.

Luis Feás Costilla / Periodista y crítico de arte.

La tierra se ha echado definitivamente sobre Alejandro Mieres, pintor decano del arte asturiano, fallecido el pasado martes. Nacido en Astudillo (Palencia) en 1927, en 1960 se establecería definitivamente en Gijón, al obtener plaza de catedrático de dibujo en el Instituto Jovellanos, donde se convertiría en un pionero militante de la abstracción en Asturias, en cuya defensa se enzarzaría en valiosas disputas públicas con los sectores más conservadores que ya son parte de la historia transmontana del arte, a este lado de la Cordillera Cantábrica.

Aunque siempre se ha venido vinculando su obra a las corrientes más frías del arte abstracto, ligadas a lo constructivo y a lo geométrico, en realidad su trabajo se parecía más a la labor del agrimensor, que establece lindes y delimita territorios, en cuadros que eran un canto hesiódico a la madre tierra, a los trabajos y a los días, toda vez que la luz que cambia con la jornada también formaba parte final de la obra. Parecía realizada con el denuedo de un arado romano que llevara raspando en el lienzo durante sesenta años.

En su pintura de purísimo colorido, que iba desde el tierra pardo hasta los rojos o verdes más luminosos, siempre fueron constantes las referencias geodésicas a la naturaleza, y por eso no es de extrañar que, en algunas de sus últimas exposiciones, el artista afincado en Gijón quisiera restablecer los vínculos que, a su modo de ver, unían su oficio con el entorno ecológico, del que extraía los elementos necesarios para la creación de una obra de arte.

“Hacer como hace la naturaleza” era la máxima del pintor, educador y poeta, que complementaba con otras fórmulas igualmente efectivas: “La materia es inteligente, ella se construye el orden, la forma, la estructura y el color que su vida necesita, acorde con su necesidad y el medio en que se desarrolla. Cuando esto, expresado en el arte, es captado con claridad, recibimos un impacto de placer estético que llamamos belleza”.

Una de sus características composiciones, conservada en el Museo de Bellas Artes de Asturias.

Esta belleza no sería sino un señuelo intelectual y sentimental que invitaba “a participar en común”, anhelo plenamente coherente en un artista acostumbrado a luchar por lo colectivo. Destacado militante socialista, que ocupó diferentes cargos dentro del PSOE y la FSA, en 2016 recibía de manos del presidente del Principado la Medalla de Asturias, que él mismo había diseñado treinta años antes.

Con su desparpajo habitual, de alguien que no se callaba lo que pensaba, recordó entonces que todavía no la había visto, pues en vano intentó que le fundieran en plomo una de las medallas para ver el resultado de su creación. «Les dije que pagaba de mi bolsillo la fundición de la pieza, pero ni por ésas», contó. Finalmente se la dieron de Plata.

Con motivo de ese homenaje, se improvisó una exposición que no estuvo a la altura de un artista que tiene obra en el Museo Reina Sofía de Madrid y en el Museo de Bellas Artes de Asturias. Su compromiso con el arte y los artistas le llevó también a ser parte de los grupos Astur 71 y Arte en Asturias y fundador y primer presidente de la Asociación de las Artes Visuales de Asturias.

Como muchos de sus compañeros geométricos, Alejandro Mieres siempre tuvo una cierta inquietud trascendente, que a menudo rebajaba con su sorna característicamente escéptica. En el momento de afrontar este paso definitivo, que lo entrega y devuelve a la naturaleza, es de esperar que la tierra que tanto admiró le sea leve.

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