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La Transición asturiana que no nos cuentan

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La Transición asturiana que no nos cuentan

Manifestación convocada por los organismos unitarios de la oposición asturiana (Junta y Plataforma Democráticas) el 17 de enero de 1976 en Oviedo. En la primera fila pueden ser distinguidos, entre otros, Alfredo Liñero, José Luis Iglesias Riopedre, José Uría, Pedro de Silva, Juan Muñiz Zapico, Antonio Masip, Gerardo Turiel, Paz F. Felgueroso, Ramón Fernández-Rañada, Alfredo Álvarez, Manuel García Fonseca y Ramón Cavanilles. Foto / Nebot (Fundación Juan Muñiz Zapico).

Pablo Alcántara / Historiador.

El 15 de junio fue el 40 aniversario de las primeras elecciones democráticas tras cuarenta años de dictadura. La mayoría de las veces, cuando se habla de la Transición, se alude a los prohombres que supuestamente pergeñaron la democracia. De una línea recta, con algún sobresalto, que estaba prevista hacia la democratización.

Sin embargo, realmente no fue así. Fuera de heroísmos y hagiografías que no conducen a nada, la Transición fue una época llena de incertidumbres, de improvisaciones, de cambios de chaquetas, de traiciones. Y también de lucha social y violencia política. Asturias fue uno de los puntales de toda esta etapa.

Una de las fechas que se suelen rememorar a la hora de hablar de las movilizaciones durante la Transición es la que se produjo el 17 de enero de 1976 en el Paseo de los Álamos, en Oviedo, donde la Junta Democrática y la Plataforma de Convergencia Democrática, plataformas que congregaban a todas las organizaciones de izquierdas y rupturistas con el franquismo, consiguió juntar a 2.000 personas a pesar de la ilegalización de la manifestación, que fue disuelta por la Policía Armada (los popularmente conocidos como grises).

Asturias era un auténtico polvorín de huelgas y movilizaciones tras la muerte de Franco. A principios de 1976, llegaron a ponerse en huelga 50.000 trabajadores. Sobre todo en las cuencas, los mineros de HUNOSA y los metalúrgicos de Duro-Felguera. En los siguientes meses se unieron otros sectores a la lucha: huelgas en la construcción (abril), metal (julio), camioneros (agosto), astilleros (octubre). La huelga general convocada por la COS (Coordinadora de Organizaciones Sindical, órgano unitario donde estaban CCOO y UGT) del 12 de noviembre de 1976 fue seguida por entre 33.441 trabajadores (datos del sindicato vertical) y 98.000 (datos de la COS).

Incluso en 1977, las movilizaciones en Asturias seguían siendo muy fuertes. Durante el primer semestre de ese año, hay huelgas de larga duración en Esmena (56 días), La Camocha (106 días), Industrial Alonso (más de 5 meses) y dos huelgas en Duro Felguera. La más significativa fue sin embargo la “huelgona” de la construcción, sostenida por la totalidad de los cerca de 30.000 obreros entre abril y julio de 1977 y que tuvo su importancia porque fue llevada a cabo por la CNT, la SU y sectores disidentes de CCOO, con unos planteamientos radicalizados, búsqueda de solidaridad con otras empresas, etc.

La extrema derecha tuvo mucha actividad tras la muerte de Franco, no solo en las paredes. Foto / Nebot (Fundación Juan Muñiz Zapico).

En todas las movilizaciones, las mujeres también tuvieron un papel importante. Una fecha a recordar es el 11 de febrero de 1976, día del encierro que 250 mujeres hicieron en el Arzobispado de Oviedo por la detención de 6 mineros de los cuales no se sabía su situación.

En la Transición, la violencia política jugó un papel fundamental durante todo el proceso, influyendo a las diferentes organizaciones y a la sociedad en general. Unas fuerzas de seguridad del Estado que no habían sido depuradas del franquismo y con unas prácticas condicionadas por el orden público de la dictadura y no por la seguridad ciudadana fueron las que propiciaron que muchas de las movilizaciones, sobre todo al principio del proceso, acabaran en enfrentamientos con los agentes. También en el caso asturiano, destacando lo que pasó el 1º de Mayo de 1977 en Gijón, el primero legalizado.

Así contó lo sucedido Mundo Obrero: “Con una dureza igual cargaron las Fuerzas de Orden Público contra los trabajadores que pretendían llegar hasta la Plaza de Toros de Gijón al mitin celebrado conjuntamente por las centrales. Entre los heridos se encontraban el profesor Francisco de Asís, al que la Fuerza le fracturó una pierna, y Alberdi, secretario de CCOO, que tuvo que ser hospitalizado por una amnesia momentánea”.

Y esta violencia policial se evidenció en otras movilizaciones y huelgas. De hecho, en abril de 1980, se creó una Comisión Ciudadana en Defensa de la Libertades que pedía que se dejara de utilizar el decreto de la Ley Antiterrorista proclamado por UCD contra los ciudadanos asturianos y se terminara con las detenciones de los estudiantes que luchaban contra el Estatuto de Centros Docentes.

54 personas fueron víctimas de la violencia policial entre noviembre de 1975 y diciembre de 1982 en toda España. En Asturias fueron asesinadas por las fuerzas de Orden Público en estos años 2 personas: Valeriano Martínez Pérez en 1979 y Abel Muñiz Corral en 1981. Y una persona fue herida de bala: Agustín Delestal Sánchez, en 1976. En 1984, dos años después de la llegada al poder del PSOE y de terminada la Transición (según la mayoría de estudiosos de la época), era asesinado durante unos disturbios policiales un estudiante, Raúl Losa García.

Agustín Delestal Sánchez

Agustín Delestal recibió un disparo cuando hacía una pintada en Avilés en 1976.

Debido a la crisis del petróleo de 1973, la siderurgia española se tambaleaba en sus cimientos. Y Ensidesa, una de las más grandes industrias de Europa, era un gigante con pies de barro. En 1976 se anunció el cierre de varias de sus plantas en Asturias, lo que provocó una movilización sin precedentes en la región. Mieres, una de las ciudades que se veía afectada por el cierre de la empresa, congregó una manifestación de 35.000 personas contra el cierre el 21 de julio. Anteriormente, en Avilés, en enero, hubo un paro que hizo que fueran suspendidos de empleo y sueldo 8.000 trabajadores.

En medio de todas esas movilizaciones, justo el día antes de la de Mieres, Agustín Delestal Sánchez, un joven trabajador de Ensidesa-Avilés, miembro de la UGT y de la ORT, fue herido de bala mientras hacía una pintada. La bala le penetró por la espalda, a la altura de la escápula, y salió por el pecho, después de haber atravesado la pleura. Trasladado inmediatamente al Hospital General de Asturias, en Oviedo, tuvo que ser intervenido quirúrgicamente. Durante la operación le fueron extraídos 700 centímetros cúbicos de sangre de la pleura.

La UGT convocó movilizaciones en la ciudad para el sábado 24 en solidaridad de su compañero herido. En la manifestación participaron 300 personas, que, debido a la cantidad de policía que había, solo desplegaron unas pancartas en solidaridad con Agustín durante unos minutos. Ese mismo día, el trabajador herido salió del hospital.

Incluso la revista de su sindicato, Metal U.G.T., le dedicó una portada que ponía “Joven metalúrgico militante de U.G.T, víctima del terrorismo oficial” y en la que se pedía apoyo al rey y a Adolfo Suárez. Pero nadie fue depurado de sus responsabilidades ni juzgado.

Valeriano Martínez Pérez

A mediados de septiembre de 1979, los camioneros de Asturias y de todo el país, convocados por Cesintra -pequeños transportistas- y Asetra -grandes agencias de transportes-, fueron a la huelga. Pedían subidas en las tarifas y los pagos a 90 días, y no a 180 como hacían las grandes empresas. Durante 44 días se mantuvo una huelga de camioneros con piquetes que colapsó Asturias.

En uno de esos piquetes, el 19 de octubre, actuó la Guardia Civil. Los camioneros interceptaron un convoy de la Central Lechera Asturiana. Los guardias comenzaron a “disparar al aire” como frecuentemente hacían en las manifestaciones, hasta siete veces contra los camioneros. Una de esas balas llegó al pulmón de Valeriano Martínez Pérez, de 41 años, dirigente de Cesintra. Murió en el hospital.

Todos los camioneros de España convocaron dos días de huelga pidiendo que se esclarecieran los hechos. Y pusieron crespones negros durante una semana. Pero nadie fue depurado de sus responsabilidades ni juzgado.

Abel Muñiz Corral

La noche del 14 de mayo de 1981 en Gijón fue una noche de disparos. Un policía nacional de paisano, que iba a visitar a un amigo, quiso identificar a cuatro chavales de “actitud sospecha”, según la versión de Gobierno Civil. Dos le enseñaron la documentación. Pero los otros dos se negaron “zarandeando” al policía, según la versión oficial. El policía disparó a uno de ellos. Juan Abel Muñiz Corral, de 19 años, murió al instante a causa de los disparos.

El caso causó tal impacto en la opinión pública que incluso llegó al Congreso de los Diputados. Horacio Fernández Iguanzo, diputado del PCE por Asturias, preguntó al Ministerio del Interior por las causas de la muerte de Abel Muñiz Corral. Y el ministro dio el nombre del policía que disparó al chico: Jesús Chao Díaz, que, “después de haber visitado varios bares”, como se especifica en la respuesta por carta del ministro, pidió identificación a varios chavales. Abel Muñiz Corral se negó a identificarse y el policía realizó dos disparos al aire. Y después efectuó sobre el joven otros dos disparos.

Aquí sí hubo depuración de responsabilidades. El policía fue suspendido de sus funciones el 19 de mayo. Más de medio año después, el 23 de enero de 1982, fue condenado a nueve años de cárcel y a pagar una indemnización de tres millones de pesetas a la familia de Abel Muñiz Corral.

Raúl Losa García

Raúl Losa murió durante las movilizaciones del sector naval en Gijón en 1984.

Era el año 1984, mes de octubre, día 23. En Gijón, los trabajadores del sector naval llevaban varios días en huelga y luchando en las calles, formando barricadas, incluso con automóviles. Continuamente las Fuerzas de Seguridad del Estado cargaban contra ellos. El motivo de las movilizaciones era la reconversión industrial que el Gobierno de Felipe González estaba llevando a cabo.

Ese día se realizó una manifestación en la que participaron muchos jóvenes. Entre ellos, Raúl Losa García, de 19 años, estudiante de Formación Profesional. La manifestación acabó como muchas de aquellos días, con disturbios policiales. Los manifestantes comenzaron a formar barricadas para protegerse de la policía. Una de esas barricadas se quiso formar en la calle Manuel Llaneza, donde estaba Raúl. Sin embargo, Manuel Álvarez Martín, joyero, no quería que utilizaran su coche para hacer una barricada. Bajó a la calle con una pistola. Realizó cuatro disparos para disuadir a los manifestantes. Tres al aire. Pero el cuarto disparo afectó al joven Raúl, matándolo en el acto.

Al día siguiente se convocó una huelga general en la ciudad convocada por CCOO, USO, CNT, CSI y SUATEA que paralizó por completo la ciudad. Y hubo una manifestación con 50.000 personas.

En Oviedo, el presidente del Principado, Pedro de Silva, estaba tan preocupado por la situación de rebelión social que se estaba formando tras la muerte de Raúl que hizo un comunicado haciendo “un llamamiento a todos los miembros de sus organizaciones, y a la ciudadanía en general, para que contribuyan con su actitud individual y colectiva al restablecimiento de un clima de convivencia”.

Los hechos transcendieron tanto que en la ciudad hay una placa, en el edificio que hace esquina entre Manuel Llaneza y Decano Prendes Pando, que recuerda aquellos hechos.

Óptica crítica

La Transición no fue la época tranquila y pacífica que los relatos épicos sobre estos años nos cuentan. Fue una etapa convulsa, llena de lucha social y violencia política. Y en la actualidad, estas personas que fueron heridas y asesinadas por la policía por luchar contra la dictadura franquista y contra la reconversión industrial no han sido reconocidas por el Gobierno ni se les ha pedido perdón a sus familiares jamás.

Tampoco se han depurado responsabilidades en la mayoría de los casos, salvo honrosas excepciones. Es necesario estudiar esta etapa con una óptica crítica. Y que, sobre todo, aquellas personas que lucharon y se jugaron la vida por la libertad no caigan en el olvido y sus culpables no sigan en la impunidad.

PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 50, MAYO DE 2017

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