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Atlántica XXII

«Los cronistas árabes niegan que hubiera ninguna batalla en Covadonga»

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«Los cronistas árabes niegan que hubiera ninguna batalla en Covadonga»

David Arbesú participa este martes a las 19.30 en una charla en el Manglar de Oviedo sobre la Batalla de Covadonga desde el punto de vista de los historiadores árabes

David Arbesú en su despacho. (Imagen de Aimee Blodgett)

David Arbesú (Oviedo, 1978) es uno de los medievalistas actuales más importantes del mundo. Es Profesor Titular de Literatura en la University of South Florida (Tampa, EE.UU.), donde dirige el Programa de Másters y enseña cursos de literatura medieval y del Siglo de Oro.

Licenciado en Filología Inglesa por la Universidad de Oviedo, se doctoró en Filología Hispánica en la Universidad de Massachusetts con una tesis sobre el Rey Pelayo y la batalla de Covadonga.

Es editor de reseñas de la revista La crónica y miembro del consejo editorial de literatura medieval española de Harvard University Press. Además, ha publicado artículos sobre las crónicas medievales de la Batalla de Covadonga y autores como Cervantes, Quevedo y Lope de Vega en revistas internacionales, caso del Anuario de Estudios Americanos o Hispamérica. Es autor de varios libros y ediciones de obras medievales como La Fazienda de ultramar y de autores del Siglo de Oro como Juan Pérez de Montalbán o Lope de Vega.

En 2012 descubrió en Asturias un manuscrito con el testimonio más completo de la conquista y colonización de la Florida por Pedro Menéndez de Avilés, que publicó por primera vez en Estados Unidos con el título Pedro Menéndez de Avilés y la conquista de Florida: un nuevo manuscrito (Florida, UP, 2017).

Este martes estará en el Manglar de Oviedo ofreciendo una charla titulada ‘La batalla de Covadonga según los historiadores árabes’, en compañía de Isabel Ruiz de la Peña, Profesora de Historia del Arte de la Universidad de Oviedo. Hoy hemos hablado con él.

¿Cómo es el día a día de una persona que viaja tanto?

Pues depende mucho del mes. Hay semanas enteras que me las paso en casa, escribiendo, sin apenas salir, y con alguna clase los lunes o miércoles en la universidad. Otros meses viajo mucho por investigación o conferencias. Este año, por ejemplo, he venido a España en tres ocasiones distintas y el verano lo pasé en Madrid y Alcalá de Henares visitando bibliotecas. También este año he viajado a Perú, Italia, Inglaterra y varios lugares de Estados Unidos como Nueva York o Washington DC, a veces por conferencias o a veces por investigación en archivos y bibliotecas.

Este número de Atlántica XXII contiene un monográfico sobre Asturias bajo el título «¿De que vamos a vivir?». Tú estudiaste por la Universidad de Oviedo y vives en Estados Unidos. ¿Qué te lleva a tomar esa decisión de irte fuera?

Me fui de Oviedo por vocación docente. La universidad tenía (y tiene) un convenio con la Universidad de Massachusetts que al principio, el año que me correspondía, no solicité. Pero luego me enteré de que en Estados Unidos las universidades permiten que el estudiante enseñe clases mientras cursa el master o el doctorado, y ese fue el motivo por el que me decidí. Yo tenía muy claro que quería ser profesor, y en España no había manera de ponerme al frente de una clase a los 24 años. Luego, una vez allí, te das cuenta de que en Estados Unidos las posibilidades de ascender y conseguir trabajo en lo que te gusta, sobre todo en un campo cada vez más castigado por la política y la sociedad, son infinitamente mayores que en España, así que me quedé. La verdad que he tenido mucha suerte porque nunca me ha faltado trabajo en mi campo, literatura medieval y del Siglo de Oro, lo cual no es muy corriente hoy en día y cada vez se cierran más y más puestos.

¿Te dio entonces una oportunidad que aquí es casi imposible de imaginar?

Como ya comenté, en EE.UU. yo descubrí un doctorado en el que no sólo me pusieron al frente de una clase desde el primer día, sino que además no tuve que pagar nada y ellos me pagaban a mí un sueldo. Además, uno tenía la impresión de que, trabajando, se podían ascender peldaños poco a poco y tener siempre trabajo, como afortunadamente así ocurrió. Eso no es lo normal en España, donde muchos estudiantes hacen un doctorado sin ningún tipo de expectativa laboral. También, obviamente, los sueldos allí son cuatro veces superiores a España, la universidad es mucho más relajada (uno tiene muchísima libertad personal) y es muchísimo más fácil hacer investigación.

¿Te gustaría volver? 

Sí me gustaría, porque a pesar de las enormes ventajas laborales que ofrece Estados Unidos se echa muchísimo de menos el modo de vida de España y Asturias. Los estadounidenses viven orientados al trabajo y no hay apenas vida social o comunicación entre las personas. El problema es que regresar es cuestión casi imposible por la situación laboral de España.

En la charla de mañana hablaréis sobre la historia de la batalla de Covadonga pero desde el punto de vista de los historiadores árabes… ¿Cuáles van a ser los puntos clave de este debate?

Vamos a hacer un recorrido por los diferentes cronistas árabes que han recogido una descripción de la Batalla de Covadonga para comprobar que, en realidad, todos están haciendo referencia a una única versión de una crónica hoy perdida, conocida en castellano como la Crónica del Moro Rasís. Es interesante ver el punto de vista de los historiadores árabes porque difiere muchísimo del que encontramos en las crónicas del Reino de Asturias.

¿Hay diferencias entre la visión tradicional que nos cuentan de esa batalla y la narrada por los historiadores árabes?

La versión de la batalla que nos han transmitido los cronistas árabes es completamente distinta, hasta el punto de que ellos niegan que hubiera una batalla. La versión árabe habla de trescientos cristianos encastillados en una roca (que ellos llaman la Roca de Pelayo) y los árabes, no pudiendo llegar hasta ellos, los dejan morir de hambre hasta que sólo quedan treinta. En ese momento los árabes, aburridos, se marchan de la zona porque creen que esos treinta «bárbaros» no pueden ya causarles problemas. Las crónicas posteriores, escritas ya en los siglos X y XI, se lamentan del error que cometieron ese día, afirmando que debían haber apagado «las chispas de un fuego que estaba destinado a consumir todos los dominios del Islam en esta parte». Como se ve, esta versión es muy distinta de la de Alfonso III, en la que encontramos un ejército de 187.000 árabes y dos milagros con los que se aniquila a las tropas musulmanas.

Parece que el origen del Rey Pelayo sigue suscitando debate al ser además una figura tan «sagrada» para los asturianos. ¿Qué se sabe concretamente de su origen?

De Pelayo se sabe muy poco, principalmente porque solo se pueden sacar datos de las crónicas asturianas (Albeldense y Alfonsina), que son exageradísimas y poco fiables, y de algunos autores árabes. Todas las crónicas coinciden en que Pelayo pertenecía a la nobleza visigoda, algo por lo demás muy lógico, aunque dependiendo de la crónica se le da más o menos categoría. Es decir, siendo noble, unas crónicas le conectan más directamente con los reyes y otras menos. De los datos que tenemos se deduce entonces que Pelayo pertenecía a la nobleza visigoda y que probablemente tuviera tierras en Asturias, razón por la que escogió refugiarse aquí tras la invasión árabe. Un cronista árabe afirma precisamente que los árabes lo tenían retenido en Córdoba como rehén, y que después se escapó a las montañas «de donde era natural». Más allá de eso no se sabe mucho excepto por las descripciones de la batalla de Covadonga, y luego obviamente sabemos el nombre de su hijo (Fávila) y sus otros descendientes…

 

 

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