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Los últimos mineros de la isla del carbón

Afondando

Los últimos mineros de la isla del carbón

Algunos de los últimos mineros de Gran Bretaña. Foto / Andrea Baldo.

Algunos de los últimos mineros de Gran Bretaña. Foto / Andrea Baldo.

Rita Álvarez Tudela / Periodista (Kellingley, Gran Bretaña).

A las puertas de la entrada principal a la mina de carbón de Kellingley reposan dos botas altas sobre el suelo. Son de color marrón pero están gastadas y tienen polvo. En la bota izquierda está escrita la fecha del 6 junio de 1982 y, en la de la derecha, 18 de diciembre de 2015. Podría parecer que son números puestos al azar, pero están escogidos con mimo.

Abarcan desde el comienzo al final de los 33 años de trabajo de uno de los mineros británicos con más experiencia, quien completó su último turno en esta histórica mina británica hace apenas unas semanas. Con el cierre de Kellingley se da un doble carpetazo al trabajo de los 450 mineros que quedaban en activo y también a un sector energético del que el Gobierno británico quiere olvidarse.

En la última jornada de trabajo, algunos mineros se dan la mano, otros optan por abrazos. En sus caras se ve una mezcla de ira, frustración y miedo. En la mayoría de los casos rondan los 60 años y están a punto de retirarse o, lo que es lo mismo, su vida es la mina y a ella han venido cada día desde que acabaron el colegio.

Ese es el caso de Steve Harper, quien a sus 62 años lleva los últimos 42 como minero. Para Harper el cierre es “una farsa” y demanda al Gobierno de David Cameron que le gustaría ver “la política energética alternativa” de la que tanto habla, apuntando a que todavía quedaban ahí abajo reservas de carbón para, al menos, los próximos 15 años.

“Creo que el Gobierno podría habernos dado más inversión. Creo que lo que pasa en realidad es que Reino Unido está en un punto donde no quieren mantener un salario bueno para un día duro de trabajo”, puntualiza, dejando claro que tiene que seguir viviendo y encontrar un nuevo puesto que al menos le dé la mitad de lo que estaba ganando hasta ahora.

Otro grupo de mineros, los más jóvenes y a los que todavía les quedan años para poder retirarse, se dejan asesorar por el centro para la búsqueda de empleo Jobcentre Plus, desde donde tratan de darle un cambio a sus carreras y buscarles nuevas oportunidades. Además, un foro de empresarios locales realizó un encuentro donde buscó a potenciales trabajadores para sus empresas entre los que dicen adiós a la mina.

Uno de los que no tiene claro qué será de su futuro es Andrew Rowe Selby. Tiene 44 años y lleva 25 en la mina. Su padre también fue minero durante 39 años y ahora trabaja como guía en el museo de la minería en la ciudad de Wackefield. “Me siento ridículo con el cierre de la mina, es difícil de explicar”, reconoce, al tiempo que añade que es difícil encontrar otro trabajo. “Es como empezar todo de nuevo, como volver a la escuela”, dice mientras confiesa que terminará conduciendo un camión.

Otro es Jerry Wood, lleva 34 años en la mina a sus apenas 49. Tomó junto a sus hermanos el testigo de su padre y su abuelo. “Es una situación desgarradora, solía ​​viajar 50 millas para venir a trabajar aquí”, reconoce este minero que tiene experiencia trabajando en tres pozos diferentes y que cree que desempeñar en el futuro un trabajo en una fábrica y ganar el salario mínimo no es la solución.

Mafia rusa y trabajo infantil

Cientos de minas de carbón habían cerrado en Reino Unido desde1984, pero la de Kellingley había sobrevivido. Sin embargo dejó también de ser rentable en los dos últimos años y nadie quiso invertir en ella para actualizar sus equipos y evitar lo que parecía la crónica de una muerte anunciada. “Estoy triste al ver el final de la industria”, reconoce el minero Stephen Walker, de 50 años. “Es un día triste para todos nosotros pero tiramos juntos de esta industria y eso es lo que siempre hemos hecho”.

Russell Davis, con 33 años de trabajo como minero a sus espaldas, resume así lo ocurrido: “Me siento muy mal por el cierre de la mina, pero tengo 50 años y puedo optar a una pensión. Para el Gobierno ha sido más fácil ahora que cerrar hace años porque saben que ahora no hay muchos jóvenes aquí”. Davis cree que hace 18 meses todo lo que necesitaban era 23 millones de libras para invertir en nuevos equipos. “Nadie quiso prestarnos dinero y lo peor es que ahora han reconocido que necesitaron 25 millones de libras para cerrarla”.

A este hecho, se suma la feroz competencia de mercados como Colombia y Rusia, así como por la caída de la demanda interna y políticas como las tomadas en la Cumbre de París para proteger el medio ambiente y disminuir los niveles de contaminación. Ahí es donde ataca Sheldon Griffin, que llevaba trabajando en la mina desde 1977 como supervisor. “Entiendo que todos tenemos que cambiar y ser más responsables con el clima y la energía, pero el Gobierno podría haber apoyado la mina de carbón por otros 10 años”, cuenta Griffin, para quien “el carbón que viene importado es de la mafia rusa y de minas colombianas en las que se emplea trabajo infantil”. Griffin no está listo para “retirarse y sentarse en casa” y explica que tras la Navidad se formará como especialista en fibra óptica.

La mina de Kellingley cerró el pasado mes de diciembre. Foto / Andrea Baldo.

La mina de Kellingley cerró el pasado mes de diciembre. Foto / Andrea Baldo.

Un estilo de vida

Entre los mineros, muchos son los que acusan directamente al Gobierno británico actual y a los anteriores de falta de compromiso con su trabajo. Ese es el caso de  Stewart Loynes, un minero de 38 años que lleva 11 en la mina. “Básicamente creo que el cierre está orquestado por el Gobierno”.

Loynes explica cómo Inglaterra es una isla construida en carbón, en la que hay millones y millones de toneladas en el suelo a las que se puede acceder con facilidad. “¿Usted ve muchas centrales eléctricas dentro de una ronda de 20 millas? Pues estamos trayendo carbón más barato desde Colombia, pero ¿a qué coste?”. Este minero aún no ha empezado a buscar otro trabajo. Pasará las navidades en familia y con sus hijos y moverá ficha en 2016 para triunfar en el siguiente reto.

Otros mineros durante la celebración de su copa de Navidad en un pub llamado Broken Bridge apelan al papel que jugó el carbón durante la Revolución Industrial británica. Ese es el caso de Corwyn Donovan, quien a sus apenas 27 años tiene ya una década de experiencia a sus espaldas.  “Me siento desesperadamente triste. Es una pérdida enorme. Un derroche de talento, de los recursos. Este Gobierno da la espalda a un grupo de personas en una industria que construyó el país. El carbón proporcionó el poder que la Revolución Industrial necesitaba para triunfar y eso fue lo que supuestamente hizo a Gran Bretaña grande”, subraya.

Mientras, Neal Helliwell, 50 años y 34 de experiencia laboral, se siente “muy triste” y lamenta que las tasas sobre el carbón local sean del 70% mientras que las de las importaciones ni se aproximan. “Si el Gobierno actual del Reino Unido hubiese reducido tal cantidad de impuestos, todavía tendríamos carbón local durante los próximos. Todo es político”, lamenta.

En esa línea, Wayne Hallison, hijo y nieto de mineros, a sus 50 años y 35 de trabajo en Kellingley, cree que el Gobierno debería haberles ayudado más. “Lo cierto es que si soy sincero no vimos muchos cambios en los diferentes Gobiernos”, dice.

Para Garry Owen, de 56, se trata de un día triste para una comunidad tan cercana como la minera. Con 38 años de experiencia a sus espaldas, recalca que no “había ningún problema con la seguridad” y explica cómo “una vez que has estado allí por una semana o dos se confía al máximo en los compañeros de trabajo, tomando el testigo para cuidar de los que vendrán después: todo el mundo respeta y cree en las personas que vinieron antes”.

Además, Rob Cheney, de 48 años, cree que ser minero “no es solo un trabajo, sino un estilo de vida”. Cheney ha abierto ya un negocio propio para abrirse un camino tras el cierre, pero reconoce que le cuesta adaptarse a una situación “totalmente diferente” y lamenta que “toda la experiencia en la minería se vaya a perder. Tenemos los mejores mineros del carbón en el mundo”.

Marcha solidaria

En Kellingley más de 3.000 personas se unieron en una marcha con motivo del cierre de esta mina en el norte de Yorkshire. Era una reunión en solidaridad con los mineros, organizada por las viudas de dos de ellos, fallecidos en este pozo, Lisa Cheney, de 33 años, y Kirsten Sinclair, de 48. “Estoy molesta de que hayamos llegado a esto y de no haya nada que podríamos haber hecho para mantener la industria minera en este país”, recalcó ésta última.

Había familias, niños y mineros llegados de todo el país que querían dar su apoyo, animar y aplaudir a los mineros. Algunos manifestantes portaban pancartas y otros pegatinas amarillas con las siglas NUM (Unión Nacional de Mineros), otros tiraban del lema “El carbón no es limosna”, utilizado en las huelgas mineras en la década de los años ochenta.

“Va a tener un enorme impacto en la comunidad. Todo el mundo se verá afectado”, decía la señora Smith, una de las que participaba en la marcha. “Nada ha sido arreglado para ellos y pensábamos que este día no iba a llegar nunca. Estos hombres necesitan apoyo y afecto por todo lo que han hecho por nosotros con su trabajo duro”.

Tras recorrer casi dos kilómetros al ritmo de los acordes de la banda Knottingley Silver Band, la marcha llegó a su destino final, donde muchos mineros se secaban las lágrimas de los ojos mientras les cantaban “Danny Boy”, una canción tradicional irlandesa que era interpretada por una mujer cuando el hombre al que ama se iba a la guerra y, en su versión más actual, como lamento a unos mineros que se quedan sin trabajo.

Otra de las presentes era la diputada laborista Yvette Copper, cuya circunscripción se sitúa en las inmediaciones de la ya cerrada mina, conocida popularmente como “Big K”, que comenzó su producción en abril de 1965. “Es genial tener a tanta gente aquí para sumarse a la marcha. Esto demuestra el fuerte apoyo de toda la comunidad”, recalcó.

“El pozo no solo ha sido parte de este pueblo, sino también parte de nuestro patrimonio industrial desde hace mucho tiempo y creo que todo el mundo quiere mostrar su solidaridad con los últimos mineros del Reino Unido”, añadió la política. A los pocos minutos, la marcha llegó a su fin y se pudo ver a los mineros secándose las lágrimas.

PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 42, ENERO DE 2016

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