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Atlántica XXII

Manuel Tarín: «El chamán ha desaparecido»

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Manuel Tarín: «El chamán ha desaparecido»

Manuel Tarín vive en Oviedo. Foto / Pablo Lorenzana.

Manuel Tarín vive en Oviedo. Foto / Pablo Lorenzana.

GALERÍA DE HETERODOXOS/AS. En una Plaza de la Escandalera de Oviedo tomada mayoritariamente por jóvenes indignados en los días siguientes al 15-M pronto sobresalió Manuel Tarín, y no solo por su altura. Manolo, el médico, el dentista indignado, se ha convertido desde entonces en un habitual de movimientos, manifestaciones y plataformas. Nacido en San Fernando de Henares (Madrid) en 1957, fue militante de CNT en la Transición y okupa en Madrid a principios de los años ochenta. 

Diego Díaz / Historiador.

¿Nacer en un pueblo “rojo” como San Fernando de Henares imprime carácter?

Me marcó. En la posguerra habían ido a parar a San Fernando muchos perdedores de la guerra y eso se nos notaba por ejemplo en que había una presencia de la Guardia Civil muy importante. Mucho mayor que en otros pueblos de la zona. Recuerdo por ejemplo que de vez en cuando se llevaban a gente del pueblo a Madrid, a la Dirección General de Seguridad. Son cosas que se te quedan. Era un pueblo bastante pequeño, fundamentalmente agrícola, pero a finales de los años cincuenta se industrializó muy rápido y vino mucha gente de otras partes a trabajar.

¿En casa qué ambiente había?

Mi padre había trabajado desde pequeño en una fragua y luego entró a trabajar en una empresa del metal. Se desvivía por la empresa, para él la empresa lo era todo. Incluso a veces iba a trabajar días sueltos en vacaciones porque había algún problema y le llamaban para que fuera. Les tenía una gratitud enorme que no podía entender. Cuando yo tenía trece años enfermó de silicosis, porque en la fábrica trabajaban sin ningún tipo de seguridad, y no tuvieron ningún tipo de atención por él. Podían haberle puesto de portero o algo así, pero no, le mandaron a casa, y la familia empezó a pasar muchas penalidades económicas. Me puse a trabajar en el bar de unos tíos, pero seguí estudiando por las noches. Me gustaba la medicina pero como había poco dinero me hice practicante, que se parecía y necesitaba unos estudios más cortos.

¿Trabajando y estudiando tenía tiempo para participar políticamente?

Poco. Recuerdo la dureza de los últimos años del franquismo, los grises en la Complutense y las tanquetas que utilizaban. Participé políticamente lo que pude pero era difícil porque tenía que estudiar y al mismo tiempo trabajar por las noches en un drugstore. Simpatizaba con las ideas libertarias y entre 1975 y 1977 milité en la CNT. Un sindicato muy combativo y que el poder hizo todo lo posible por marginar, por cierto, con el consentimiento de la izquierda, por ejemplo negándole el patrimonio sindical al que tenía derecho y que sin embargo concedieron a CCOO, que no existía antes de la guerra.

¿Cómo llega al anarcosindicalismo?

A través de gente de mi pueblo. Nos reuníamos en los locales de una parroquia que llevaba un cura joven, progresista. Había algún viejo anarquista, pero sobre todo éramos chavales de veinte años o poco más. Éramos gente muy diferente, muy dispersa, muy difícil de cohesionar. Un ambiente bastante parecido al del 15-M. Bastantes venían del movimiento hippie y tenían ideas muy pacifistas, y otros estaban por acciones más contundentes, incluso violentas. De hecho, algunos terminaron en grupos armados. También hubo bastantes que luego, después de 1982, acabaron siendo altos cargos en el PSOE. Me indigna mucho cuando hay gente que crees que está a lo mismo que tú y luego resulta que está utilizando los movimientos sociales como trampolín para promocionarse. Es una sensación que volví a tener en el 15-M y que me llevó a ser a veces injusto con gente que luego descubrí que era totalmente sincera en sus intenciones.

¿Cómo definiría el anarquismo?

Nada más lejos de un anarquista que lo que dice el diccionario sobre qué es la anarquía. Creo que el anarquismo es básicamente la libertad de decidir cada uno lo que quiere hacer con su vida. Ser crítico con todo. Incluso con uno mismo. Rechazar los liderazgos y el ser líder. En el momento que en un movimiento o una organización te crees imprescindible lo mejor es irse. Muchas de estas ideas no me llegaron a través de los libros sino de mi abuelo, que es una de las personas que más me ha influido en la vida.

¿Era anarquista?

En la guerra luchó con los anarquistas, pero no era una persona especialmente comprometida políticamente ni con estudios. Sin embargo tenía una gran sabiduría. Era agricultor. Una especie de filósofo de pueblo. Tenía ideas muy individualistas, en el sentido de muy críticas, de no dejarse gobernar por nadie. Siempre me dijo que no tenía que dejar que me dirigiera o controlara nadie que no fuera yo mismo.

Tarín a la entrada de La Madreña, ya derribada. Era uno de sus usuarios. Foto / Pablo Lorenzana.

Tarín a la entrada de La Madreña, ya derribada. Era uno de sus usuarios.
Foto / Pablo Lorenzana.

Okupa en Madrid

¿Vivió el desencanto?

Hubo un momento en el que parecía que en este país podía darse una gran transformación, pero pronto vimos que la mayoría de la sociedad tenía mucho miedo y que estaba dispuesta a contentarse con muy poco. Ahora se habla del miedo, pero entonces había mucho más, bloqueaba a la gente. Incluso los que más habían peleando contra la dictadura estaban cediendo con los Pactos de la Moncloa y admitiendo cualquier cosa con tal de poder legalizarse. En 1977, cuando veo que no se va a lograr aquello por lo que luchábamos me salgo de la CNT, donde ya había actitudes que tampoco me gustaban. Me salí pero mantuve relaciones con gente del ambiente libertario. A principios de los años ochenta viví con algunos compañeros de okupa en diferentes pisos de Madrid.

¿Okupando?

Si, con unos cuantos amigos. Buscábamos pisos vacíos que estaban en litigios o así. Teníamos un contacto en el juzgado que nos avisaba y para allá íbamos. Durábamos generalmente poco. En cuanto podían nos echaban y no oponíamos ninguna resistencia. Recogíamos nuestras cosas y nos íbamos.

Comienza a trabajar casi al mismo tiempo que se produce la gran expansión del sistema público de salud.

Terminé la carrera de Medicina mientras trabajaba como ATS. Los años ochenta fueron los mejores para la sanidad pública española. Volvieron muchos médicos españoles que trabajaban en el extranjero, se abrieron nuevos hospitales, se crearon centros de atención primaria. Mejoró mucho la formación con la creación del MIR, que democratizó el acceso a la profesión, que antes se hacía mucho a partir de contactos personales. Si la Ley General de Sanidad se hubiera cumplido en su totalidad habríamos tenido la mejor sanidad del mundo, incluso por encima de la británica. Una cosa fundamental que se quedó por el camino es la participación de los usuarios en el sistema de salud. Estaba previsto en la ley pero no se desarrolló.

También es el momento en que la medicina se convierte en una profesión más elitista y menos plebeya.

Cuando empecé a trabajar como médico de familia alguna gente no se creía que fuera médico porque iba con camiseta y llevaba el pelo largo. En esa época los médicos se hicieron más accesibles, aunque no todos.

Es también cuando llega a Oviedo, ¿no?

Si. Llegué aquí en 1984 u 85 porque mi mujer sacó plaza de profesora en la Universidad de Oviedo y nos vinimos. Me pareció una ciudad un poco provinciana. Aunque hay de todo me parece que hay mucho cinismo e hipocresía. Creo que Gijón es diferente para eso, que la gente funciona de otra forma. Siempre me parece que en Gijón me habría sentido más arraigado. Aunque es verdad que ahora no lo noto tanto, quizá porque la ciudad haya cambiado o por el tipo de gente con la que me relaciono.

¿Cuáles deben ser las cualidades de un buen médico?

La accesibilidad, la cercanía… Que el paciente no tenga miedo a preguntarte nada. Transmitir confianza. Por eso es importante que una persona tenga siempre el mismo médico, porque es imposible por bueno que seas generar esa empatía sin un poco de tiempo. Por eso también hace falta trabajar sin prisa, poder destinar al menos diez minutos a cada paciente. Antes se insistía más en ese aspecto psicológico de la medicina. Ahora lo echo de menos. Me desagradan esos médicos que menosprecian a los pacientes. Hay muchos médicos que se creen semidioses con plena potestad sobre sus pacientes. Eso es un error. El chamán ya ha desaparecido. No puedes imponer, no hay certezas, tienes que aconsejar, siempre hay como mínimo dos opciones. Que sea el paciente el que tome la decisión.

¿Le ha tocado comunicar a alguien que se iba a morir?

Sí.

Debe de ser terrible.

Hay que comunicar con tacto, pero no puedes ocultar algo así a una persona. Si tienes una enfermedad eres tú quien tiene que gestionar eso y no un familiar. Estoy totalmente a favor del derecho a la muerte digna. Lo que hicieron contra el doctor Montes en Leganés no tiene nombre. Un equipo de profesionales estupendo que trabajaba de maravilla y que destrozaron desprestigiándolos, diciendo mentiras y calumnias sin fundamento.

¿Y la responsabilidad de cometer un error?

No hay quien no se haya equivocado alguna vez en esta profesión, y quien lo niegue es un hipócrita. En ese caso lo que tienes que hacer es darte cuenta de que te has equivocado y tratar de arreglarlo cuanto antes.

¿Cómo podría mejorar nuestro sistema sanitario?

Con la concienciación de que es un asunto de todos. El sistema no puede depender solo del criterio de los médicos. Los usuarios deberían tener mucho más peso y protagonismo. Por otro lado no creo que los gestores tengan que ser necesariamente médicos. Lo importante es que sean buenos gestores y que gestionen atendiendo los criterios de médicos, usuarios y personal. Tiene que ser una gestión equilibrada, no caer en los recortes como los que están haciendo pero tampoco en un gasto innecesario. Hacer buena medicina no significa que el sistema tenga que ser un pozo sin fondo de recursos económicos. Hay que gastar bien el dinero.

Tarín durante un desahucio en Ciudad Naranco (Oviedo). Foto / Mario Rojas.

Tarín durante un desahucio en Ciudad Naranco (Oviedo). Foto / Mario Rojas.

El toque libertario del 15-M

¿Cuándo se hizo dentista?

Estaba cansado de la Seguridad Social. Quería probarme a mí mismo, ver si era capaz de empezar de cero otra vez y ser mi propio jefe. Además me gustaba el trabajo porque lo haces tú todo y tenía antecedentes en la familia. Uno de mis bisabuelos era barbero, que en aquella época significaba también ser dentista y cirujano. Estuve algún tiempo compaginando la consulta con el trabajo en la Seguridad Social pero al final lo dejé. Acababa agotado, no rendía en las guardias y no quería ser como esos  médicos que utilizan la sanidad pública como colchón y luego hacen el dinero en sus clínicas.

Y llegamos al 15-M.

Recuerdo la primera noche de la acampada. Salí de la consulta y pasé por la Escandalera. No sabía que en Oviedo se había organizado acampado. Llovía muchísimo y había un grupo de chavales con sacos de dormir en la plaza.

¿El 15-M le devolvió al activismo?

Sí. Había colaborado con movimientos por la sanidad pública y también como independiente en plataformas sindicales, pero el 15-M fue lo que me hizo volver a activarme más. Las intervenciones de la gente en la plaza eran muy ingenuas. Sentí rabia porque veía que la gente había estado muy desmovilizada y que no habíamos logrado transmitirle nuestras ideas. La CNT por ejemplo había quedado muy aislada de la sociedad. Se notaba que veníamos de muchos años de conformismo, que la gente tenía muy poca experiencia política. Al principio no intervenía mucho, pero poco a poco me fui implicando cada vez más. Me gustó el desarrollo que el movimiento tuvo en Oviedo, más parecida a mi forma de pensar que en otros lugares. Por ejemplo, con la ocupación del Centro Social La Madreña creo que mucha gente, sin declararse anarquista, llegó a desarrollar en la asamblea ideas muy libertarias. Creo que el 15-M ha contribuido a desarrollar en la gente una conciencia social crítica, algo que la educación debería buscar pero que no hace, porque no fomenta ni la libertad ni la creatividad de la gente. Sirvió para que mucha gente descubriese que el problema no es el Gobierno, sino que va más allá, que es todo el sistema lo que hay que cambiar.

¿Qué siente al ver el solar vacío que en su día fue el CSOA La Madreña?

Pena. Rabia. Es un espacio que se había consolidado en la ciudad y que incluso gente de derechas veía bien. La gente lo disfrutaba y estaba atravesando en un buen momento cuando se produjo el desalojo. De todas formas creo que ha sido un hito en la historia de Asturias y de Oviedo. Desmitificó la idea del “okupa terrorista”. La prueba es el apoyo social que tenía.

PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 36, ENERO DE 2015

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