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También retrocede el bisindicalismo

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También retrocede el bisindicalismo

La hegemonía de UGT y CCOO se mantiene desde la Transición. Foto / Pablo Lorenzana.

La hegemonía de UGT y CCOO se mantiene desde la Transición. Foto / Pablo Lorenzana.

Como el bipartidismo del PSOE y el PP, el bisindicalismo de UGT y CCOO está en crisis. En Asturias hace tiempo que un sindicato asambleario como Suatea es el mayoritario en la educación. Y la crisis económica ha relanzado a la Corriente Sindical de Izquierda (CSI), que ya no tiene solo presencia en Gijón y en el sector naval.

Pablo Batalla / Periodista.

Solo los partidos políticos y el Gobierno obtienen de los españoles, según el barómetro del CIS elaborado en abril de 2014, peor nota media que los sindicatos en una lista de instituciones a valorar. Las organizaciones sindicales reciben mayor rechazo, un 2,51, que casi todos los integrantes de una lista en la que la Guardia Civil obtiene una nota de 5,70 y en la que la Monarquía y la Iglesia católica, aun no obteniendo un aprobado que un pueblo laminado por la crisis no concede a casi nadie, rozan el 4. Son malos tiempos también para entidades cuyo origen y cuya función es la defensa de los intereses de la clase trabajadora, a la cual pertenece la inmensa mayoría de los encargados de calificarlas por los investigadores del CIS.

Poco antes de la publicación de aquel barómetro, en diciembre de 2013, otra encuesta de la misma institución apuntaba que un 37,3% de los españoles había dejado de estar afiliado a un sindicato porque sentía que no defendía sus intereses. Escándalos como los relacionados con los cursos de formación o, en Asturias, el destape de la fortuna oculta de José Angel Fernández Villa, líder histórico del sindicalismo minero, son frecuentemente citados para explicar este descrédito.

Pero la valoración más positiva que recibe la Monarquía, no menos afectada por sucesivos escándalos, apunta a otros factores para explicar este descrédito que también está provocando el auge de sindicatos alternativos, hasta ahora minoritarios en relación a los hegemónicos Comisiones Obreras (CCOO) y Unión General de Trabajadores (UGT). En lo que respecta a Asturias, la Corriente Sindical de Izquierda (CSI) es la principal beneficiaria, como sindicato de clase, de ese adelgazamiento de lo que algunos llaman bisindicalismo por mímesis del bipartidismo que, en lo estrictamente político, comenzó a periclitar con la irrupción de Podemos en la vida política española el año pasado.

Juan Manuel Martínez Morala, ex secretario general de CSI y líder histórico de la lucha de los astilleros gijoneses, expresaba gráficamente como sigue el crecimiento de su sindicato en una reciente entrevista: “En esta época de crisis, acabamos de abrir un local nuevo en Avilés y otro en Mieres cuando todos los sindicatos están fusionando federaciones y haciendo varios ERE para reducir empleados. En Cantabria nos pidieron que nos extendiéramos allí a través de Cajastur, después de la fusión con Caja Cantabria y otras cajas que dio lugar a Liberbank. También nos han llamado de Castilla-La Mancha y de Extremadura por la misma razón, pero les hemos dicho que no podemos”.

CSI es el sindicato mayoritario en empresas emblemáticas como Radiotelevisión del Principado de Asturias (RTPA) o Liberbank, donde CSI suma más compromisarios que UGT y CCOO juntos. También se ha hecho hegemónico entre el funcionariado del Principado, pluralizando así los ámbitos de una fuerza que antes se limitaba a los astilleros. “Ahora ya hacemos candidaturas en el HUCA”, apunta Morala, para quien “Comisiones y UGT llevan muchísimo tiempo defraudando a los trabajadores, y ahora, en esta crisis, los están defraudando más”.

Morala es de la misma opinión que el historiador Rubén Vega, especializado en las luchas sindicales asturianas de las últimas décadas, a la hora de explicar la causa de ese crecimiento de CSI en detrimento de los dos sindicatos mayoritarios. Para Vega, “el sindicalismo de los mayoritarios es muy pasivo y derrotista. Parten ya de la aceptación de la derrota. Se plantea un expediente de cierre y empiezan a negociar la partida de las indemnizaciones, con lo cual se renuncia desde el primer día a la posibilidad de evitar ese cierre. Frente a eso, lo que hacen otros, como la Corriente en el caso asturiano, es plantarse y decir: ‘No al cierre’, y eso da de golpe una alternativa a quienes están siendo más golpeados por la crisis”. Morala concluye que “en este momento hay dos prácticas sindicales, y el cierre de una empresa no importaba tanto cuando los parados todavía eran un núcleo que rotaba en el empleo, pero ahora significa que hay gente que no va a trabajar más”.

Crecen los corporativos

Francisco Prado Alberdi es un sindicalista histórico, de los que combatieron y padecieron el franquismo. Dirigente de Comisiones Obreras en la clandestinidad y actual presidente de la Fundación Juan Muñiz Zapico, vinculada al sindicato, Alberdi rebaja un tanto el triunfalismo de CSI: “A mí no me da la sensación”, dice, “de que estén creciendo otros sindicatos de clase. Sindicatos como la CSI pueden estar creciendo un poco a costa de los grandes, pero no creo que sea todavía un fenómeno relevante. Sí, CSI se ha hecho con el funcionariado, donde antes no tenían nada, pero a la vez ha perdido los astilleros, que eran su fuerte fundamental”.

En opinión de Prado Alberdi, “por desgracia, lo que sí se está produciendo es un aumento de los sindicatos corporativos, que son fuertes en lugares como la Administración Pública y la sanidad, donde prácticamente cada categoría tiene su sindicato”. Además, “el desprestigio de los sindicatos está revirtiendo en un descenso de la afiliación sindical, ya de por sí baja, en general. Hay una gran masa de gente que no se afilia a ningún sindicato, y eso es lo que debe preocuparnos de verdad”.

Es difícil cuantificar ese descenso de la afiliación al que apunta Prado Alberdi. Tal como recordaba el sociólogo José Pablo Calleja en una reciente mesa redonda titulada “Sindicalismo en la encrucijada” y celebrada en la sede gijonesa de la CNT, no hay datos al respecto desde que “en 2010 se cargaron una encuesta sobre calidad en el trabajo que era la única que había y reflejaba una imagen realmente fidedigna de muchos aspectos de la situación laboral en España, incluida la afiliación. Otras encuestas no las quitaron, pero ésta sí se la cargaron en todo el maremagno de recortes del principio del Gobierno de Rajoy”.

Calleja también coincide con Prado Alberdi en apuntar a un factor que, a juicio de ambos, no debe ser menospreciado: la existencia de una campaña mediática antisindical que, aunque haya descendido en intensidad, ha sido muy fuerte desde hace algunos años. “Es un recurso muy habitual aludir a ella, pero sí que existe en algún grado. Un empresario de la patronal nacional o asturiana roba y roba, pero como haya un sindicalista que meta la mano es el sindicalismo entero el que está podrido”, opina Calleja. Para Prado Alberdi, “a la patronal, ahora, no le interesa la negociación colectiva y ha intentado cargársela así, lanzando esa campaña feroz que aquí es contra UGT y Comisiones Obreras, pero en otros sitios es contra otros”.

Francisco Prado Alberdi no rehúye, en cualquier caso, las explicaciones endógenas de la crisis de su sindicato y de UGT, citando en ese sentido errores como “una excesiva institucionalización”. En opinión de Alberdi, “la negociación colectiva es una tarea sindical más, y los sindicatos tienen que emprenderla, pero el problema está cuando se entra en temas fronterizos, en lugares donde los sindicatos también representan a los trabajadores pero donde cuya presencia tiene menos sentido, por ejemplo los consejos de administración”. Alberdi califica esa entrada en los consejos de administración como “un error garrafal, porque no ha aportado nada sindicalmente”.

“Al principio -dice- hablábamos del acceso a la información, que creíamos que era fundamental y que justificaba esa entrada. Pero es mentira: tienes acceso a la información que ellos quieren y sin embargo acabas pringado en todo ese tinglado que tienen montado”. En todo caso, y en lo que respecta a esa representación institucional, Alberdi recuerda que “en este país hay una forma de representación institucional establecida por la ley de Libertad Sindical basada en los resultados de las elecciones sindicales, frente a otros países en los que se prima la afiliación. Es cierto que, en las elecciones, el más fuerte tiene más posibilidades, porque tiene más medios, empezando por más militantes que pueden patearse más las calles pidiendo el voto, pero en cualquier caso tenemos un sistema democrático de representación institucional y quien quiera revertir la situación puede hacerlo si gana las elecciones y obliga así a que se negocie con él”.

Además del descenso de la afiliación al que apuntaban Calleja y Alberdi, hay otra consecuencia de la crisis del sindicalismo español que no pasa por el aumento de sindicatos alternativos. La cita Vega, quien teme “que la mayoría de la población esté yendo por derroteros que tienen que ver más con la desmoralización y el derrotismo que son el eterno problema de los parados”. “Es muy difícil -apostilla- que haya movimientos de parados de masas persistentes en el tiempo, porque los parados ven su situación como un fracaso personal, no como un fenómeno colectivo. ‘Puede haber seis millones de parados, pero estar parado es mi culpa, mi fracaso personal, y yo tengo que buscar la solución por mí mismo’: eso es lo que piensa el parado”.

Mejorar los cuadros

Otro sindicalista histórico que pasó por las cárceles del franquismo, en este caso vinculado a UGT, adonde llegó desde USO en la Transición, después de ser protagonista destacado de la Güelgona del 62, es el ya octogenario Severino Arias Morillo. Para él, la crisis del sindicalismo tiene una causa fundamental en la que pocos piensan, y que él resume empezando por citar a Lenin.

Esto es lo que nos dice: “Lenin, después de 1917 y en el marco de la Nueva Política Económica para consolidar la Revolución, dijo en una ocasión que un empresario era más importante que diez bolcheviques. Se refería a que hacía falta gente que supiera dirigir y orientar las empresas. Los empresarios, sus familias y sus socios dedican parte de su patrimonio a poner en marcha una empresa que permite que tú tengas un puesto de trabajo y que cincuenta o quinientos más lo tengan también. Es muy importante que eso no fracase, y los sindicatos deben o deberían no solo reivindicar el convenio, sino también mejorar la formación de sus cuadros de tal forma que sepan utilizar las nuevas herramientas, los nuevos medios de producción, las nuevas tecnologías que permiten hacer más atractivo el producto final y más competitiva la empresa. Al final, las empresas están sujetas a las leyes del mercado, y, si la empresa no está organizada de forma que afronte las dificultades que se presentan en cada época, la empresa fracasa y eso genera reducciones de empleo, despidos, etcétera, con cuya responsabilidad cargan los empresarios pero también los sindicatos mayoritarios que estaban ahí y no supieron evitarlo. No se trata de someterse, sino de entenderse; de adquirir más conocimientos y conseguir así más influencia en la toma de decisiones”.

Para Arias, en todo caso, “otra cosa en la que habría que haber hecho esfuerzos es que las categorías, los puestos de trabajo, etcétera, se cubran por méritos y de forma transparente, sin que haya lugar a que, cuando los sindicatos mayoritarios negocian con el empresario, se pongan de acuerdo para pedirle enchufar a este o al otro y para poner en marcha otra serie de corruptelas. Eso genera descontento y eso a su vez genera que te borren del sitio y que aparezca gente nueva”.

PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 38, MAYO DE 2015

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