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Atlántica XXII

Una constructora en el negocio de la educación

Afondando

Una constructora en el negocio de la educación

Instalaciones de Ovida en Oviedo. Foto / Iván Martínez.

Instalaciones de Ovida en Oviedo. Foto / Iván Martínez.

Que una constructora se dedique al negocio de la educación sería insólito hace bien poco en España, pero es una realidad en Oviedo desde el curso 2010-2011. CEYD es la dueña de Ovida, una empresa donde una guardería, un centro de formación y una residencia de estudiantes conviven con un geriátrico, instalaciones deportivas y otras de ocio.

Javier Fernández / Periodista.

Centro asistencial, apartamentos para mayores, residencia de estudiantes, apartahotel, unidad de discapacidad… Al lado de la peluquería se abren y se cierran las puertas automáticas de una pequeña tienda que hace las veces de quiosco, mientras a escasos metros las tertulias se arremolinan en torno a pinchos y cafés. El pasillo de la planta a la que se accede desde la calle tiene unos enormes ventanales que dejan entrar la luz del sol. A través de ellos pueden verse las canchas de baloncesto, donde juegan niños y chavales, y las huertas que atienden los residentes de mayor edad. Más de mil personas recorren cada día el edificio. Unos empujando el carrito de la limpieza o con un recado que viaja en su boca desde la recepción. Otros sobre una silla de ruedas y la piel ya entrada en arrugas. Algunas fotos de críos entre cero y tres años, los que dan alegría a la sección infantil, adornan las paredes entre las que van, de un aula a otra, jóvenes con apuntes bajo el brazo. Porque, por extraño que parezca, entre todos los mimbres que forman el Centro Intergeneracional Ovida hay también un centro formativo.

Es un modelo único en Asturias, difícil de comparar por la ausencia de iniciativas semejantes. “No existe otro como este, que logre la integración de personas mayores, dependientes, niños y jóvenes”, explica Ignacio Díaz Dapena, consejero delegado ejecutivo, quien resalta al mismo tiempo que Ovida integra también un centro especial de empleo -una lavandería- en el que el 100% de la plantilla tiene algún tipo de discapacidad. Pero una de las singularidades principales reside también en que el principal accionista del proyecto es una empresa constructora, CEYD. Una actividad, esta del ladrillo, que nada tiene que ver con las que allí se desarrollan.

CEYD es una empresa asturiana de construcción constituida hace más de cuarenta años, que en 1999 debía el 72% de su actividad total a la obra pública. Esa dependencia, con la crisis económica y el estallido de la burbuja inmobiliaria, la condenó a pasar en 2010 por un concurso de acreedores. Hoy apenas tiene actividad en Asturias, aunque acomete obras en el extranjero, en Europa y África. El salto al sector de la educación, entre otros, aunque obligado por las circunstancias, no deja de ser una diversificación llamativa. En Ovida, CEYD tiene la propiedad y acometió la inversión, pero no interviene en el ideario del centro ni en su gestión económica. Dapena les presentó sus intenciones y les ganó para una causa que él mismo imaginó antes de salir en busca de más manos que quisieran unirse a las suyas para poner la primera piedra. La única relación que la constructora mantiene con el centro intergeneracional, insiste el consejero delegado ejecutivo, es la de accionista; y de la que obtiene, como todo aquel que posee una parte de cualquier compañía, un beneficio.

Financiación pública

CEYD, sin embargo, no es la única que ha financiado el proyecto. Ni todos los inversores son privados. Como ocurre con otros centros de enseñanza privada o concertada, el dinero público ha tenido un papel importante a la hora de poner en marcha el Centro Intergeneracional Ovida, que luce sus flamantes instalaciones en el barrio ovetense de Montecerrao, junto al viejo Hospital Central Universitario. El 30% de la inversión ha salido de SADIM, una sociedad pública que desde 2002 apoya aventuras empresariales “viables y capaces de crear empleo estable y de calidad, contribuyendo así a la reactivación económica de la cuenca minera central asturiana”. Se trata de una filial de HUNOSA que pertenece a la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI). A todos los que pagan impuestos en el Estado español.

SADIM no se quedará por mucho tiempo en Ovida pero es cierto que el dinero público proporcionó un buen impulso a la iniciativa en los primeros tiempos de la travesía, cuando podía generar incertidumbre. Su participación cumple la función de inyectar una dosis extra de fuerza que aporta garantías para la viabilidad económica, lo que a buen seguro agradecieron los otros accionistas. Pero transcurrido un tiempo, los demás socios, que acumulan el 70% del accionariado, tendrán que pagar por su salida del proyecto. De la parte que conforma el capital privado, CEYD aporta el 90% del capital y aparece representada en el organigrama de dirección con dos consejeros delegados: Juan Ruiz Fernández y Pedro Pisa Menéndez. Detrás del 10% restante está Ignacio Díaz Dapena, quien es también dueño de los centros sociosanitarios El Elíseo y Costa Verde y que preside, además, la Unión Asturiana de la Dependencia (UNADE), bajo la que se concentra el 85% de la red privada de atención a la dependencia del Principado.

Un puzzle de porcentajes en el que se encajan las distintas actividades de Ovida, que da empleo directo a más de 200 personas. El mejor dibujo, la mejor explicación para entender el modelo, lo da un paseo por las instalaciones, en las que conviven la atención a la tercera edad, la discapacidad o la dependencia con la formación y la enseñanza. Sin olvidar el apartahotel y las actividades que se desarrollan, por ejemplo, en la piscina cubierta. Todo se realiza al mismo tiempo pero en convivencia y sin interrupciones, tal y como aseguran la dirección, trabajadores, usuarios y alumnado.

Apertura en Gijón

ovidagráficoY aunque la educación no es el pilar principal de este conglomerado -sino la “cuarta pata”, apunta Dapena- su importancia va en aumento. Impulsada, sobre todo, por las 330 matriculaciones que suma la formación profesional, centrada en la rama sociosanitaria, y la educación infantil. La matrícula de cada alumno (300 el curso pasado) cuesta 250 euros y cada mensualidad 320. Por vivir en la residencia cada estudiante tiene que pagar un precio mínimo de 620 euros mensuales por estancia en habitación doble y pensión completa. En el caso de los niños (un total de 31), la reserva de plaza es de 50 euros y las tarifas mensuales van desde los 170 a los 300 euros en función de las horas que pasen en el centro. A estas cifras, hay que sumar las comidas que se realizan en el centro, que pueden llegar, como máximo, a 90 euros mensuales.

La alta afluencia de estudiantes ha provocado que al centro de formación de Oviedo se haya unido este año el de Gijón. Todo el complejo que tiene la empresa en la capital asturiana está construido sobre unos terrenos que recibió gracias a una concesión administrativa del Ayuntamiento y que disfrutará por 50 años. En Gijón, los cursos -además de alguno de los clásicos módulos sociosanitarios se ofrecen otros como el de Administración y Finanzas- se impartirán en los bajos del estadio de El Molinón, alquilados a otra empresa que también los obtuvo a través de una concesión administrativa. “En Gijón hay poca oferta privada y creo que podemos cubrir una necesidad en esa zona”, explica Fernando García Arrojo, director de Formación, quien alega que “no somos competencia de la pública, cubrimos un hueco existente con oferta privada de calidad”. Y para este mismo curso estaba programada la apertura otro centro de formación más en Las Caldas Villa Termal, otra de las vías que recorrió CEYD para diversificar su negocio cuando la vivienda y la construcción tocaron techo y se desplomaron de golpe contra el suelo.

Los planes para el histórico balneario en materia de educación siguen el mismo camino que en Oviedo. Aprovechar las instalaciones y las actividades que acoge para dar una formación con una gran carga práctica apostando, en este caso, por titulaciones técnicas relacionadas con la restauración. Una estrategia de doble filo que no se pondrá en práctica hasta el próximo curso y que permitirá impartir unas enseñanzas relacionadas con la futura carrera profesional del alumno y, además, nutrir a los socios de trabajadores para sus plantillas.

Aunque esa estrecha relación despierta críticas que apuntan que quienes se matriculan en Ovida están pagando, en realidad, por un futuro puesto de trabajo. Las despeja, tajante, Dapena: “No es así en absoluto”.

”Estudiando algo apruebas”

También planea sobre el centro la misma sospecha que sobre el resto de la red privada y que apunta que abonar las matrículas supone el único requisito para sacarse el título. Que tirar de billetera garantiza el aprobado. A las aulas de las enseñanzas de pago, de hecho, llega un buen número de alumnos rebotados de la pública tras chocar con una nota de corte que no pueden alcanzar. Pero el director de Formación asegura que también hay muchos que acuden atraídos por la calidad. “Nosotros no regalamos los títulos, sería un error estratégico porque no tendrían validez”, alega Arrojo a la vez que apunta que la caída del prestigio provocaría una disminución de las matrículas. Su propia experiencia como docente en la educación pública le permite afirmar que lo que sí existe en Ovida es una mayor atención. Los grupos son más pequeños -en torno a los 30 alumnos como máximo- y el profesorado “está mucho más encima de los alumnos”. También que, a diferencia de lo que a su juicio ocurre en los centros públicos, la formación está más enfocada a la práctica: “Obtienen un saber hacer más que un saber”.

En boca de los alumnos las facilidades parecen mucho mayores. “Si no haces nada no lo sacas, pero yendo a clase y llevándolo bien en casa más o menos apruebas”, comenta uno de los estudiantes. Llegó a Ovida porque no le concedieron plaza en la red pública y reconoce que “se nota que estás pagando”. “No es como en otros sitios donde entregas un trabajo tarde y te suspenden, aquí solo te quitan puntos”, añade. Otro de los que recibieron formación en el centro de Oviedo el curso pasado, que tampoco obtuvo plaza en los centros públicos en las que la solicitó, dibuja una situación muy similar: “Estudiando algo apruebas porque en el examen no te van a pillar”. Resalta, eso sí, que para obtener buenas notas la exigencia es mayor y que “para eso ya hay que estudiar bastante y esforzarse más”. Ambos aseguran, no obstante, que el resto de actividades que desarrolla el centro, y que ocupan la mayor parte de su modelo de negocio, no suponen ningún problema y destacan la convivencia de personas de edades tan dispares como algo positivo. También que con los profesores están “encantados” ya que, además de tener buenas cualidades para la docencia, cuentan con años de experiencia laboral en las materias que les imparten, lo que aumenta su capacidad para resolver dudas y poner sobre la mesa una gran variedad de ejemplos a los que jóvenes darán buen uso cuando se incorporen al mercado de trabajo.

Alumnos de Ovida en clase. Foto / Iván Martínez.

Alumnos de Ovida en clase. Foto / Iván Martínez.

¿Personal docente adecuado?

El capítulo de formación, no obstante, excede a la formación profesional. Se ofrecen también cursos de idiomas para todos los niveles y edades, y programas de aprendizaje del castellano como lengua extranjera que pueden combinarse con la estancia en la residencia de estudiantes. Y una escuela infantil. Y en este último departamento no todo son flores para el personal que trabaja con niños de cero a tres años. Las críticas, en este caso, llegan desde antiguos miembros de la plantilla. “Las contrataciones se hacen a dedo en lugar de tener en cuenta los méritos. Es un caciquismo brutal”. Así define un antiguo miembro del personal docente las políticas de la dirección a la hora de diseñar la plantilla. Algo que, a su juicio, repercute en la educación que reciben los más pequeños. “En un curso pasaron seis docentes además de los tres que llegaron al final. Lo ideal para los niños es que estén todo el año con las mismas personas”, destaca, para criticar después que algunos de esos despidos no tenían base y “se produjeron debido a cotilleos que se escuchaban en la empresa”. Todo eso, y situaciones que denotan falta de profesionalidad,  que provocaban que “los clientes se fuesen bastante descontentos”.

El director de Formación esquiva todos los palos y califica los reproches de “totalmente infundados”. Alega que la afinidad con la dirección no se tiene en cuenta a la hora de cubrir las vacantes y que “se mira exclusivamente el currículum vitae y las referencias”, que tienen que estar contrastadas. Los cambios se producen “por razones de competencia, ya que la dirección estima que el servicio que dan a los niños no es el correcto”. Así lo defiende Arrojo, quien representa a la educación en un organigrama compartido con el área social y sanitaria, los servicios generales y el apartahotel. La educación en Ovida es una línea de negocio.

PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 34, SEPTIEMBRE DE 2014

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1 Comment

1 Comment

  1. oviparty

    lunes, 15 diciembre (2014) at 01:10

    ¿Porque no cuentan los señores de Ceyd como han hecho los negocios de Ovida y Balneario de las Caldas?
    Que expliquen a cuanta gente dejaron en la ruina, con su constructora echando a los empleados a Fogasa y sin pagar un duro a los proveedores.
    A día de hoy no están pagando el convenio del Concurso de Acreedores contando mentiras a todo sus acreedores, ese es el tipo de empresarios que tenemos en España, que compran a los Administradores concursales para que respalden la viabilidad de empresas que todos sabemos que es mentira. Una pena, por supuesto el patrimonio de esta gente sigue intacto, faltaría mas.

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