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Atlántica XXII

Una mirada a la izquierda

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Una mirada a la izquierda

La izquierda española tiene muchas siglas y amplia pluralidad, pero no unidad de acción. Foto / Isabel Permuy.

Cándido González Carnero / Miembro de las Marchas por la Dignidad.

No cabe duda de que corren muy malos tiempos, tremendamente difíciles para la consolidación de derechos sociales, porque democracia y capitalismo siguen su camino conjugándose en un sistema que, si bien no supone ninguna novedad que no se pudiera intuir, se está mostrando como algo sólido, si nos atenemos a sus características actuales.

Da miedo cómo comienza el año 2018, con recortes brutales de derechos, encarecimiento casi insoportable de la carestía de la vida, que agranda enormemente la brecha en la pérdida de poder adquisitivo que ya veníamos padeciendo años atrás los trabajadores/as, pensionistas y las personas que lamentablemente dependen de un salario social.

Hay razones para el desánimo y la incredulidad que se está generando en buena parte de esta sociedad. No vemos salida a esta situación y muchas veces nos preguntamos: ¿dónde está la izquierda?

Es evidente la falta de confianza en la que se ha sumergido la izquierda política de este país, que debería estar presentando soluciones conjuntas ante esta grave situación, en vez de aferrarse al individualismo y a liderazgos personales y partidistas, que solo favorecen el inmovilismo actual. Una izquierda reformista, acomodada en el conformismo inocente e ignorante.

Una izquierda que lejos de ilusionar a los trabajadores/as los ha desmovilizado, llevándolos al más absoluto pasotismo social y político. La misma que, tras pactar hace más de treinta años la rendición política de los asalariados, no ha sido capaz de ofrecer a éstos el proyecto de una sociedad distinta a la que ahora nos toca sufrir.

Una izquierda aburrida, que no ha sido capaz de invitar a soñar en una sociedad más justa y diferente a ésta, en la que cada vez que se sube un peldaño en la emancipación económica se incrementa la distancia en la solidaridad de clase, aumentando la desigualdad y las injusticias sociales.

Una izquierda plomazo, al no plantar cara, permite la injusticia y la desigualdad política y económica. Justicia e igualdad que son condiciones imprescindibles de la libertad.

Una izquierda gastada, que no teoriza sobre una sociedad tutora, donde se tutele la educación de todos los niños y niñas en condiciones de igualdad y libertad, y en función de sus propias necesidades individuales y generales.

Izquierda que no proyecta la educación y formación hacia el pleno desarrollo de la humanidad de la persona, como ser social, libre e inteligente, que debe ser el principio básico de un modelo social distinto.

Una izquierda que tampoco ha sido capaz ni de promover la cultura y el conocimiento ni de organizarse al margen del Estado, para educar y formar, para informar y preparar a los ciudadanos en la realidad de un modelo social diferente. Donde la internacionalización, lejos de ser puramente económica, sirva para erradicar las desigualdades económicas y sociales producidas por la procedencia, el género y las relaciones.

El problema de esta izquierda es que la izquierda somos nosotros, todos/as los que deseamos una organización social distinta, más justa y más libre, y la esperamos desde la pasividad y el conformismo sin renunciar a nada, lo que nos hace sentirnos más cómodos e indiferentes.

Pero la realidad actual de tanta injusticia debe hacernos reaccionar en un objetivo común, para poner freno a tanta desigualdad inasumible en un Estado de Derecho donde la izquierda tiene una deuda pendiente con todas las personas que hoy sufren las consecuencias de un sistema que no cesa en su idea de no permitirnos vivir con dignidad, en una sociedad cada vez más desigual.

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