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Casilda Ríu: “Revolución es vivir de otra manera”

Casilda Ríu en el exterior del Palacio de La Cogolla. Foto / María Arce.
GALERÍA DE HETERODOXOS/AS. Casilda Ríu García (Oviedo, 1955) afirma no combayar con nadie. Y nadie se lo puede negar a esta artesana, un auténtico espíritu libre que hace más de treinta años regresó a sus orígenes en La Cogolla (Nava), en principio a un palacio rural del siglo XVI hoy ruinoso tras un incendio. Fundadora de la exitosa fórmula del Mercáu Astur, junto a su hermana Consuelo, Casilda desciende de algunas de las familias más relevantes de la burguesía ilustrada asturiana, aunque se considera la fía de una aldeana y apuesta por un estilo de vida en conexión con la tierra, la tradición, la artesanía, la cultura y el arte. Acaba de publicar su primera novela, Bordando garzas, que evoca mágicos recuerdos familiares, como los de su propio entorno.
Elena Plaza y Xuan Cándano / Periodistas.
Onde los árboles s’abracen es un lugar mágico. Así lo recuerda Casilda Ríu desde que pisó La Cogolla con seis años. Un paseo de pláganos que tienden sus ramas en un abrazo eterno nos lleva a la casa donde comienza el mundo de esta artesana que se gana la vida con el trabajo de sus manos, recreado en cada pieza, en cada bolso, en cada encuadernación que sale de su taller. Allí donde el cuero y el fieltro, y la palabra, se combinan para dar a luz una creación única.
Y con el trabajo de sus propias manos recorre ferias y mercados, compartiendo proyectos, momentos y vivencias con su hermana Consuelo, investigadora de indumentaria tradicional, directiva de la Sociedad Ovetense de Festejos y también fundadora de la Asociación Mercáu Astur.
Ambas descienden de dos conocidas familias de la burguesía ilustrada asturiana, de la que salieron personajes como su bisabuelo, el diputado liberal Manuel Uría, el hermano de éste, el pintor José Uría, o el historiador Juan Uría Ríu. La novela de Casilda Bordando garzas, que rememora La Belle Epoque, surgió cuando escolares de Nava le preguntaron por su bisabuelo para un trabajo sobre el callejero de la villa. Aunque es su abuela Luz quien tiene un protagonismo especial.
¿Por qué el personaje de Luz?
No sé. Mi hija Breza me dijo en una ocasión unas palabras de ella y de ahí salió el primer capítulo. Luz contó una época de su vida hasta su edad madura. Casó con Enrique Ríu, de la Casa de Meres, matrimonio que duró un par de años porque quedó viuda. Nunca se quitó el negro. Tuvo a mi padre y yo me crié con ella. Soy igual que ella, no solo físicamente. De guaja dormía con ella, primero en Oviedo y después en La Cogolla, hasta que de chavalucas nos pusieron una habitación. Para mí es una relación muy especial, inolvidable. Me contaba muchas cosas. Luz es el hilo conductor de mi vida, de esta entrevista. Las casas que se salvan son a través de las mujeres.
Y se decide a contar la vida de su familia. ¿Por qué Bordando garzas?
La foto que aparece en el libro es un trozo de un bordado en seda de un biombo que Manolo (Manuel Uría, su bisabuelo) había traído de Filipinas. Mi abuela lo bordó para su ajuar y me lo dio antes de venir a La Cogolla. Aquellas mujeres siempre tenían labor. Era una parte importantísima de su vida. Quizás en otro libro zurcirá calcetines, pero de momento borda garzas… Y yo también bordaba garzas con ella, y sigo bordando garzas. Luego el contenido del libro no es un manual de bordado.
¿Era aquel un matriarcado?
Bueno, un matriarcado en aquel momento era difícil en una sociedad desfemineizada. Ella tuvo que pelear, como viuda, para que mi padre viviera bien en la decadencia, con otra educación, donde el trabajo no era importante, aspecto que comenzaba a cambiar… Mi padre era un señorito no educado para el trabajo, heredero de otra manera de hacer las cosas, de otra época, aunque estudió Derecho y ejerció como abogado. Era otra filosofía de vida.
Una filosofía con la que rompe su generación.
A nosotras nos toca todo esto (La Cogolla). Yo luché por mantenerlo. Era auxiliar de enfermería, tuve dos niños siendo joven, vivía en Oviedo… Cuando me llamaron para un trabajo ya estaba viviendo aquí y decidí luchar por esto. Siempre me gustó hacer cosas con las manos. Con el dinero de la liquidación me fui al Sur, compré cuero y pintura para cuero y vendí todo lo que creé en aquellas navidades del 82 o del 83 en el Paseo de los Álamos de Oviedo. Y hasta ahora. Hubo años muy buenos para la artesanía. Cogí oficio y después llegaron los Mercaos Astures. Y aquí estoy, no sé cómo porque está muy mal todo, pero aquí estoy con mis manos. Y si puedo escribir prefiero no coser cuero, y me están dejando ser escritora…
Desde niña mantiene un idilio con los libros.
Antes de quemar la casa hice Edición de Arte en la Escuela de Artes de Oviedo. Breza estaba haciendo Escultura e íbamos juntas desde aquí. Hay una vena artística en todos nosotros. El padre de Manolo era periodista. Escritores hay varios en la familia, y también pintores. Me crié en la admiración al arte. Estuve casada también con un artista. Y todavía puedo imaginar y tengo ganas de hacer cosas.
El incendio del palacio
Y un mal día de noviembre de 2006 quema el palacio de La Cogolla, aquí onde los árboles s’abracen.
Al final decimos que fue bueno porque ninguna ventana cerraba bien, había polilla, teníamos pingüinos en el pasillo… En realidad quemó el viento, no el fuego. Una tarde de mucho viento Breza encendió el fuego y lo apagamos por ese aire. Y todo se desencadenó de tal forma… Pero al final está bien llegar a esta edad madurita sin pingüinos y con las ventanas bien cerradas. Pero todo esto fue conmovedor, todos nos ayudaron: vecinos, amigos… nos dejaron una casa en Ceceda… La estructura ahora está para durar otros cien años.
En aquel incendio, que las obligó a trasladarse a una casa próxima, se perdieron muchos tesoros.
Lo que más sentí fue el pasillo de la biblioteca, había libros increíbles, y las fotos de los mis guajes. En el libro se recoge la historia de esta casa que Luz heredó cuando yo tenía seis años, aunque el palacio está cayendo porque no se puede con todo.
Trabajar con las manos
Su filosofía de vida: tu trabajo parte de tus manos.
En todos los sentidos. Tengo huerta, tuve animales como gochos, gallinas, ovejas, caballos que mantienen las fincas (porque se está dejando todo a monte… y luego está este sol de estos años, que nos está haciendo selva). Son muchos los mundos en los que ando. Vinimos a vivir aquí como los campesinos.
Y por eso la habrán llamado, y la llamarán, hippy.
Soy hippy a mucha honra. Para mí no se extinguieron.
¿Y qué es ser hippy? Y no me refiero a aquellos de los años sesenta-setenta y el LSD…
Buena pregunta. Lo que yo entiendo es alguien que no lleva zapatos de tacón, que sabe que con lo que mejor se cura es con el aloe, gente que vive en el campo… Aquí hubo un movimiento importante, por Nava empezó, y de hecho el concejo está declarado como lugar de interés artesano. Cuando vine nunca pensé que iba a haber tanta gente, tantos artesanos, personas con las que establecer sinergias, preparar espectáculos… gente con la que da gusto. Los hippies hicieron la última revolución en los años 60-70. Y yo me pregunto ¿haremos ahora otra revolución? Aquella generación se diezmó, se fueron los mejores. Si te hiciera un repaso del Oviedo de los setenta… de veinte amigos quedan dos… Ahora manda don dinero.
Manda don dinero, pero se valoran menos las cosas.
Exacto. ¿Por qué parece caro un bolso artesano, pieza única, de 40 euros pero no una cena por 60? La comida está hipervalorizada, nunca hubo tantos gordos, y ahora los artistas son los cocineros. Sin querer me sorprendo todavía. Noto muchísimo el cambio: como cuando empezaba el football, que ahora es Dios. Es una cosa flipante. ¡Cómo cambian los conceptos! Tengo ideas muy guapas, pero yo no puedo tener un taller con gente ilegal, como hacen algunos, haciendo trabajar a los niñinos. Yo hago las piezas de una en una, y ahora todo es tirar. Tengo la suerte de vivir así, la familia tocóme. Decía Manolo que “hay cosas que no se aprenden en una generación”, sino con la perspectiva del tiempo. Y yo agradezco todo lo que tengo. Aunque en mi vida también hubo cosas que no fueron nada fáciles, pero ésas ahora no tocan.
¿El jipismo se cura con la edad?
No, no cura nunca. A mi hippy llamáronme siempre y nunca me pareció mal. Los que conocí lo siguen siendo. Los que cambiaron igual no lo eran.
Celtismo vulnerable
Comparte esa forma de interpretar el mundo con su hermana Consuelo y su hija Breza.
Breza no es tan tradicional, pero Consuelo sí. Tenemos la parte de mi madre, que era jacarandosa y cantarina. Ella cantaba mucho y de ella aprendimos muchas canciones tradicionales, tenemos un cancionero importante. A Consuelo siempre le interesó esa parte tradicional, y, a todos en general, esa Asturias rural y vital.
Forman una buena combinación.
Yo soy muy torpe para los números, hasta para escribirlos, y a ella se le dan bien. Yo tengo la imaginación y ella el control. Hacemos muchas cosas juntas. No pareciéndonos en nada (yo soy a mi padre y ella a mi madre), combinamos las dos cosas y salen proyectos como el Mercáu Astur o la carroza de Cuba en San Mateo. El titiriterismo es mío, y siempre me echan la culpa de ello (ríe).
Un proyecto, el del Mercáu Astur, que supuso un hito.
Fue una cosa que resultó muy bien y la gente se volcó en ello. Fue muy exitoso y abrió un camino. Se recuperaron muchas cosas, la gente mayor puso en valor todo aquello de antaño que tiraban. Surgió en un momento donde había subido mucho lo celta y lo astur. Pero ahora ya todo son mercados medievales, de antaño…
¿El celtismo es algo más que un reclamo comercial?
Ye algo más que un reclamo comercial, pero dúdolo un poco. Quiero creer que no. Hay una cierta comunicación en esa cultura de la naturaleza. Hay algo entre las raíces de una gaita y otra en la ontananza. Hubo unos años que hubo un boom, cuando los mercaos astures. Luego vino el comercio y don dinero. Ahí se vio negocio y la esencia se puede perder. Ahora ese mundo es más vulnerable a los trapicheos.
Es el precio del éxito.
Eso exactamente.
Diseñadores y circos femeninos
¿Le interesa la política?
Nooooooo… Está presente en todo, pero no me interesa. Yo siempre estoy pensando en una revolución, pero la revolución verdadera está en el pensamiento. Quiero ser optimista, pero me da rabia no verla y no logro apartar esa idea. Revolución es vivir de otra manera. Creo en la revolución del día a día, una revolución de base.
¿Está desapareciendo la lengua asturiana? ¿Nota usted que se ha roto la transmisión generacional?
Sí, se rompió mucho. Es muy difícil encontrar lo que yo llamo falantes directos de asturiano. Quedan pocos, no te hablo de los que tuvimos que ir a clases de asturiano. Eso desanima un poco. Yo lo más fondo que escribo salme en asturiano. Pero todavía quedan sitios donde se mantiene, como Bimenes.
¿Qué piensa del movimiento DIY (do it yourself – háztelo tú mismo), donde todo son crafters y la terminología es inglesa porque resulta más cool, y que en realidad es la vuelta al cómo se hacían las cosas antes con un cierto postureo?
Hacer las cosas con las manos uno mismo es algo tan natural… Ahora está muy presente y no sé muy bien qué fin tiene. Háztelo tú mismo desde luego, y hay muchas tiendas dedicadas a ello. Hubo un tiempo en que las mujeres se convertían en inútiles encima de unas agujas. Los tacones provocan invalidez. Cabréome mucho con los diseñadores, que luego no ponen ellos esos zapatos. No los hacen para los hombres. No sé si ye machismo, pero ye hijoputez. Diseñan barbaridades pa facer circo con les muyeres, que se creen poderosas allí arriba. Las probinas tienen el coco muy comido. Es muy difícil currar si no estás en la legalidad. No te dejan, todo está muy ajustado a los papeles. Si te dedicas a esto solo puedes hacer esto. Si tengo una finca con ablanos, ¿por qué no puedo también vender la ablana? No, tengo que dejarlo a monte. La justicia no es igualar, sino dar a cada uno lo que le corresponde, y con esa igualdad se bajó el nivel mucho. Ser artesano o ser autónomo es un curro no solo de producir, sino de romperte la cabeza para resistir un año más. Los autónomos estamos sufriendo mucho. En ningún país pasa esto, excepto en España. Yo nunca tuve ninguna facilidad laboral. Pero resistimos un año más. A estas navidades llego.

Casilda Ríu abraza a un árbol cerca de su casa. Foto / María Arce.
La memoria fantástica de los dioses antiguos
Onde los árboles s´abracen es una creación artesanal suya, inspirada en los que tiene al lado de su casa. Recuerda a los abrazadores de árboles de Estados Unidos, que evoca en su película Cenizas del cielo José Antonio Quirós. ¿Necesitan cariño los árboles, las plantas, los animales?
Claro. A veces se lo da la naturaleza y se sienten bien de forma natural. Sí, los abrazo, los mimo… Y esos tan grandes y tan gordos, esos carbayos… Hay algo ahí prendido. ¿Tú no los abrazas?
¿Queda algo de panteísmo en la cultura campesina asturiana?
No lo sé, ta todo muy mecido. Queda un instinto, un instinto divino. El panteísmo esi celtoide igual ya no queda, o está muy diluido, muy difuso. Hay una magia, poderes del más allá pueden quedar. Eso es lo que yo noto. En esta zona y en este valle siéntolo así. Queda esa memoria fantástica que viene de los dioses antiguos.
Los personajes de la mitología asturiana que usted tanto contribuyó a popularizar son los mismos de otros países europeos.
Son los mismos, con nombres variaos. El agua, el bosque, el fuego….
¿Tiene alguno favorito?
No. Ríome con el Nuberu. Ye el que tien más gracia, siempre mirando p´allí arriba.
PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 40, SEPTIEMBRE DE 2015

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