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Apagar el fuego del clientelismo

Los bomberos llevan mucho tiempo movilizándose. Foto / Pablo Lorenzana.
Chus Neira / Periodista.
Al revés que en la frase hecha, por el fuego se intuye dónde pueden estar los humos. El incendio, literal en algunas ocasiones, mediático por lo impactante de las imágenes que están dejando y figurado, por lo sonado de las acciones, está todos los jueves alrededor de la Junta General del Principado de Asturias. Ese día el colectivo Bomberos de Asturias en Lucha se manifiesta religiosamente para denunciar un contexto laboral lleno de irregularidades que, argumentan, debilita y hace peligrar la eficacia del servicio de extinción de incendios en la Autonomía.
La situación no es nueva. Lo nuevo es el relato, haber salido a contarlo: que existen dos categorías de bomberos, algo inédito en el resto del Estado, que en realidad cumplen las mismas funciones; que no se ha establecido el turno de veinticuatro horas para todo el personal a pesar de ser el más eficaz para atender las emergencias; y que no se cubren las vacantes en una plantilla de por sí mermada. Estas tres reivindicaciones concretas, que el Gobierno del Principado dice “entender” pero que no puede satisfacer, argumentan desde la Consejería de Presidencia, por las restricciones en contratación en todo el país, son, en realidad, una pequeña muestra de las muchas anomalías que sufre el servicio y que tienen más que ver con un modelo de gestión viciado y esclerotizado desde hace muchos años.
Concejales y retenes
Para entender la situación actual de los Bomberos de Asturias es necesario hacer un poco de historia de las instituciones y de sus desviaciones. En la España de la dictadura, eran las Diputaciones provinciales y los Ayuntamientos los organismos competentes en la extinción de incendios y salvamento en zonas urbanas, y el Instituto de Conservación de la Naturaleza (ICONA) se encargaba de los incendios forestales. Con el traspaso de competencias a las Autonomías la extinción de incendios pasa a ser una responsabilidad del Área de Seguridad Pública e Interior. En noviembre de 1989 se crea el Consorcio de Extinción de Incendios, Salvamento y Protección Civil del Principado de Asturias (CEISPA), donde estaban todos los Ayuntamientos salvo los de Oviedo y Gijón, que quedaban fuera por tener su propio cuerpo de bomberos.
Durante esta época los Ayuntamientos y los concejales ya eran figuras claves en la organización de los cuerpos de bomberos. Los concejales venían con sus “retenes”. “Para la formación de aquellos retenes”, cuenta un bombero hoy ya jubilado que no quiere dar su nombre, “venía el concejal con su grupo y era muy difícil entrar si no estabas en esa rueda”. Había ya en aquella época una red clientelar montada en torno a los servicios de extinción de incendios que permitía a las pequeñas élites políticas locales manejar contrataciones de personal y pagar, así, favores.
Cuando en 2001 se crean 112 Asturias y Bomberos del Principado y cuando doce años más tarde, en 2013, se suprimen estas entidades y se unifican en el Servicio de Emergencias del Principado de Asturias (SEPA), el sistema de gestión caciquil, lejos de desaparecer, da la sensación de que se asienta con más fuerza en el cuerpo de bomberos, dominado ahora por nuevas élites políticas locales vinculadas a determinados mandos sindicales. Eso es, al menos, lo que se desprende de los hechos que denuncia el actual comité de empresa del SEPA, con mayoría de la CSI y la CSI-F.
Ellos señalan directamente al sindicato UGT, tradicionalmente con mayoría aplastante en el comité, como el responsable directo de haber convertido al servicio de extinción de incendios de Asturias en una red clientelar dedicada a otro tipo de fuegos y de urgencias, con una plantilla callada y agradecida ante la mala gestión y la falta de medios.
El relato que hacen los actuales miembros del comité de los procesos de selección de todos estos años para pasar a ser personal laboral del Principado de Asturias dentro del área de bomberos es demoledor: “El 80% de la plantilla se nombró a dedo”. “El personal de UGT sacaba invariablemente nueves o dieces en los exámenes”. “Antes ya entraban los de casa con pruebas físicas accesibles, pero con la llegada del Instituto Adolfo Posada fue aún peor. Si para ser Policía en España te piden siempre lo mismo, para ser bombero en Asturias, no. Y si en el año 2001 hacía falta correr mucho y saltar mucho, en el 2003 ya no era un requisito para acceder a la plaza”. “Aparecían preguntas fuera de temario, cuestiones en las que un ingeniero sacaría un cinco y aquí había gente con un nueve que luego tenía serías dificultades para mantenerse a flote nadando cincuenta metros”.
Lo de la gente afín, siguen, se extiende también a las partes altas y a la gestión “oscura” de la institución. Así, destacan que el que iba a ser gerente del SEPA, Antonio del Corro (un hombre de UGT que antes estuvo al frente de Bomberos de Asturias), “es otro que se nombró a dedo” y que por ese motivo su nombramiento fue anulado por el Tribunal Superior de Justicia de Asturias (“por haberse efectuado de forma directa y sin convocatoria pública previa”) y ratificado el pasado mes de noviembre por el Tribunal Supremo. La cosa, dicen, no mejora en los mandos, entre los superiores, donde es casi imposible encontrar carreras técnicas, ingenieros o personal con estudios acordes con el puesto, como sí sucede en el resto del país.

Una de las movilizaciones más impresionantes de los bomberos, cuando uno de ellos se crucificó delante de la Junta General. Foto / Pablo Lorenzana.
El retraso de UGT
Queda ahora otra historia para completar el relato. ¿Qué ha fallado en la red tejida y alimentada durante tantos años por UGT en Bomberos de Asturias, según denuncia el actual comité de empresa, para que fructificaran las movilizaciones y los mandos sindicales históricos se quedaran fuera del comité y por primera vez en minoría? La respuesta está en un puñado de trabajadores que lograron aprobar la oposición por méritos propios y dejaron de tener miedo. Ya no les podían represaliar, cuentan los propios afectados, algunos de ellos en el actual comité de empresa. Varios de estos nuevos bomberos que habían entrado por la puerta principal y sin deber favores a nadie, coincidieron en el destino, la central de La Morgal. Ahí empezaron a organizarse, a luchar y a denunciar. Y aunque rápidamente los desperdigaron por otros centros de trabajo, ya era tarde.
Este grupo de bomberos en lucha han conseguido ya, a base de denuncias, las que según ellos son las primeras oposiciones limpias que ha tenido el cuerpo. También tumbaron la primera convocatoria de elecciones sindicales por defectos y en la segunda convocatoria la lista de UGT entró con retraso y no pudieron presentarse, de forma que CSI y CSI-F coparon el comité con la excepción de un miembro de UGT que pertenece al área técnica (donde no hubo retraso en la presentación de candidaturas). Antes de las diez había que entregar las listas y UGT se presentó a las diez y media. Luego quisieron recurrir pero fue imposible. Algunos sospechan que no hubo error y que ante la escalada del conflicto laboral los mandos sindicales han echado el freno. Otros creen que sí, que en UGT se confundieron con las horas.
Bombero torero
De lo que no hay duda es de que los problemas que llevaron a ese pequeño grupo de nuevos bomberos a organizarse para luchar por sus derechos siguen ahí, igual de presentes. El primero es la existencia de esas dos categorías, la de bombero (algo más de 230 en la plantilla) y la de los auxiliares (152). Puede tener un origen histórico la idea del auxiliar, pero lo cierto es que ni en Oviedo ni en Gijón ni en el resto de España existe esa figura. La diferencia entre uno y otro son 252 euros brutos al mes y distintas oposiciones, pero ahí se acaba todo. Por más que un auxiliar no podría nunca conducir el vehículo, en la práctica se ve obligado a ello o a asumir el mando.
El segundo problema es la provisión de vacantes. La plantilla es escasa y está mal organizada, por eso cuando no se cubren las bajas la situación puede llegar a ser muy peligrosa, alertan. “La mayoría de los parques tienen 3 personas, y estos centros a veces atienden a un total de 80.000 personas”. Bomberos de Asturias en Lucha piden más personal y que, al menos, se cubran las bajas o los traslados en comisión de servicios a otros destinos. Y tampoco queda claro, por cierto, que los 19 parques que hay en Asturias respondan tanto a una necesidad del servicio como, de nuevo, a un pago de favores políticos.
Luego está el sistema de veinticuatro horas seguidas, que no está implantado para toda la plantilla cuando de forma unánime en todo el mundo se considera el mejor para atender este tipo de emergencias. Y al final, sean las horas, la falta de personal, la mala gestión o el parque en cuestión, cuando llegan las alarmas, te puedes encontrar a una solo bombero sacando el camión. El mínimo en teoría son dos, porque un bombero conduce y el otro apaga. ¿Pero cómo hace un bombero “torero” obligado a cometer estas irregularidades y estos juegos malabares por la falta de personal? Muchas veces, poniéndose en peligro y poniendo en peligro a las personas a las que va a socorrer porque no puede desarrollar su trabajo en condiciones óptimas.
Eso es lo grave. Pero parece, todavía, lejos de solucionarse. El consejero de Presidencia, Guillermo Martínez, mantiene siempre respecto a este conflicto que el cuerpo de bomberos de Asturias es uno de los mejores de España, que hubo acuerdo con el comité en 2013 y que desde entonces no se han producido recortes de derechos laborales o retributivos.
PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 43, MARZO DE 2016

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