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Aritmética política

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Aritmética política

Pablo Iglesias y Emilio León de espaldas en el mitin de la pasada campaña electoral en La Corredoria (Oviedo). Foto / Pablo Lorenzana.

Pablo Iglesias y Emilio León de espaldas en el mitin de la pasada campaña electoral en La Corredoria (Oviedo). Foto / Pablo Lorenzana.

Primitivo Abella / Consejo Ciudadano de Podemos Avilés.

El 15 de mayo de 2011 comenzamos a experimentar nuevas fórmulas de articular la rebelión contra la hegemonía de las fuerzas del mercado. De ese proceso de experimentación surge Podemos, dando continuidad a los espacios de confluencia, esta vez en un frente político. Como no estamos siendo capaces, por el momento, de formar mayorías sociales que protagonicen un cambio a través de la toma de las instituciones, se impone la reflexión sobre el momento, sus limitaciones, las potencialidades y la búsqueda de nuevos recursos. Somos alquimistas sociales buscando la sinergia política y social, una unidad que nos conduzca a un todo mayor que la suma de sus partes y como alquimistas estamos condenados a equivocarnos una y otra vez para sacar lecciones de cada error.

En este ciclo electoral acabamos de pasar un Rubicón y es el momento de hacer balance. Algunos sectores dentro y sobre todo fuera de Podemos plantean las viejas lógicas formales de la necesidad de llegar a acuerdos con aquellas organizaciones con las que compartimos ejes programáticos. Otras personas pensamos que esto es algo más que programa, es una nueva forma de hacer política, una nueva gramática, un híbrido de partido y movimiento que se nutre de las redes de resistencia que el pueblo teje desde hace años, redes independientes e incluso antagónicas a las viejas estructuras políticas y sindicales que nacieron entre los de abajo pero que fueron fagocitadas por los de arriba. Ya no se busca un retoque cosmético del sistema, no nos quieren dejar nada, por eso lo pedimos todo. Ese es el objetivo, el cambio social profundo. Por eso resultan tan difíciles las unidades con viejas estructuras y por eso preferimos hablar de pactos con la gente. En ese camino tal vez la táctica del momento nos lleve a crear nuevos espacios porque los espacios de confluencia con el tiempo tienden a la interiorización impidiendo nuevos aportes. El movimiento último que transforme la situación es posible que no se llame Podemos. Es difícil dar con la fórmula, pero la necesitamos y por eso discutimos tanto.

No comparto esa lógica aritmética de la unidad, esa que dice: si el partido X tuvo 1.000 votos y el partido Y obtuvo 2.000 entonces la coalición X+Y habría obtenido 3.000 votos. Sobre esto decía Trotsky: “La ley del paralelogramo de fuerzas se verifica incluso en la política. La resultante es, como se sabe, tanto más pequeña cuanto más divergentes sean las fuerzas entre sí. Cuando los aliados políticos tiran en direcciones opuestas, la resultante es cero”. En las últimas elecciones creo que vimos un ejemplo de todo esto. Las Candidaturas de Unidad Popular se construyeron de formas muy diferentes y los resultados fueron igualmente diferentes. Muy pocas consiguieron un resultado mejor que el que obtuvo Podemos en las autonómicas. En Oviedo y Gijón prácticamente coinciden ambos resultados y en Avilés el de Podemos coincide con la suma de votos de Somos y Ganemos. Agrupaciones de electores como Leganemos (21%) o Por Cádiz Sí Se Puede (28%) obtienen un resultado muy próximo al autonómico de Podemos. Sin embargo, hay casos donde la diferencia es sustancial. Por ejemplo, en Las Palmas de Gran Canaria Podemos es el partido mayoritario con el 23 % y el partido instrumental Las Palmas Puede, en el que confluyen Podemos, Ganemos, la asamblea local de IU (desautorizada por la dirección insular), Equo y el Partido Humanista, obtiene un 16 %.

En Zaragoza y Teruel, donde se formaron partidos de convergencia entre Podemos, IU, Equo y otras fuerzas, tampoco se consigue superar a la suma de las partes. Zaragoza en Común tiene muy buen resultado, casi un 25%, pero Podemos prácticamente iguala en la Autonomía y la suma de los votos de los tres partidos es de casi un 30%. Ganar Teruel, donde convergen Podemos e IU, consigue un 15% pero Podemos supera el 19% y la suma de ambos partidos ronda el 24 %.

En Castilla y León también se ensayó la convergencia con IU y Equo. Ganemos Salamanca consigue casi un 14 %, un punto menos que Podemos en la autonómicas y 4 menos que la suma de las partes. Imagina Burgos es un caso atípico. Atípico porque es la única coalición en la que termina participando Podemos y porque es la única candidatura en la que confluyen IU y Podemos que supera la suma de sus partes en las autonómicas: 20,7 % frente a un 20 %.

Ahora Madrid y Barcelona en Comú son dos casos que merecen un análisis diferencial. Aquí sí se consigue la sinergia. El corazón de las candidaturas no son los partidos que participan en él sino los diferentes movimientos sociales que construyen un espacio real de convergencia. Son lo más parecido al ideal de Pacto con la gente. En el caso barcelonés, en el que Podemos e Iniciativa confluyen en el proyecto, no podemos comparar con las autonómicas porque no coincidieron, al igual que en el caso vasco y en el gallego, pero parece evidente que sí se superan los límites de la aritmética. En Ahora Madrid se ve claramente la diferencia entre el resultado en las municipales (32 %) y el de Podemos a la Autonomía (18 %). Aquí no hay convergencia de Podemos con IU, nada que ver. IU no participa, lo que le ha costado su práctica desaparición. El éxito es tremendo, hasta el punto que 2 de cada 5 votantes del PSOE a la Autonomía votan Ahora Madrid en las municipales. El carisma de Carmena, la soberbia de Aguirre en los estertores de su vida política, las ganas de la ciudadanía madrileña de recuperar la ciudad y un proyecto enraizado en el movimiento popular, en el tejido social de la resistencia. Poco que ver con la triste aritmética.

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