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Beiras, último obstáculo para Núñez Feijóo
Por Daniel Ripa. Investigador en Psicología Social de la Universidad de Oviedo. La muerte de Carrillo y la toma de partido del Rey a favor de la unidad nacional ejemplifican claramente el fin de los escasos consensos de la Transición aún en pie. Rajoy recibía del monarca un balón de oxígeno, en forma de misiva real contra independentistas y críticos con sus medidas económicas. Y es que la crisis económica, bajo la presión de los movimientos sociales surgidos al calor del 15-M, está derribando la ya mínima legitimidad de PP y PSOE. Rubalcaba no recibirá ayuda de los socialistas gallegos, manchados por la detención por corrupción del alcalde de Ourense en una operación judicial que también salpica al PP. Por su parte, repunta una crisis territorial que en la práctica supone una colisión entre una apuesta centralizadora del PP y UPyD enfrentada a mayores demandas federalizadoras en Catalunya y Euskadi. Nuevas tensiones que amenazan con explotarle en la cara a Mariano Rajoy y de las que estas elecciones gallegas y vascas serán su primer campo de batalla.
Buscar la debilidad del rival
Otoño de 2007. Gordon Brown, primer ministro británico tras el abandono de Tony Blair, parece decidido a convocar elecciones. Sin embargo, tras semanas de especulación y unas encuestas levemente desfavorables, se retracta. Esta indecisión será constante durante su mandato, mostrándole como incapaz de dirigir un país en tiempos de crisis. Con su popularidad por los suelos y David Cameron en creciente ascenso, el desplome del Labour Party se convirtió en realidad en 2010, perdiendo casi 100 parlamentarios. Nuñez Feijóo (Ourense, 1961), más hábil, no ha cometido el error de Gordon Brown: a veces, las elecciones han de celebrarse, sin dudar, no cuando tú estés más fuerte sino cuando se aprecie la debilidad del rival. Con un BNG convertido en un polvorín de escisiones tras el Congreso más convulso de su historia, un Mario Conde con su partido Sociedad Civil y Democracia a medio formar y un PSG en luchas cainitas por el poder entre el exministro Pepe Blanco y su secretario general en Galiza, Pachi Vázquey, Feijóo apartó su plan B (una reforma electoral que reforzaría al partido mayoritario al reducir el número de escaños en el Parlamento) y adelantaba sorprendentemente las elecciones gallegas. Paradójicamente, Galiza, un territorio periférico de un Estado periférico en Europa, verá como sus resultados marcarán parte del destino político del Estado. Para el profesor de Ciencias Políticas de la Universitat de Girona Raimundo Viejo serán “un fenomenal sondeo sobre la respuesta ciudadana a la crisis/estafa en que estamos metidos, poniendo de manifiesto los márgenes de intervención del Estado” en Galiza y la Comunidad Autónoma Vasca. Manoel Santos, miembro de la Coordinadora de ANOVA-EI, cree que el PP “se juega su hegemonía a nivel estatal, podría provocar el inicio de un declive, un efecto bola de nieve”. Una derrota que es factible si hacemos caso a las encuestas, donde caen por igual PSOE (5 puntos porcentuales) y PP (3 puntos). La clave, por ello, estará a su izquierda.
¿La Syriza gallega?
Pero Nuñez Feijóo se olvidó de una variable en su ecuación, la de Xosé Manuel Beiras (Santiago de Compostela, 1936), el histórico exportavoz del Bloque Nacionalista Galego, aún hoy uno de los personajes más activos en la política gallega. Éste, había lanzado una ‘bomba’ el pasado 25 de Julio, Día da Patria Galega. Ofrecía conformar una gran coalición, una Syriza galega, al conjunto de fuerzas galleguistas y anticapitalistas. La novedad era que por primera vez incluía entre sus destinatarios a la izquierda estatal, Esquerda Unida (EU), quienes recogían rápidamente el guante. La coalición Alternativa Galega de Esquerda estaba en marcha, basada en una ‘plancha’ de candidatos entre EU (un partido anecdótico en Galiza más allá de Ferrol y Vigo) y ANOVA-Encontro Irmandiño, el proyecto comandado por Beiras, a la que se sumaban posteriormente EQUO y Espazo Ecosocialista Galego. El sector de Beiras había roto en Febrero con el BNG tras un convulso congreso donde unidos a +Galiza, la corriente del Portavoz parlamentario Carlos Aymerich, el veterano político había obtenido el 46% de los votos para la Secretaría General. Se hacía total la hegemonía de la UPG (la Unión del Povo Galego), el partido-guía que controló durante décadas el ‘aparato’ del BNG y que poco a poco anuló la discrepancia interna. La convivencia en común no daba más de sí y, en este clima insostenible, la dolorosa derrota de Beiras abrió la puerta de salida a miles de militantes, una auténtica ‘implosión’. “La mayoría del BNG está ya fuera del BNG”, sentencia Santos.
A partir de ahí, unos meses frenéticos de creación de partidos, alianzas y fusiones. Por un lado, un nacionalismo galego interclasista plagado de ex cargos públicos del BNG se constituía en Compromiso x Galiza (CxG) bajo la batuta de Xoan Carlos Bascuas –exalto cargo en la antigua Consejería de Vivienda del BNG- y Rafael Cuiña, el hijo del ‘galleguista’ exdelfín de Fraga, Xosé Cuiña. En fuera de juego tras una nefasta gestión de la coalición con Beiras, dificilmente conseguirán representación. Por otro, el proyecto del heptaganario, segundo político gallego mejor valorado por la ciudadanía, que bascula hacia la izquierda y funciona a partir de asambleas de base, donde se ha integrado una parte de la izquierda independentista (la FPG). Un halo de ‘anti-sistemas’ y su mayor cercanía a los jóvenes urbanos les va a abrir un hueco en el Parlamento gallego, con un mínimo de tres diputados(A Coruña y Pontevedra). A pesar de la efectista comparación con la formación griega de izquierdas que alcanzó el 27% de los votos, para Viejo, “la Syriza gallega, sencillamente, no existe, dejémonos de monsergas sobre marcas electorales”. Otros, como Manoel Santos, reconocen que la excepcionalidad del momento ha llevado a “una alianza, a este nivel inédita en el país, entre dos polos muy representativos de la izquierda nacionalista y no nacionalista”. Para él, Beiras ha optado por una respuesta arriesgada en un contexto donde el PP ha convertido a Galiza en un “tubo de ensayo”, para la “deconstrucción de todas las estructuras identitarias y de autogobierno”.
Alta traición
La iniciativa de unir a la izquierda estatal y gallega sería un delito de alta traición dentro del nacionalismo gallego si no fuera por la profunda crisis en la que se encuentra su principal referente, el BNG, para quien las encuestas le otorgan 9 diputados, sus peores resultados desde 1989. Este frente amplio de partidos y militancia logró el hito histórico de dar el ‘sorpasso’, superando al PSOE en 1997 y 2001, con casi un 25% de los votos, y aún ahora cuenta con 590 concejales. El Bloque había comprendido bien “el tránsito gallego al postfordismo hasta mediados de los noventa”, recuerda Viejo. Durante años, fantasearon con la idea de arrebatar a Fraga la Presidencia de la Xunta apoyados por el PSG-PSOE, y casi lo consiguieron. Sin embargo, moderaron su ‘mensaje’ para aumentar sus expectativas de voto –un clásico error de la izquierda-, decapitando a Beiras en pro de un perfil ‘más presidencial’, el de Anxo Quintana, ex alcalde de Allariz, y se coaligaron con el PNV y CiU. El BNG, explica Viejo, “desde un acervo de izquierda conservadora” había optado por ocupar “el espacio abandonado de la socialdemocracia y derivar, con ella, a la derecha”. La esquizofrenia de un partido socialista que navegaba en coaliciones con socios nada recomendables, liberales y democristianos, pronto causó un naufragio reflejado en una caída en picado de votos, a pesar de la cual entraron en el gobierno del PSG de Touriño, lo cual sólo agravó el declive. Y es que al BNG le ha pasado la ‘vieja’ historia de la izquierda institucional: “el sistema, de una manera u otra, siempre te acaba absorbiendo”, recuerda Santos, quien añade que llevan “obviando, e incluso despreciando, a la izquierda de la calle demasiado tiempo, y sin ésta lo de izquierda pasa a ser una simple etiqueta programática sin valor alguno”. Más allá, prosigue Viejo, “en la ola de movilizaciones altermundialistas (huelgas generales, LOU, Prestige, Guerra de Iraq, etc.) se fue al traste por no haber sabido leer esas transformaciones. Desde entonces está en caída libre: la UPG es víctima de su, ya obsoleta, gramática política”. Ahonda Santos en esa idea: “En un contexto de crisis económica e institucional, pensar que puedes vivir ajeno a estos terremotos sociales es un grave error”.
La izquierda de la calle y los frikis políticos
En estas elecciones, los partidos no estarán tan solos. La sociedad gallega, especialmente los más jóvenes, ha cambiado su visión política a raíz de diversos movimientos, recuerda Santos, “el À Rasca portugués, los Occupy norteamericanos, las primaveras árabes, los Uncut británicos…”, además del 15-M. Se ha generado un estado de ánimo, sorprendentemente más cercano al veterano político nacionalista que a un BNG demasiado rural, que está cambiando el tablero de juego y las prioridades políticas. En estas aguas revueltas intentarán pescar UPyD y Mario Conde. Los ‘magentas’ lo tendrán difícil, después de que Rosa Díez utilizará ‘gallego’ como un insulto a Rajoy y Zapatero, mientras que Conde (aupado por el grupo Intereconomía y críticos del PP) lucha por un escaño en Pontevedra que le proyectaría a la política estatal. PP y PSOE parecen decididos a ayudarles: En la campaña electoral se ha colado la detención por presunta corrupción (Operación Pokemon) de una decena de personas vinculadas principalmente al PSG, entre ellas el alcalde de Ourense Francisco Rodríguez y el exconcejal de Lugo Fernández Liñares, pero también al PP, como el alcalde de Boqueixón, Adolfo Gacio.
Pero lo que realmente impedirá un nuevo gobierno de Feijóo será la ilusión que Beiras genere entre la izquierda abstencionista. La falta de liderazgos carismáticos de un movimiento (15-M) que apuesta por lo colectivo ha devuelto al primer plano a viejos ‘rockeros’ de la izquierda: Julio Anguita, Sánchez-Gordillo, Gerardo Iglesias. Y Beiras, por supuesto, quien nunca se fue y ahora servirá en frío su venganza ante las ‘humillaciones’ de Quintana y la UPG: “es la hora de la lealtad al común ciudadano y no de la obediencia a las organizaciones”, afirma. Al contrario que buena parte de la izquierda institucional, señala Santos, el veterano político “nunca ha abandonado la calle (participó activamente desde los inicios en el movimiento alter-globalización); su edad biológica está en contradicción absoluta con su edad mental”. Criticado por muchos por su afán de protagonismo; para otros, hombre de otro tiempo, lo cierto es que a pesar de lo anterior, señala Viejo, “sería estupendo volver a verlo en la cámara y ya no sólo quitándose el zapato como Jrushchov sino lanzándoselo a Feijóo como hizo Muntazer al-Zaidi, el periodista iraquí que se lo tiró a Bush”.

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