
Protesta ante una sucursal bancaria. Foto / María Arce.
Por Jaime Lisa. ¿Quién se han creído que son los banqueros dictando leyes, recortes, privatizaciones, normas de conducta, penurias ajenas y pautas de comportamiento desde su trono celestial y decidiendo de quién es el dinero y de quién no, para quién sí y para quién no?
No se conforman con gobernar su casa, su entidad, su vida, deciden en lo ajeno, en nuestras vidas, en lo que somos y tenemos los demás.
Manejan la política nacional, la política internacional, el universo, a merced de los intereses del dinero.
Pontifican sobre la inexorable inmanencia del capitalismo y del Fin de la Historia convirtiéndolo en ideología única e incuestionable obligatoria para todos.
Su poder emana de la posesión del poderoso poder del caballero Don Dinero.
¿Pero de quién es su dinero? ¿De quién ese dinero que les otorga tanto poder?
El dinero de la Banca no es dinero de los bancos ni dinero de los banqueros. El dinero que maneja la Banca es nuestro dinero, dinero del ciudadano que tememos guardar en el calcetín o bajo un ladrillo a merced de cualquier caco y preferimos, por medida de seguridad, confiar en los profesionales del dinero. Un servicio, de guardián del dinero, que no es un servicio altruista, un servicio que les pagamos.
Qué pasará el día en que todos, al mismo tiempo, saquemos nuestro dinero de los reputados bancos, codiciosos, desalmados, para llevárnoslo a casa y guardarlo bajo un ladrillo o para depositarlo en manos de un amigo leal o en una institución no especulativa, un ente público, sin ánimo de lucro privado, con ánimos de atender el bienestar colectivo en un Estado democrático, un banco que no desahucia ni trafica con bonos basura en paraísos fiscales ni se apropia de nuestros ahorros ni de nuestros fondos de pensiones, que no tima con participaciones preferentes y subordinadas, que para favorecerse entre bancos ricos y buenos no crean un banco público malo para costear sus atropellos, sin pedir permiso, con el bolsillo de los contribuyentes, que no son los suyos.
Si todos sacásemos de las manos de los banqueros nuestro dinero al mismo tiempo ¿cómo se asignarían ellos mismos jornales millonarios, indemnizaciones incalculables, gratificaciones blindadas? ¿Cómo retribuirían a sus asesores? ¿Cómo compensarían a sus políticos y ex políticos asoldados? ¿Cómo repartirían primas, pluses, sobresueldos, dietas, premios a amigos, allegados, inversores y accionistas? ¿Cómo comprarían voluntades, conciencias y dignidades?
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