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Del opio del pueblo al blanqueo de capitales

El fútbol es un negocio millonario, aunque solo para los grandes.
Foto de Paco Paredes.
El supuesto suicidio en Londres del magnate ruso Boris Berezovski, que
investiga la justicia, ha hecho aparecer también estos días
relacionado con ese suceso el nombre del dueño del Chelsea, Roman
Abramovich. Berezovski y Abramovich fueron socios y juntos compraron
en 1995 la petrolera rusa Sibneft. Sus destinos luego los separaron y
Berezovski murió arruinado, algo que puede que no le hubiera ocurrido
si hubiera invertido en el fútbol, aunque la burbuja financiera del
balompié parece a punto de reventar.
Para Marx la religión era el opio del pueblo. Si fuera cierto, bien
pronto tuvo un serio competidor: el fútbol. Nadie duda de la belleza
de un deporte que apasiona a las masas, no precisamente por
casualidad. Pero tampoco de su poder de sugestión colectiva, que ha
llegado al punto de ser una oferta casi diaria en España a través de
la televisión, que mueve gran parte del inmenso negocio que se genera
alrededor del balón.
En los últimos años grandes fortunas, capitales sospechosos y
empresarios con más amor al dinero que a los colores de un equipo
desembarcaron en el llamado deporte rey, especialmente en países como
Rusia y Gran Bretaña. Analizó el fenómeno Íñigo Arza en un artículo
que publicó en el número 24 de ATLÁNTICA XXII, el pasado mes de enero.
Lo reproducimos a continuación.

Eto´o se convirtió en el jugador mejor pagado del mundo cuando dejó el Barcelona y fichó por el Anzhi de Makhachkala de Rusia. Foto
de Paco Paredes.
Los goles dudosos de las grandes fortunas
El fútbol, un juego sucio para multimillonarios
Iñigo Arza
Blanqueo, apuestas ilegales, prostitución y negocios sucios ruedan a la vez que el balón en todo el planeta. El fútbol mueve masas y pasiones, pero sobre todo dinero y poder. El último multimillonario en irrumpir en Europa en el negocio del deporte rey es el hombre más rico del mundo, el mexicano Carlos Slim, que invirtió 2 millones de euros en el Real Oviedo.
Como cada año, la revista Forbes ha sacado su lista con los equipos de fútbol más ricos del mundo. El Manchester United ocupa la primera posición con 1.710 millones de euros. ¿Qué gran empresario podría resistirse a una oportunidad de negocio así? Desde luego, Malcolm Glazer no. En el año 2005, este empresario estadounidense decidió comprar el Manchester United con una inversión de 1.160 millones de euros, por lo que en apenas 7 años el valor de esta empresa ha crecido 650 millones. Hasta aquel momento Glazer ni siquiera conocía las reglas del fútbol pero sí las de los negocios. Comenzó a hacer fortuna tras heredar el de joyería de su padre y con los beneficios realizó unas inversiones de lo más diversificadas: alimentación, medios de comunicación, banca, petróleo y cualquier sector con el que fuese factible especular. Por supuesto, ahí encaja el fútbol. Ya ha sido acusado de realizar una “contabilidad creativa” sospechosa con las deudas del Manchester United.
Florentino Pérez también vio esa oportunidad. El Real Madrid figura como segundo equipo en este ranking gracias a sus 1.435 millones de euros. Una cantidad en la que se incluyen activos del club como la ciudad deportiva, resultado de uno de los mayores pelotazos urbanísticos de la ciudad. En los años 60 el Real Madrid compró unos terrenos al Ayuntamiento a cambio de un puñado de millones de pesetas y construyó allí su ciudad deportiva. Tras comenzar a acumular deudas, el club merengue decidió presionar a Ayuntamiento y Comunidad para recalificar esos terrenos y poder construir en ellos en pleno boom inmobiliario. Durante los años 80 y 90, con Ramón Mendoza o Lorenzo Sanz al frente, no tuvieron éxito, su proyecto fue rechazado. Pero solo unos meses después de la llegada de Florentino a la presidencia la operación se realizó con una agilidad asombrosa. El club merengue construyó allí las famosas torres comerciales y el Ayuntamiento no tuvo problemas en desembolsar más de 500 millones de euros a cambio de ellas. Nada es casualidad: Florentino Pérez preside la constructora ACS y tiene grandes amistades en el PP. Las conversaciones entre grandes empresarios y políticos en los palcos son de lo más rentables. Si tienes contactos nada importa que ACS esté prácticamente en quiebra, que Florentino se encuentre arruinado o que el Real Madrid arrastre deudas millonarias; aún así Bankia accedió a financiarle el fichaje de Cristiano Ronaldo, un activo de 96 millones que, con la quiebra del banco y su “rescate”, en la práctica ha sido pagado con el dinero de todos los ciudadanos.
El dinero ruso
Pero medir el poder económico de un equipo en base a su capital es cosa del pasado. En la cabeza de esa lista Forbes no figuran equipos como el Chelsea de Roman Abramovich, aunque el club londinense bate récords en traspasos año tras año. La razón es que ese dinero no procede del equipo ni revierte en su capital; esa inversión es consecuencia de la iniciativa de su dueño, que cada año dedica decenas o cientos de millones a contratar a estrellas como Mata, Torres o Drogba. Abramovich compró el Chelsea en 2003, cuando era un equipo sin aspiraciones en la Premier League y ni soñaba con competir en la Champions League. Con una inversión de 1.000 millones de euros y tras reunir algunos de los mejores jugadores del mundo, los londinenses se hicieron con la Champions en 2011. La historia de Abramovich es la de la mayoría de nuevos millonarios surgidos de la Unión Soviética. Tras comenzar a desarrollar varios negocios especulativos en el mercado negro, fue ganando peso en las élites financieras y logrando contactos. En 1991, con el fin del sistema soviético, Abramovich se encontraba en una posición perfecta para beneficiarse de la Perestroika y sus privatizaciones. En 1995, junto con Boris Berezovski (oligarca muy vinculado a Boris Yeltsin), adquiere la empresa petrolera Sibneft por la que obtiene rápidos beneficios, comprando otras pequeñas empresas petrolíferas previamente privatizadas, que finalmente vende al gigante Gazprom. El Estado, tras subastar e incluso adjudicar a dedo sus recursos a precios irrisorios, decide invertir de nuevo en ellos pero esta vez a precio de oro, siendo gestionados por la oligarquía. Para afianzar su poder y sus negocios, Abramovich también participa en política; como tantos otros grandes empresarios aupados por la Perestroika, durante 10 años fue diputado en la Duma.

El Real Madrid, presidido por Florentino Pérez, uno de los constructores más poderosos de España. Foto de Paco Paredes.
Precisamente Gazprom, la empresa petrolera y gasística parcialmente propiedad del Estado ruso, es dueña del Zénit de St. Petersburgo. En 2005 el Zénit se convirtió en una empresa filial del consorcio gasístico y, con el directivo de Gazprom y multimillonario ruso Alexander Dyukov como presidente, ha pasado de ser un conjunto humilde a ganar la Liga rusa, la Europa League y ser uno de los favoritos en la Champions . Con una inversión de cientos de millones de euros, el Zénit ha reventado el mercado futbolístico con fichajes como el del brasileño Hulk por 60 millones de euros. La UEFA se manifiesta en contra de que empresas ajenas inyecten dinero en equipos de fútbol, pero en la práctica Platini y compañía dan manga ancha al gigante ruso. Los 20.000 millones de euros de fortuna personal con los que cuenta Dyukov quizás tengan algo que ver. Tanto, que su presión, junto a la de otros oligarcas rusos, ha hecho que la FIFA les conceda la organización del Mundial 2018, un evento que es la coartada perfecta para hacer negocios urbanísticos, aumentar la represión sobre la población y alimentar actividades como las apuestas ilegales, la prostitución o el blanqueo de dinero.
Lejos de la antigua Leningrado, en la república rusa de Daguestán, la historia se repite. El Anzhi de Makhachkala apareció en el escenario del fútbol internacional gracias al fichaje de la estrella brasileña Roberto Carlos. Su irrupción definitiva fue hace apenas un año: hicieron saltar la banca con la contratación de Eto’o, que se convirtió en el jugador mejor pagado del mundo, 30 millones de euros por temporada. El responsable de estos desembolsos es el magnate ruso Suleyman Kerimov, quien compró el equipo en 2011 y decidió poner a disposición de éste su fortuna de unos 6.000 millones de euros. Igual que el resto de grandes oligarcas rusos, Kerimov, un reconocido economista, creó su fortuna especulando con distintas inversiones y adentrándose en la industria petrolífera. Como Abramovich y el resto de oligarcas, estuvo vinculado con Gazprom y fue diputado en la Duma. Además el Anzhi es un arma política. La República del Daguestán, territorio junto a Chechenia, es escenario habitual de bombardeos y combates entre militares rusos e independentistas, por lo que el Anzhi es utilizado para dar una imagen de prosperidad de su región. El que sus jugadores vivan en Moscú y solo se desplacen a Makhachkala cada dos semanas para jugar como locales resta bastante credibilidad a esa idea.
Si los obreros que fundaron el Shakhtar Donetsk (“Mineros de Donetsk” literalmente) viesen hoy a su equipo, no lo reconocerían. Esta ciudad metalúrgica y minera de Ucrania vio cómo su humilde equipo logró con mucho esfuerzo dar la sorpresa y conseguir cuatro Copas de la URSS. En 1996 se hace con el equipo Rinat Akhmetov, el hombre más rico de Ucrania gracias a su empresa SMC Holdings y su fortuna de 25.000 millones de euros. La amasó invirtiendo en la industria local: el acero y el carbón. Su amistad con el expresidente de Ucrania, Viktor Yanukovych, facilitó mucho ese enriquecimiento. Incluso Akhmetov se involucró en política de su mano, siendo muy criticado por utilizar sus puestos de responsabilidad para enriquecerse y favorecer a sus propias empresas.
Los jeques árabes
El fenómeno más popular en cuanto a inversiones millonarias y fútbol probablemente sea el de los llamados jeques árabes. El más conocido e influyente es Mansur bin Zayed Al Nahyan, miembro de la familia real de Emiratos Árabes Unidos, que cuenta con una fortuna personal de 4.000 millones de euros. Además gestiona y controla el Abu Dhabi Investment Council, el fondo de inversión de su país, lo que le concede un crédito casi ilimitado. En 2008 este jeque decidió comprar el Manchester City, equipo que históricamente estuvo viviendo a la sombra de su eterno rival, el Manchester United. Desde entonces Mansur bin Zayed ha invertido una media de más de 100 millones de euros cada temporada, contratando a jugadores como Silva, Touré Yayá o Agüero. Precisamente un gol del argentino en el último minuto del último partido de la temporada anterior, daba la primera Premier League de su historia a los citizens. A ojos de Mansur bin Zayed quedaba justificado el dispendió en fichajes del petróleo y las inversiones nacionales. Por supuesto, a pocos les importa que él y su familia rijan su país con puño de hierro y los derechos brillen por su ausencia.
Desde hace unos años la familiar real qatarí está intentando introducirse en el fútbol de élite en vista de los beneficios que genera. Qatar Investment Authority, el fondo de inversión qatarí, compró el Paris Saint Germain en 2011. Con Tamim Bin Hamad al Thani, hijo del Emir de Qatar y heredero del trono, moviendo los hilos, el PSG ha vuelto a disputar la Champions League y es el principal candidato a conquistar la Ligue1. La llegada de jugadores como Ibrahimovic, Pastore o Thiago Silva, sumando un gasto en contrataciones de 250 millones de euros en dos años, le convierten en uno de los equipos más potentes del planeta. El propio Qatar Investment Authority diversifica sus inversiones en el fútbol: los qatarís se gastaron 170 millones de euros en patrocinar la camiseta del Fútbol Club Barcelona. Igual que en el caso ruso, los petrodólares qatarís han convencido a la FIFA para otorgarles la organización del Mundial 2014. Las altísimas temperaturas, la falta de afición al fútbol y la ausencia de instalaciones, son menudencias ante la posibilidad de realizar grandes negocios.
Expolios y burbujas
El fútbol profesional, un negocio antes que un deporte, es el sueño de cualquier especulador. Las facturaciones de los equipos son muy volubles porque hablamos de mercancías con un valor muy subjetivo; uno puede declarar 10 millones de euros por un fichaje absurdo y siempre lo podrá justificar como un simple error técnico. Es difícil imaginar una situación mejor para blanquear dinero. Además los equipos arrastran unos sentimientos masivos que otorgan un gran poder político a sus dueños.
Los propietarios de los equipos más importantes proceden de países con riquezas pero también con una altísima desigualdad económica y social: oligarcas rusos acusados de atentar contra la libre competencia, de presionar para lograr compraventas milagrosas o de blanquear dinero; o jeques absolutistas que saquen a sus países. Mientras, otros equipos, para competir, están recurriendo al endeudamiento progresivo, cavando una tumba de la que solo les está salvando la inacción de las instituciones estatales, aunque la burbuja está a punto de estallar. En las bases del fútbol de élite actual está la injusticia social y el expolio de lo público.

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