En 1971, en plena resaca de Mayo del 68, de las grandes movilizaciones por los derechos civiles y contra la guerra de Vietnam, Gil Scott-Heron compuso una canción titulada La Revolución no será televisada. Hoy, parafraseando a ese gran poeta norteamericano, me atrevería a decir que, el próximo 15-M, la nueva revuelta ciudadana que venga, ya sea por tierra, mar o aire, tampoco será televisada, o al menos no nos sacará tan favorecidos. Se ha hablado mucho del papel que jugaron las redes sociales y las nuevas tecnologías en la aparición del Movimiento 15-M, pero su carácter multitudinario e intergeneracional no se explica tampoco sin el extenso y favorable tratamiento que dieron de él la televisión y la mayoría de los grandes medios, sorprendidos por aquella inesperada irrupción de la ciudadanía en las plazas.
Del tratamiento informativo del 15-M al de la masiva manifestación de las Marchas de la Dignidad, el 22-M, han pasado tres años, una mayoría absoluta del PP y un deterioro de la situación social española que muchos de los que estábamos en las plazas ni siquiera nos imaginábamos por aquel entonces. El 15-M yo era un indignado con un sueldo de un poco más de 1.000 euros. El 22-M, un parado sin prestación de desempleo. Mi caso no es, ni de lejos, uno de los más graves, en un país donde las familias son desahuciadas de sus casas, los despidos no cesan y ver a gente rebuscando comida en la basura comienza a ser una imagen no del todo infrecuente. El reflejo en los grandes medios del 22-M, pasando de largo de una de las manifestaciones más masivas de la historia de la democracia en España, o criminalizándola como una suerte de revuelta juvenil en Mongolia, adelanta cómo tienen previsto los de arriba contestar desde el frente comunicativo al hartazgo de los de abajo. Un millón de personas protestando en un país con seis millones de parados no es la antesala al asalto al Palacio de Invierno, pero sí demuestra que hay un movimiento anti-Troika en expansión, capaz de convocar protestas masivas a pesar de tener a las principales empresas de la comunicación en contra.
Falta nos hace que la nueva propuesta de los convocantes del 22-M -rodear los parlamentos autonómicos el 21 de junio- sea igual de secundada. Para la que se nos está viniendo encima todavía somos pocos, y no está de más reconocerlo. Si el objetivo de la Troika para Grecia es igualar los sueldos al nivel de Rumanía y de Bulgaria, en ningún lugar está escrito que el proyecto de las élites locales y globales para España no sea el mismo: un paraíso de sol y neoliberalismo con sueldos baratos y protección social reducida a una suerte de caridad para menesterosos y pobres de solemnidad. Frente a unas clases dirigentes con el pie puesto en el acelerador de las contrarreformas, y un PSOE y unas cúpulas sindicales de los que no podemos esperar más que palabras vacías o actos simbólicos, vamos a necesitar ración triple de presión en las calles, en los centros de trabajo y en las instituciones para frenar a unos rufianes que juegan sucio y no respetan regla alguna.
Urge aprender a hablar no solo para los convencidos, sino para toda esa gente cercana que se salta las páginas de política de los periódicos, que cree que la culpa de lo mal que va el país es de los inmigrantes, de los catalanes, de los jornaleros que cobran el PER o de lo caras que nos salen las televisiones autonómicas, que asume los recortes como inevitables, o que piensa que esto se va a arreglar solo. Tender puentes -como lleva cinco años haciendo la PAH- con la gente común que sufre el derrumbe de sus vidas en silencio, con culpabilidad y fatalismo, armarnos de valor para organizar la respuesta también en nuestros puestos de trabajo, pero al mismo tiempo de ilusión y de optimismo para festejar cada Gamonal, cada Tenneco, cada Madreña, cada victoria, por pequeña y frágil que sea, con una alegría contagiosa, como una demostración palpable de que Sí se puede, es el trabajo ingente que tres años después del 15-M tenemos por delante. Decíamos entonces aquello de “vamos lentos, porque vamos lejos”. No estaría mal, visto lo visto, que fuésemos aligerando un poco la marcha.
PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 32, MAYO DE 2014
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