Repita usted conmigo: Rajoy es peligroso. Sí, eso, Rajoy es peligroso. Venga, ánimo, una vez más, con fuerza, que no se diga, Rajoy es peligroso. El registrador de la propiedad de Santa Pola parecía un gatito de peluche al lado de Aznar y joder, cuando nos hemos querido dar cuenta, este tipo se ha cargado la ayuda a la dependencia, el aborto, la justicia universal, ha dado una vuelta de tuerca más a la precarización del mercado laboral y de paso ha dinamitado las pensiones y los principales servicios públicos. Solo dos años y medio le han bastado al presidente de la tele de plasma para realizar las fantasías más calenturientas de la clase dominante y los grupos de presión más retrógrados de la sociedad española. De Rajoy nos hemos reído mucho, y los motivos no nos han faltado. Es un poco gangoso, es inculto, su grupo favorito es Café Quijano… Pero admitamos que seguramente él se ha reído bastante más de nosotros.
Dicen las encuestas que la mayoría de los españoles odiamos a Rajoy, pero que aún así volvería a ganar. Y lo peor quizá sea que esto no nos sorprende ya demasiado. ¿Qué alternativa de masas hay? El PSOE está desprestigiado y tiene al frente a un líder tan nefasto como Alfredo Pérez Rubalcaba (¿recuerdan cuando hace no tanto tiempo a este sujeto nos lo vendían columnistas y tertulianos como el no va más de la dialéctica, el arma secreta de Ferraz?). ¿Y la izquierda transformadora? Es todavía, pese a sus avances, demasiado débil y fragmentada como para poder representar una alternativa real al bipartidismo. A su escala reproduce muchos de los problemas de burocratización y falta de liderazgo de los sociatas, o de los sectarismos e infantilismos propios de los izquierdistas de toda la vida (permítanme el toquecillo leninista). ¿Y el recambio por la derecha? Posible, pero por el momento improbable. Motivos para el cabreo entre sus bases haylos. El PP no solo ha golpeado a las clases medias y la pequeña burguesía con abusivas subidas de impuestos a cambio de peores servicios públicos, sino que ha sido pillado con las manos en la masa, y en el sms: “¡Ánimo, Luis. Sé fuerte, campeón!”. Probablemente haya bastantes votantes conservadores le que den la espalda el día de las elecciones, pero sospecho que la mayoría, aunque sea con resignación y tapándose la nariz, volverá a hacerlo. ¿Existe algo mejor para votar que lo que llevan votando toda la vida? ¿A la criptosociata Rosa Díez? ¿A los heroicos mártires, pero enloquecidos Ortega Lara y Alejo Vidal Quadras? El descabezamiento de El Mundo ha dejado además a UPyD y a VOX sin una plataforma mediática vital para su proyección y crecimiento y tampoco se ha construido aún ese liderazgo mesiánico y carismático capaz de llevarse el gato al agua (atención, juego de palabras) a ese espacio social y cultural que quiere quitarse del PP, pero que no sabe cómo hacerlo.
No conozco a mucha gente de derechas, y no lo digo con orgullo. Ese es un problema serio si quiero atraer a un proyecto democratizador a los que votando al PP también sufren en carne propia, o en la de sus seres queridos, el desempleo, la precariedad y los recortes. El misterio de la credibilidad que la derecha ofrece a una gran parte del pueblo trabajador al que objetivamente perjudica es proporcional a mi incomprensión de la causa por la que la gente sigue comprando en El Corte Inglés. Quizá Rajoy no fuera tan tonto como pensábamos los que siempre nos creemos tan listos. Quizá el mezquino y mediocre registrador de la propiedad sepa a su manera más sobre cómo es y cómo siente la sociedad en la que vivimos, que todos los historiadores, sociólogos, politólogos y economistas de izquierdas de la Universidad española. Dice el dramaturgo Rodrigo García que, mal que nos pese, los capitalistas son los verdaderos sabios de nuestra época, que Amancio Ortega o el dueño de Ikea conocen mejor los sueños y los entresijos del alma humana que Sigmund Freud o cualquier filósofo de apellidos raros. Que si quieres saber algo sobre el sentido de la vida, mejor se lo preguntes al consejero delegado de Coca-Cola que al Dalai Lama. Pues eso. Recapitulando: Rajoy es un peligro.
PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 31, MARZO DE 2014
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