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Atlántica XXII

Editorial: HUCA nuevo, modelo viejo

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Editorial: HUCA nuevo, modelo viejo

Dos nuevos hospitales, el nuevo HUCA en Oviedo y el de Mieres, acaban de ponerse en marcha en Asturias. Destaca el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), por su significado sanitario y sus costes económicos, una gran infraestructura que emerge quizá como el único legado del “arecismo” ante los reiterados fiascos del Gran Musel, el Niemeyer, la apuesta energética por el ciclo combinado, la incineradora… Grandes proyectos y monumentales fracasos.

El caos y la improvisación del traslado del viejo al nuevo HUCA, y no solo por los accesos, se pusieron de manifiesto con la llegada de los primeros pacientes. A ello contribuyó el nuevo sistema informático, que ha provocado unánimes quejas de unos trabajadores desmotivados que fueron convidados de piedra en la gestación del centro de La Cadellada. Es inadmisible que los asturianos no sepamos cuánto nos costó este desaguisado, porque lo que hubo que invertir en sobrecostes, con obras destinadas a corregir graves errores en numerosos departamentos, es un secreto que el Principado, que impulsa una ley de transparencia y buen gobierno, se niega a desvelar. Y que sobre los terrenos del HUCA clausurado en El Cristo no haya previsión alguna es una preocupante muestra de incompetencia de las Administraciones.

Ahora que al fin ha llegado el HUCA, es necesario rememorar un proceso constructivo jalonado por esperpénticas inauguraciones a pie de obra y un alto precio en tiempo y dinero. Todo un ejemplo de ineficiencia y descontrol: la obra, inicialmente prevista para cuatro años y medio, requirió más de ocho, con modificados y sobrecostes de difícil justificación, cuantificados en casi 100 millones de euros, e hipotecará a la sanidad asturiana con unas cuotas anuales de 65 millones de euros hasta el año 2035.

Si los grandes números son escandalosos, los detalles aún más. A modo de ejemplo, se ha publicado que el ajardinamiento de los patios interiores supone 1 millón de euros, que se añaden a los 1,7 millones del acondicionamiento del parque que rodea el hospital. Probablemente son los parterres más caros de España, en contraste con los magníficos jardines del antiguo Psiquiátrico, construidos y cuidados por los enfermos a “coste cero”.

Más allá del espíritu suntuario y los lujos prescindibles, el problema de fondo del nuevo HUCA es, en similitud con el viejo y con el diseño de la sanidad española de los años sesenta, su expresión de  “hospitalocentrismo”: hegemónico y desvinculado del conjunto de los recursos sanitarios. El nuevo HUCA bascula definitivamente el sistema sanitario hacia el hospital y el consumo tecnológico en detrimento de la salud pública, la promoción de la salud, la atención primaria o la cobertura socio-sanitaria, que son los parientes pobres, con apenas la sexta parte de los presupuestos sanitarios.

Contraponer la promoción de la salud o la atención primaria con un gran templo de la tecnología, como es el propósito del HUCA, puede parecer un recurso fácil para la crítica, porque se puede argüir la complementariedad de ambas necesidades. Pero el desequilibrio y las prioridades del hospital sobre otras políticas de salud ofrecen pocas dudas sobre la voluntad y la filosofía primaria del proyecto: una catedral para el siglo XXI, que se presenta ante los asturianos como la solución deseada y la única posible para un hospital moderno, cuando, en realidad, estamos ante un modelo del pasado, obsoleto en los países avanzados.

En todo caso, bienvenida sea la alta tecnología que promete aportar el HUCA, por más que en algunos casos se pueda dudar de su eficacia en la producción de salud. Sin embargo, es motivo de preocupación la estrategia de transferir su control (la robótica, los laboratorios automatizados…) a manos de las empresas multinacionales del sector. No se trata de cuestionar la compra de equipamiento sofisticado, sino de preservar y defender la capacidad propia y la autonomía tecnológica.

Así, las “externalizaciones”, un eufemismo de privatizaciones, afectan a la logística de la estructura y al equipamiento. Las subcontrataciones son múltiples: la limpieza (Lacera S.A.), la hostelería, el parking, el área comercial, los archivos, los almacenes (Severiano Gestión) o las nóminas (SERESCO), hasta la esterilización (Surgimedic S.A.), los sistemas de información (de la gestión clínica a los recursos humanos o la farmacia), las redes informáticas (CGSI, Cerner Millennium), los gases medicinales, la Prevención, IT Contingencia Profesional y Accidentes de trabajo (Ibermutuamur)…

De esta forma, algunos recursos propios, como el Servicio de Mantenimiento, han pasado a la arqueología sanitaria, mientras se fragmenta el hospital en subcontratas, que convierten a  Philips, Siemens, Cerner o General Electric en actores permanentes del soporte hospitalario. Un escenario de colaboración público-privada, con grandes beneficios empresariales, en detrimento de la propiedad, la independencia y la integralidad del sector público.

A la cabeza de este proceso se encuentra la sociedad del Principado GISPASA, responsable de ambas infraestructuras, una nueva forma de gestión empresarial, anónima y mercantil, con personalidad jurídica propia del derecho privado y con capacidad para contratar bienes y servicios, personal o patrimonio. Aunque la titularidad siga siendo pública, este es un cambio instrumental que permite la más absoluta opacidad y la marginación de los profesionales (una constante en todo el proceso) en la información y toma de decisiones, con la finalidad de huir de los controles y la gestión pública directa, como en su día solicitaba el famoso Informe Abril.

Una auditoría de la Sindicatura de Cuentas concluye, con más de 10 años de retraso, que GISPASA “es una novación subjetiva no ajustada a Derecho, que implica una pérdida de las prerrogativas irrenunciables de la Administración” (BOPA, 27 de diciembre de 2013). Un informe demoledor que identifica múltiples irregularidades en los procedimientos de contratación y adjudicaciones, carentes de “inspección y fiscalización de sus actividades”. GISPASA es una iniciativa de la denominada “colaboración público-privada” con abuso de los conciertos y formulas indirectas de privatización de los servicios públicos. Tiene además unos costes elevados, con 10 empleados contratados a dedo. Su presupuesto es de 550.000 euros anuales.

PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 33, JULIO DE 2014

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1 Comment

1 Comment

  1. felipelg

    martes, 9 septiembre (2014) at 11:16

    Pues si a todo lo anterior, sumamos la reticencia/boicot que a este nuevo HUCA, que nos guste o no llegó para quedar sin preguntar, de los partidos de la oposición y del personal que en el trabajan y que al gusto o disgusto del mismo suman sus reticencias político/personales al mismo.
    Tenemos una botella nueva, que puede o no gustar, pero el liquido personal sigue siendo el mismo del del viejo HUCA.
    En mi caso solo lo conozco, a Dios gracias, de oídas, pero estas responden directamente a lo dicho antes, donde los que eran partidarios de que no se tocase nada y siguiesen los departamentos estancos y los reinos de taifas, donde cada uno predominaba en su pequeña parcela de poder, ponen todas las reticencias y oposición, sin que sus comentarios negativos lleguen a todos los ámbitos.
    Las «externalizaciones» , ya eran un cancer antes de su traslado al nuevo HUCA, y la dependencia de las grandes corporaciones multinacionales electrónicas, proveedoras por ejemplo de las nuevas instalaciones de diagnóstico, etc, una dolencia internacional ligada a la especialización de las mismas.
    Que funcione es lo único que como usuario puedo pedir.
    Que sea austero, transparente en su funcionamiento y sostenible, lo que he de exigir como ciudadano.
    El tiempo, espero que lime las aristas de funcionamiento, y que los gestores acierten en motivar/obligar a que los equipos funcionen juntos y al unísono, pensando en nosotros, los usuarios, los verdaderos dueños tanto del HUCA, como de sus deudas.

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