
Podemos tuvo en Asturias los mejores resultados de todo el Estado. Candidatos y seguidores los celebran en Oviedo en la noche electoral. Foto / Pablo Lorenzana.
Los ciudadanos no solo soportamos a la casta política hacia la que apuntaba Pablo Iglesias en la noche electoral en la que su candidatura, Podemos, fue la gran triunfadora. También hay una casta financiera de banqueros y poderosos empresarios, que maneja a los políticos como a marionetas, y una mediática que se complementa con las otras dos. Esta casta mediática está formada por directivos de las grandes empresas del sector y por periodistas de su confianza, y de la de los políticos de los grandes partidos.
Estas tres castas tenían un gran temor y un objetivo ante las elecciones europeas del 25-M: preservar el bipartidismo. Por eso la casta mediática, los grandes medios, ignoraron, ningunearon y trataron con absoluto desprecio a Podemos antes del 25-M, en una muestra evidente de lo alejados que están de la realidad. Absortos en su mundo, tras los cristales del poder y del dinero que tanto ocultan la realidad, no se dieron cuenta de la ola de popularidad que arrastraban ya desde su nacimiento los jóvenes bien formados de Podemos, que dieron el primer aviso con el 15-M de 2011. El éxito de Podemos pone en evidencia a los grandes medios y demuestra que su influencia retrocede a la vez que su prestigio, porque la ciudadanía ya busca a través de Internet y las redes sociales la información que le interesa y se le oculta.
Porque el fenómeno electoral de Podemos, también oculto en las encuestas que cocinan las castas, se veía venir a poco que se patee la calle o se ponga el oído en lo que se cuece más allá de los despachos oficiales. Y desembocó en una probablemente irrepetible noche electoral en la que una gran parte de la población española pudo disfrutar de lo que para muchos fue su primera alegría en las urnas.
Los poderes han quedado totalmente descolocados con el éxito de Podemos y ya han comenzado las descalificaciones, producto en buena parte del miedo a un cambio real en la sociedad española y de la ignorancia ante un fenómeno que los desborda.
Podemos viene inequívocamente de la izquierda y rescata sus valores, tan olvidados por los partidos que aparentemente están en ese espectro ideológico. Pero entierra muchos de sus dogmas, su inmovilismo y aporta nuevas respuestas a las viejas preguntas. Para empezar no es un partido político, aunque se haya inscrito como tal por obligación legal, como subrayaban en la campaña sus candidatos. No tiene afiliados ni carnés, se organiza asambleariamente a través de “círculos”, rechaza las jerarquías, las burocracias, los aparatos, los liberados y la organización vertical. No admite profesionalización en sus filas y limita los sueldos de sus cargos públicos a los de los ciudadanos normales, al igual que los mandatos.
Habrá que ver lo que puede contribuir esta formación a los cambios sociales y políticos que exige la opinión pública española, con una regeneración de las instituciones, los partidos y los sindicatos que ponga fin a los pactos no escritos y los pesebres de la Transición. En ello tiene un gran reto y no pocas dificultades internas para poner en marcha un nuevo modelo, más que innovador, verdaderamente rupturista. Si este nuevo “antipartido” es capaz de ahondar en la transversalidad y atraer a diferentes sectores sociales e ideológicos, su futuro estaría despejado. Pero indudablemente su irrupción va a suponer un antes y un después en la política española, obligando a los partidos tradicionales, comenzando por Izquierda Unida, con quien tiene más afinidades, a transformarse radicalmente si no quieren convertirse definitivamente en organizaciones fosilizadas y totalmente alejadas de los ciudadanos.
Podemos trae también por fin un imprescindible cambio generacional a España, porque sus promotores representan a los sectores más jóvenes, dinámicos y rebeldes de una sociedad que pretende condenarlos a la emigración y la marginalidad. Eso también ha provocado una empatía con los electores, pues raro es el ciudadano que no tiene en su familia a un joven parado, emigrante o explotado.
Precisamente por ello las castas deberían estar contentas, si hicieran una reflexión inteligente, viendo que la rebelión en España llega con un modelo propio que han puesto en marcha desde el 15-M muchos jóvenes españoles con alta formación y claras convicciones democráticas, tan evidentes que la excelente candidatura de Podemos surgió de unas elecciones primarias abiertas a toda la ciudadanía en las que votaron más de 33.000 ciudadanos. En la mayoría de los países europeos la reacción a las injusticias, la pobreza y las desigualdades que han llegado con la crisis, de la mano de las castas, ha supuesto el avance electoral de neofascistas, xenófobos y populistas.
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