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Atlántica XXII

El achique de espacio de Rivera a Díez

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El achique de espacio de Rivera a Díez

Albert Rivera es el político mejor valorado en las encuestas.

Albert Rivera es el político mejor valorado en las encuestas.

Si en el centro se juega siempre la batalla electoral, como dicen los expertos, ese espacio, por el que pugnan también los grandes partidos, podría tener una sola sigla política con exclusiva vocación centrista tras las elecciones del próximo día 24.

UPyD y Ciudadanos llevan tiempo compitiendo en esa pugna, pero si las encuestas y la tendencia evidenciada en las elecciones andaluzas se confirman, todo parece indicar que el partido de Rosa Díez podría quedar seriamente tocado ante el auge del liderado por Albert Rivera.

La volatilidad de los electores es tan grande en los últimos tiempos que el reportaje publicado por Pablo Batalla en el número 37 de ATLÁNTICA XXII, aparecido en marzo, no refleja la crisis de UPyD, que supuso el abandono del partido de muchos de sus dirigentes, entre ellos el diputado en Asturias, Ignacio Prendes, que ahora es candidato de Ciudadanos, en el número 2, en las elecciones del día 24. Pero la pugna por el centro de la que se ocupa el artículo sigue plenamente vigente. Lo reproducimos a continuación.

Dos Janos bifrontes para el extremo centro

Pablo Batalla / Periodista.

«Voy a hacer una reflexión gramatical: en España estamos viviendo una política de la disyunción: o… o… Nosotros somos gramaticalmente los políticos de la conjunción copulativa». Así comenzaba en 2011 el inefable Álvaro Pombo su intervención en un multitudinario mitin de UPyD en el Palacio de Vistalegre, cuatro años después de la fundación de un partido que en 2007 declaraba en su manifiesto fundacional partir «de un supuesto revolucionario: que los ciudadanos no nacen siendo ya de izquierdas o de derechas ni con el carnet de ningún partido en los pañales. Vamos aún más lejos, a riesgo de escandalizar a los timoratos: consideramos a los ciudadanos capaces de pensar por sí mismos y de elegir en consecuencia, de acuerdo con las ofertas de los partidos y su experiencia de la situación histórica que vivimos. Por tanto no creemos que nadie esté obligado a votar siempre lo mismo o a resignarse a las opciones políticas vigentes, cuando ya le han decepcionado anteriormente».

Prosas alambicadas para un principio sencillo: la fe de defunción de la división de los movimientos políticos en de izquierda y de derecha que inaugurara la Revolución francesa cuando, en la Asamblea Nacional Constituyente, los partidarios de mantener el poder absoluto del monarca se situaron a la derecha del presidente dejando la izquierda para los defensores de que la soberanía nacional debía estar por encima de la autoridad regia. Los tiempos de la conjunción copulativa, proclama Unión, Progreso y Democracia desde su fundación, son los de la posibilidad de fusionar lo mejor de ambos mundos en un solo producto de color magenta, uno de los tres colores elementales y aquel que, mezclado con otros, da lugar al rojo y al azul. El fin de la política de la disyunción, acaudillada por la ex dirigente socialista Rosa Díez, es el representable por la imagen que en 2013 escogía el partido para ilustrar, en su página web, un artículo titulado «¡Ríndase y diga si es de izquierdas o de derechas!»: un Jano bifronte, el dios romano de dos cabezas que miraba a la vez al futuro y al pasado, o, si se lo veía dibujado en una moneda, a la izquierda y a la derecha.

Cinco diputados, cuatro eurodiputados, diez parlamentarios regionales, 152 concejales y una alcaldía, la de la localidad abulense de Hernansancho, demuestran el éxito, aún moderado pero de crecimiento sostenido, de esta propuesta que es esencialmente la misma que la de otro partido político surgido poco antes: Ciudadanos, que, acaudillado por el abogado barcelonés Albert Rivera, no ha dejado de crecer en Cataluña, donde cuenta ya con nueve diputados que primero fueron tres y suena en las encuestas como posible tercera fuerza en esa Autonomía, desde la que dio un esperado salto al resto del Estado en 2014. Lo dio a Bruselas, donde obtuvo tres eurodiputados, y espera darlo en este muy electoral año 2015.

El extremo centro —así lo llaman con sorna sus rivales— es, de momento, espacio suficiente para que quepan en él dos Janos bifrontes. La hegemonía ha sido hasta ahora para el partido de Rosa Díez, pero las encuestas comienzan a hablar de un sorpasso del partido naranja sobre el partido magenta, marcado por factores como el contraste entre la frescura y el carisma que desprende Rivera y el menor atractivo de Díez —sexagenaria ya y en política desde 1977— o como la mayor moderación con que Ciudadanos se posiciona en el debate, siempre candente, en torno a la organización territorial del Estado: si C’s aboga por una mera racionalización del modelo autonómico vigente, UPyD sostiene al respecto una opinión más jacobina, y han llegado a proponer polémicas fusiones de Comunidades Autónomas (así, por ejemplo, una que diese lugar a una Ebro Región que albergase a Aragón, Navarra, La Rioja y una parte de Burgos). En todo lo demás, pocas diferencias parecen existir entre estos dos partidos a los que solo el temor de Díez de verse relegada por el pujante Rivera al frente de la hipotética coalición parece separar de una fusión que buena parte de los simpatizantes de ambas formaciones exigen con insistencia, haciendo suyo el lema con que UPyD concurrió a los últimos comicios europeos: «La unión hace la fuerza».

¿De qué izquierda es zurdo este delantero ambidextro del que, como explica el politólogo asturiano Óscar Rodríguez Buznego, no existen todavía estudios sociológicos minuciosos como los que sí hay de otros partidos, desde el PSOE hasta el PNV? ¿Qué aspectos positivos encuentra en la derecha, y encuentra la derecha en él, este movimiento que aspira a reunir, en palabras del diputado en la Junta General asturiana por UPyD Ignacio Prendes, muy distanciado ahora de Rosa Díez, «a gentes distintas y distantes»? ¿Qué alquimia politológica permite convivir a, por un lado, miembros de ambos partidos que se declaran socialdemócratas a título individual, incluidos los propios Rivera y Díez, y, por otro, simpatizantes ilustres tan poco socialdemócratas como Federico Jiménez Losantos, Pedro J. Ramírez e incluso figuras abiertamente fascistas como Ricardo Sáenz de Ynestrillas, quien declaraba en 2011 su apoyo al partido magenta considerándolo «lo más parecido al auténtico falangismo»? ¿Es uno o ambos partidos el Podemos de la derecha, como sugieren algunos? ¿Es el renacimiento de la auténtica socialdemocracia, como hay quien propugna y parecen entender los votantes históricos del Partido Socialista de Cataluña, muchos de los cuales, descontentos con la deriva catalanista del partido, alimentan ahora las expectativas electorales de Ciudadanos?

La izquierda de la Y

Sobre qué hay de izquierda en UPyD y Ciudadanos consultamos a los que eran hasta hace poco los dos rostros visibles de ambos partidos en Asturias: el propio Ignacio Prendes, que sigue siéndolo de UPyD, y Francisco Gambarte, que lo era de Ciudadanos hasta que la salida a la luz de unos antiguos y desafortunados tuiteos catalanófobos lo obligaron a dimitir. Ambos proceden de la izquierda: Prendes de la sociológica —«soy un socialdemócrata crítico que hasta que apareció UPyD votaba al PSOE o no votaba», nos dice en su despacho en la Junta— y Gambarte perteneció a las Juventudes Socialistas de la Transición. Gambarte entiende, con palabras similares a las que utiliza Prendes, que su partido podría definirse «como de centro-izquierda progresista, puesto que en el campo social defendemos los postulados del socialismo democrático: la sanidad pública como derecho y no como negocio; la educación pública laica y gratuita; un sistema de pensiones público, potente, justo y racional… En lo económico somos liberales, porque creemos en el libre mercado y la iniciativa privada como forma de crear riqueza, pero somos moderados, no ultraliberales ni neocons, y al fin y al cabo el libre mercado no es incompatible en absoluto con la socialdemocracia».

Argumentos similares han sido pronunciados en ocasiones por Rivera y Díez. El renovado prestigio de la socialdemocracia de resultas del paralelo desprestigio del liberalismo en estos tiempos de ofensiva neoliberal, unido a consideraciones estratégicas sobre la necesidad de pescar en un caladero electoral que empezó siendo poco fructífero para ambas formaciones, pueden explicar en parte estas profesiones públicas de fe socialdemócrata, cada vez más frecuentes y sobre todo en Ciudadanos, donde se ha ido dando protagonismo a figuras del ala izquierda del partido como Javier Nart, quien fuera militante del PSP, primero, y del PSOE después, hasta que dejó el partido en los años de Roldán y Juan Guerra.

Francisco Gambarte era el candidato de Ciudadanos en Asturias, pero dimitió por un texto suyo contra el independentismo catalán en una red social. Lo sustituye Nicanor García. Foto / Iván Martínez.

Francisco Gambarte era el candidato de Ciudadanos en Asturias, pero dimitió por un texto suyo contra el independentismo catalán en una red social. Lo sustituye Nicanor García. Foto / Iván Martínez.

La derecha de la Y

Sobre el porcentaje de derechismo de la receta transversal, gracias a la que Ciudadanos pudo integrarse en 2009 en la coalición europea Libertas, considerada como de extrema derecha, hablamos con Antonio Cañellas, historiador navarro especializado en historia de las ideas en general y en la de la derecha española contemporánea en particular. Para comprender qué seduce a la derecha sociológica española de estos dos partidos más allá de aspectos frecuentemente citados en este sentido, como la firmeza antiterrorista o la defensa de la indivisibilidad de la nación española, pedimos a Cañellas que trace similitudes entre UPyD y Ciudadanos y los tres grandes momentos de regeneración de la derecha que marcaron nuestro siglo XX: el maurismo, el falangismo y lo que podríamos llamar suarismo, emulando a partir del nombre de Adolfo Suárez el del movimiento de renovación del Partido Conservador de la Restauración que acaudilló Antonio Maura en la primera década del siglo pasado.

Cañellas deja claro en primer lugar que, en su opinión, «resulta difícil clasificar a UPyD y Ciudadanos como partidos de derecha, entre otras cosas porque ese pensamiento, tal como lo planteó Edmund Burke, se caracteriza por una visión religiosa del hombre» que no traslucen los programas de dos partidos que, aunque sin levantar mucho la voz al hacerlo, se declaran laicistas, y son partidarios tanto de la legalidad del aborto como del matrimonio homosexual. El historiador opta por «catalogar a estos partidos como formaciones liberales de tendencia progresista» y por considerar que «su concepción del ciudadano como individuo libre con igualdad de derechos, que desarrolla su vida política en una sociedad democrática, recuerda más a los principios de la Revolución francesa y a ciertos postulados del jacobinismo que a otros posibles referentes», pese a lo cual también entiende que «su eclecticismo ideológico» les hace «partícipes de algunas propuestas vinculadas a ciertas corrientes conservadoras de nuestra historia reciente».

«En el caso del maurismo parece claro que existe una similitud fundamental», comienza a desgranar Cañellas: «su apuesta decidida por el regeneracionismo político. Maura propugnaba una autentificación del sistema electoral y la modernización económica de España para crear una sociedad de clases medias acomodadas, sin alterar la posición de la alta burguesía y la aristocracia ni los valores tradicionales del régimen monárquico». Otra similitud, prosigue el historiador, «podría ser el sentido jerárquico y personalista en el modo de ejercer el liderazgo», que Cañellas enmarca en la propensión al personalismo que ha caracterizado siempre a España y a los países hispanoamericanos. «No olvidemos que, a pesar de definirse como un sistema parlamentario, el español es en la práctica un sistema presidencialista, en el que el jefe del Gobierno es la pieza clave del poder ejecutivo y ejerce un férreo control sobre la estructura de su partido para asegurar la gobernabilidad y evitar atomizaciones. Si bien es cierto que tanto UPyD como Ciudadanos abogan por una apertura orgánica en la elección de sus representantes y la introducción de listas abiertas, su liderazgo no deja de ser más o menos personalista, porque es la forma natural de actuación en una estructura de partido para poder competir con posibilidades de éxito en unas elecciones en un país en el que se tiende a penalizar la discrepancia interna», reflexiona Cañellas.

Al contrario que Sáenz de Ynestrillas y Falange Auténtica, que sigue los postulados de Manuel Hedilla, se entendía con la izquierda radical en los primeros años de la Transición, propugna un aggiornamento democrático del pensamiento joseantoniano y elogiaba también en 2008 a Rosa Díez como lo más cercano a sus planteamientos, Cañellas encuentra pocas similitudes entre UPyD, Ciudadanos y el falangismo: entiende que comparten con él la «conciencia sobre los fines sociales de la economía, es decir, la promoción de una auténtica economía social de mercado en la que los derechos y la justa retribución de los asalariados queden garantizados». Más allá de eso, que Cañellas recuerda que está contemplado en la Constitución, para él existen diferencias insalvables entre Falange y UPyD/Ciudadanos, cuya «concepción liberal/democrática» no habría gustado a un movimiento «totalmente opuesto a esos esquemas, que asociaba con el individualismo extremo y el consiguiente ocaso de la civilización occidental».

En cuanto al suarismo, Cañellas considera que las semejanzas con los dos partidos «se ceñirían a su respeto por el ordenamiento jurídico y por una visión de mejora de la llamada Constitución del consenso, que en ningún caso pretende hacer tabla rasa de la Carta Magna sino —según ellos— actualizarla al contexto y circunstancias de nuestro tiempo». De este respeto por el ordenamiento jurídico habla a las claras un principio que hace suyo Francisco Gambarte: «De la ley a la ley», expresión gráfica con la cual Torcuato Fernández Miranda, arquitecto de la Transición, resumía en aquellos años su propósito de avanzar hacia la democracia respetando y siguiendo los procedimientos marcados por la legalidad franquista.

El periodista y escritor Santiago Vinardell, en un estilo muy similar al del manifiesto fundacional de UPyD, escribía lo siguiente en La Vanguardia, en 1934, dos años antes de ser fusilado en el Madrid republicano: «Si en las viejas edades era la peste el epílogo de toda guerra, en la nuestra lo son los encalabrinados ‘ismos’ diversos puestos en mangas de camisa de distintos colores. Epílogo de la guerra y prólogo de un vivir a toque de corneta, sometidos a la obligación de marcar el paso y saludar, el brazo en alto, al correspondiente tiranuelo». Quién acuñó el proverbio latino nihil novum sub sole, «nada nuevo bajo el sol», está menos claro. La Biblia se lo atribuye al rey Salomón, remoto y proverbial representante, a través de sus decisiones salomónicas, de la política de la disyunción: o, o.

PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 37, MARZO DE 2015

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