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El Ayuntamiento de Oviedo busca local para okupas

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El Ayuntamiento de Oviedo busca local para okupas

Un momento del desalojo de La Madreña. Foto / Mario Rojas.

Un momento del desalojo de La Madreña. Foto / Mario Rojas.

Una de las ciudades españolas donde más se nota “el efecto Podemos” es en Oviedo. El alcalde del PP, Agustín Iglesias Caunedo, ha adoptado medidas y propuestas surgidas del 15-M y de los movimientos sociales de la ciudad. Una reciente es someter a referéndum a través de Internet la propuesta urbanística de Imagina un Bulevar, un colectivo surgido del movimiento de los indignados.

Caunedo ha manifestado públicamente en varias ocasiones que es necesario encontrar otro local donde alojar a los usuarios de La Madreña, el centro social autogestionado ocupado por activistas del 15-M que fueron desalojados por la Policía cuando comenzaba el verano. Tras el paréntesis vacacional, el futuro de La Madreña sigue en el aire. De ello trataba el reportaje de Idoya Rey publicado en el número 33 de ATLÁNTICA XXII el pasado mes de julio, que reproducimos a continuación.

El Principado se calza La Madreña

Idoya Rey / Periodista.

El momento en que nació no fue casual, como tampoco el de su cierre. El ovetense Centro Social Ocupado y Autogestionado La Madreña nació con el Movimiento 15-M, como denuncia de la operación de los Palacios, un proyecto que para el colectivo era a todas luces especulativo. Más allá de esa recriminación a los políticos locales y autonómicos, y de paso recordar que el barrio reclamaba el uso público del edificio que fue ocupado, no había metas concretas. De hecho, los impulsores de la ocupación aguardaban su desalojo a las pocas horas. No llegó en esos días, sino dos años y medio después cuando el germen del 15-M ya había llegado a las urnas, con Podemos como alternativa y con miles de ciudadanos dejando de votar al bipartidismo; cuando el impulso ciudadano ya tenía una consecuencia.

En esos primeros días, La Madreña todavía no se había bautizado. Hubo que nombrar el continente, pero sobre todo perfilar el contenido, decidir qué uso dar al inmueble de la calle General Elorza. Pronto se anunció que sería un centro social para el barrio y que tendría entidad propia e independiente del 15-M. Había algo estoico, algo de devolver a los ciudadanos lo que se les habían “arrebatado”. Antes, el edificio había sido la Consejería de Salud que se mudó a una de las alas del Palacio de Congresos diseñado por Santiago Calatrava. Cambió de ubicación tras adquirir el Gobierno autonómico socialista esa parte de la nueva construcción. El edificio de General Elorza, una vez que el gobierno local popular modificó la catalogación de la parcela pasando a urbanizable, se vendió. El comprador: Sedes, empresa con un 60% de capital público; el objetivo: construir pisos de lujo.

Una de las movilizaciones en La Madreña contra el desalojo. Foto / Pablo Lorenzana.

Una de las movilizaciones en La Madreña contra el desalojo. Foto / Pablo Lorenzana.

La crisis económica llevó la maleza al solar, hasta que nació La Madreña. El centro social ocupado y autogestionado ovetense consiguió en sus dos años y medio de vida el apoyo de miles de ciudadanos, un síntoma de cambio social en Oviedo, prototipo de ciudad conservadora. De hecho, no existían en Oviedo precedentes de movimientos de ocupación. El más cercano fue el de la Flex de Gijón. En 2008, un grupo de jóvenes decidió dar un uso cultural y social al edificio de La Calzada abandonado una década antes. Lo reformaron y dotaron de actividades y talleres. A los once meses llegó la orden de desalojo, pero como ellos mismos reconocen el momento era otro. No obstante, nadie pensaba en esos primeros días que La Madreña iba a lograr concentrar a 4.000 personas protestando por su cierre.

La mediación de Masip

Los vecinos miraban con cierto recelo al centro, pero las puertas siempre estaban abiertas. Para ellos y para muchos colectivos que necesitaban un sitio donde desarrollar sus actividades. Allí se programaron talleres de yoga, de telas aéreas, de crianza, de inglés, teatro, conferencias, debates, conciertos y un largo etcétera. La Madreña participó en la organización de las fiestas del barrio de Pumarín y sobre todo permitió que colectivos colaboraran entre ellos, consiguió que muchas personas optaran por la autogestión sin esperar a que las autoridades salieran en su ayuda o programaran la oferta cultural que les gustaría disfrutar. Ya había en la ciudad ejemplos de autogestión como Cambalache y un precedente más cercano, Oviedo SOS Cultura, que junto a Lata de Zinc lleva cuatro años organizando el festival autogestionado Localidades Agotadas. Lo que permitió La Madreña fue darles un espacio común para hacer lo suyo, pero también para descubrir lo de los demás.

Así lo apreció el juez instructor que inicialmente rechazó el desalojo. Tras la ocupación, Sedes denunció a cinco personas por un presunto delito de usurpación del espacio. La denuncia fue archivada, pero la empresa recurrió y el caso regresó a los tribunales. Los cinco jóvenes fueron imputados y, como medida cautelar, Sedes solicitó el desalojo. El juez instructor lo rechazó alegando que el inmueble cumplía una labor social, que de vaciarse el solar iba a quedar probablemente vacío, máxime cuando la empresa había planteado un ERE que acaba de anularse, y que hasta ese momento, pasados dos años de la ocupación, la sociedad no había reclamado el desalojo. El auto fue elogiado por La Madreña y tildado de ejemplar por otros centros autogestionados del país. Porque son muchos los que surgieron en los últimos años. También los que son vistos como una amenaza a pesar de llevar una década en activo. No hay más que citar el Patio Maravillas de Madrid, que tiene un nuevo proceso de desalojo en marcha, o el Can Vies de Barcelona. Tras 17 años el Ayuntamiento de la capital catalana inició el derribo del edificio ocupado, aunque finalmente ha aplazado las obras tras numerosas protestas ciudadanas. Para muchos, que sea ahora, con Podemos en auge y el sistema bipartidista en crisis, cuando se producen estos desalojos, no es precisamente casual.

Usuarios y activistas de La Madreña reparten libros a policías frente al centro autogestionado. Antes del desalojo cedieron todos los ejemplares de la biblioteca. Foto / Pablo Lorenzana.

Usuarios y activistas de La Madreña reparten libros a policías frente al centro autogestionado. Antes del desalojo cedieron todos los ejemplares de la biblioteca. Foto / Pablo Lorenzana.

Sedes recurrió el fallo del Juzgado y la Audiencia Provincial ordenó el desalojo.  El colectivo reclamó una reunión con el presidente asturiano, Javier Fernández, y centró sus críticas en la FSA-PSOE, el partido del Gobierno que controla Sedes. El desalojo siguió adelante, aunque hubo acercamientos sin publicidad alguna de algunos miembros del PSOE, como Antonio Masip, que intentó negociar una solución antes de la intervención policial. No llegaron a nada. La notificación se retrasó unos días y el plazo de una semana se cumplió pasadas las elecciones europeas. El desalojo llegó un martes, justo tras el anuncio un día antes de la abdicación del rey Juan Carlos. Tras vaciar el edificio, La Madreña organizó una concentración frente al edificio ya custodiado por la Policía Nacional. Allí se juntaron varios miles de personas y comenzaron una manifestación improvisada. Habían realizado el mismo recorrido que una semanas antes, cuando recibieron el auto ordenando el desalojo. Pero al llegar a la  plaza de la Escandalera, la marcha se prolongó. La cuerda se tensó entre los agentes y los manifestantes y terminó con una pequeña carga policial y un joven herido.

Fue el fin de la primera etapa de La Madreña porque ya han anunciado que seguirán programando todas sus actividades en algún otro lugar después del paréntesis veraniego. Las desconfianzas iniciales de la ciudadanía ya han desparecido, muestra de un cambio social del que el centro social es un fiel reflejo; porque también son muchos los que reclaman una oferta cultural alternativa; porque los usuarios se han dado cuenta de que pueden autogestionarse con éxito sin tutelas. Para los jóvenes castigados por el paro y la explotación laboral el Estado genera desconfianza. Por eso se organizan sin su amparo. Y eso no hay desalojo que lo frene.

PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 33, JULIO DE 2014

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