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El fenómeno Ada Colau

La popularidad de Ada Colau se nota en las calles de Barcelona. Foto / Marc Lozano.
Steven Forti / Historiador e investigador del Instituto de Historia Contemporánea de la Universidade Nova de Lisboa.
El pasado 13 de diciembre España se dio cuenta de que el capital político de Ada Colau es enorme. Jamás un dirigente político catalán, aparte de Lluís Companys en tiempos de la Segunda República, había obtenido tanto éxito en Madrid. Y, teniendo en cuenta las tensiones existentes en el último trienio entre el Gobierno central y la Generalitat de Cataluña, el hecho es aún más relevante.
Aquel día, en el mitin central de la campaña de Podemos en la madrileña Caja Mágica, Colau casi llegó a eclipsar al mismo Pablo Iglesias. Recibida por más de diez mil personas con aplausos y coros de “Ada, Ada, Ada”, “T’estimem Ada” y carteles con “Visca Catalunya”, la alcaldesa de Barcelona empezó su intervención en catalán e hizo un llamamiento acalorado a la fraternidad, convirtiéndose ipso facto, consciente o inconscientemente, en una dirigente política a escala nacional. Colau proclamó que “Madrid puede volver a ser nuestra capital, una capital del siglo XXI, que deje atrás el oscurantismo y que hace mucho que nos dejó de representar a los catalanes, gallegos, vascos, valencianos y andaluces”.
Unas palabras que le reprocharon de inmediato los dirigentes independentistas catalanes, que la tacharon de “españolista”. Artur Mas y Oriol Junqueras se dieron cuenta de que una figura como la de la alcaldesa de Barcelona puede poner aún más en dificultad, si cabe, la hoja de ruta hacia la creación de una República catalana, llevada adelante a trompicones y con pasos en falso por Convergència Democràtica de Catalunya (CDC) y Esquerra Republicana de Catalunya (ERC). Colau puede realmente llegar a ser ese anillo que todavía falta para que Cataluña vuelva a encajar en una España plural, bien distinta a la imagen monolítica a la que nos ha acostumbrado Mariano Rajoy.
El extraordinario resultado conseguido el pasado 20-D por En Comú Podem, la confluencia formada por Podemos, ICV-EUiA, Equo y Barcelona en Comú, encendió todas las alarmas en las sedes de las formaciones independentistas. La lista encabezada por el historiador Xavier Domènech cosechó casi un millón de votos, poco menos de los que sumaron CDC y ERC. Un resultado histórico que ha convertido a En Comú Podem, que con 12 diputados podrá formar grupo propio en el Congreso, en el primer partido de Cataluña.
El protagonismo de Colau en la campaña electoral ha sido notable. No es casualidad que en Barcelona capital En Comú Podem haya sido el partido más votado en ocho de los diez distritos, logrando nada menos que 217.677 sufragios, es decir, 41.000 más de los que en las municipales de mayo permitieron a Barcelona en Comú hacerse con el Gobierno municipal. Una prueba más de que Colau y su equipo trabajan bien y de que el respaldo entre la ciudadanía aumenta, pese a todas las dificultades y a la campaña de descrédito orquestada por la derecha y algunos medios de comunicación, como La Vanguardia y Ara.
En la estela de Pasqual Maragall
No han sido solo Mas y Junqueras los únicos en darse cuenta del papel que puede jugar en un futuro próximo Ada Colau en las dinámicas políticas de Cataluña y de toda España. Recientemente, el activista y sociólogo británico Owen Jones, en un mitin en Barcelona durante la campaña electoral, declaró que “Ada es un ejemplo e inspira a la izquierda europea”, mientras que el periodista Ramón Lobo escribía que “Podemos dispone de una figura emergente muy poderosa que podría permitir dar el gran salto en las urnas, incluso ganar elecciones. Se llama Ada Colau”. Mercè Ibarz, también periodista, leía políticamente el 2015 bajo el “Signo Colau”, que ha dado un “revolcón” a la política catalana y española. Una opinión compartida, con matices, también por el historiador Raül Aguilar Cestero. “Si Colau consigue consolidar su proyecto municipal estoy seguro de que dará el salto a un cargo institucional mayor”, comentó a esta revista. “Desde los tiempos de Pasqual Maragall Barcelona no tenía un alcalde con tanta proyección exterior e incluso puede que más. Por lo menos, a nivel español”.
Más escéptico acerca del salto a la política española de Colau se muestra Andrea Noferini, profesor de Ciencias Políticas de la Universitat Pompeu Fabra y de la Universitat Autònoma de Barcelona. Según Noferini, la alcaldesa de Barcelona podría jugar efectivamente un papel “por cuestiones de liderazgo y porque la cuestión catalana es crucial y no se puede postergar más”, pero no imagina a Colau entre los principales protagonistas para resolver el encaje de Cataluña en España. Según Noferini, serán sobre todo los dos grandes partidos (PP y PSOE), junto a Convergència y Esquerra, los que decidirán y llegarán, de una forma u otra, a una solución.
De todos modos, Noferini considera el fenómeno Colau “aire fresco para España” y “un salto en cuanto a regeneración democrática”. El de Colau y de Barcelona en Comú es un fenómeno que va más allá del contexto de Barcelona y que se percibe en toda la Europa meridional con la crisis de los partidos y el nacimiento de nuevas formas de representación: según este politólogo italiano, residente desde hace tiempo en Barcelona, “estos proyectos llenan un vacío y responden a la demanda social de un electorado sobre todo joven que está desilusionado con la política tradicional”.
Un elemento importante es la imagen de Colau. Aguilar Cestero señala su capacidad para mantener “una imagen de persona normal y cercana que la hace simpática y popular a la gente”. La alcaldesa de Barcelona es “antitética a los cánones tradicionales de la vieja política”, añade Noferini. “Su biografía lo explica muy bien: viene de la política de la calle. Ha cambiado, se ha institucionalizado, pero no borra su pasado. Y la gente lo aprecia. Es distinta de la vieja política, pero también de Pablo Iglesias y de los fundadores de Podemos que provienen del mundo universitario”.

Ada Colau en un baño de masas. Foto / Marc Lozano.
Todo empezó el 24 de mayo
Ferran Gallego, profesor de Historia Contemporánea en la Universitat Autònoma de Barcelona, considera que el liderazgo de Ada Colau “estaba muy lejos de existir antes de las elecciones municipales de mayo” y ha sido “más el producto de un éxito electoral que su causa”. Según Gallego, el fenómeno Colau se caracteriza por tres factores: “Su demanda de algo muy concreto, una conciencia difusa de carencia de legitimidad del sistema y la relación directa entre movimiento social e institución que, en la década anterior, le ha fallado siempre a la izquierda”. Por otro lado, Gallego apunta también que “sin organizaciones estables como ICV o EUiA, y la emergencia de Podemos también en Barcelona, la fuerza política y la representación social de Ada Colau sería muy pequeña”.
Lo que está claro es que la victoria en las elecciones del 24 de mayo ha sido el momento que ha marcado un antes y un después en la vida y en la trayectoria política de Ada Colau. De activista comprometida a cargo institucional, de cara visible de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) a alcaldesa de la segunda ciudad de España. Y en esto ha resultado clave el proyecto de Barcelona en Comú, nacido de la confluencia entre Guanyem Barcelona, Podemos, ICV-EUiA, Equo y Procés Constituent, que ha ilusionado y sigue ilusionando mucho.
Janet Sanz, teniente de alcalde en el Área de Ecología, Urbanismo y Movilidad y regidora del distrito de Nou Barris por Barcelona en Comú, señala que “tenemos una alcaldesa consolidada, de quien nadie pone en duda la legitimidad y el liderazgo, que se ha sentado delante de los bancos y que les ha puesto multas. Esto no había pasado nunca”. Y añade, mirando más allá de la realidad barcelonesa: “Lo que nos pasa a nosotros les pasa a Madrid, A Coruña, Pamplona, Santiago de Compostela, Cádiz y Zaragoza. Estamos todos luchando por las mismas políticas”. Se han organizado ya tres encuentros concretos de las que se conocen ya como “ciudades del cambio”, con comisiones de trabajo en ámbitos específicos y un manifiesto sobre movilidad y sostenibilidad. “Estamos compartiendo muchísimo, no solo dificultades sino también propuestas. Lo que queremos es mostrar una agenda de transformación conjunta. No se trata de la utopía de una sola ciudad, sino de la posibilidad real de un cambio”, comenta Sanz.
Pese a los importantes avances de estos primeros seis meses de Gobierno municipal, Raül Aguilar Cestero apunta también que el proyecto de Barcelona en Comú tiene “límites evidentes: si pierde la capacidad de oír a la gente, difícilmente el proyecto de los comunes se sostendrá sobre la sola figura de Ada Colau”. Andrea Noferini señala también que “una cosa es ser conciencia crítica y estar en la oposición, otra cosa es ser fuerza de gobierno. Gestionar no es nunca fácil, sobre todo si no se ha hecho antes, especialmente en realidades grandes y complejas como el Ayuntamiento de Barcelona, con poderes fácticos con un peso relevante”.
Saber medir los tiempos
Una de las virtudes fundamentales de Ada Colau es haber sabido medir los tiempos. Efectivamente, la actual alcaldesa de la capital catalana no se ha equivocado ni en presentarse el 24 de mayo para liderar el proyecto de Barcelona en Comú, ni en desvincularse de la candidatura de Catalunya Sí Que Es Pot en las autonómicas del 27-S, ni en apoyar En Comú Podem en las generales del 20-D. Respecto al fracaso de la candidatura liderada por Lluís Rabell, que obtuvo tan solo once diputados en el Parlamento catalán el pasado mes de septiembre, Aguilar Cestero señala que “parece que Colau sabía que sería imposible cambiar el relato construido desde el independentismo y desde la Generalitat sobre las elecciones plebiscitarias del 27-S”.
Según Ferran Gallego, la alcaldesa de Barcelona “no adquirió el compromiso que tenía que haber tomado en lo que es un ciclo electoral completo, que no puede descomponerse en fases independientes”. Sin embargo, considera que la victoria del 20 de diciembre “no puede deberse al ‘tirón’ de Colau”, sino más bien a diferentes variables, como “el discurso social, la defensa de la democracia en el derecho a decidir, la opción de fraternidad con otras fuerzas españolas que pueden vencer en unas elecciones generales”; un discurso que no estaba ausente el 27-S, pero que se enmarcaba en un escenario endiablado y muy viciado por la falsa cuestión entre independencia sí/independencia no.
Según Gallego, “no sé si debemos hablar, en sentido maquiavélico, junto a la virtud, de la fortuna”, en referencia al momento histórico que vive la izquierda española. “Y los límites se encontrarán en ese mismo espacio que determine la fortuna” y que dependerá de cómo evolucionen la política barcelonesa, catalana y española, en el momento de más incertidumbre de las últimas cuatro décadas, en opinión del historiador. “Creo que Ada Colau no tiene ninguna intención –y bien que lo ha demostrado– de ser una alcaldesa al uso”, concluye Gallego. “Y no me refiero a su gestión local, sino a hacer de ella una plataforma de implicación personal y negociación de poder en procesos electorales paralelos: a Cortes Generales o al Parlamento de Cataluña”.
Pase lo que pase, en los próximos tiempos, sin duda alguna, volveremos a hablar de Ada Colau. Quizá, solo como alcaldesa de Barcelona. Quizá, como una de las piezas clave de la nueva política española.
PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 42, ENERO DE 2016

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