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Atlántica XXII

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El himno

Boro González.

En este país nuestro, en el que todo marcha tan bien y ningún problema apremia, es normal que nuestros políticos y los ciudadanos nos encarnicemos en cruentas batallas por auténticas ‘boutades’. España es ese país en el que preocupa más que alguien haga humor sobre una lengua o imagen religiosa que la viabilidad de las pensiones o el aniquilamiento del Estado de Derecho. Y ahora ha tocado el himno.

Marta Sánchez sorprendía en uno de sus conciertos con una interpretación del himno español al que incorporó letra. Esto que aquí vemos con extrañeza y estupor, que es fuente de conflicto, es común entre artistas internacionales: presencié cómo Bruce Springsteen concluía su espectáculo con una versión propia del himno americano. Pero ‘Spain is different’.

Como el crimen perfecto no existe y siempre hay algún móvil grabando, pronto llegó a las redes sociales y empezó el lío. No tardó en llegarme al móvil la grabación del himno. Lo vi y escuché con atención, me horrorizó. No podía dudar del patriotismo ni de la españolidad de quienes me habían enviado semejante atentado estético, pero me dejaron claro que sus gustos musicales brillan por su ausencia. La letra es cursi, hortera y chabacana. Un poco como la MS que fue a dar ánimos a nuestras soldados, al más puro estilo Marilyn cañí, en la Primera Guerra del Golfo: “soldado del amor”, les cantó. Al menos, aquellos jóvenes pudieron ponerle cuerpo y forma a una de sus fantasías.

La canción recuerda a una cuña navideña de radio local, peor aún que la de ‘Autocares Mariano’ o la de ‘Los González’. En la iglesia he entonado adaptaciones musicales mucho mejores. La capacidad de aguantar horteradas parece que no tiene límite, y cada día una parte de los españoles se empeña en demostrarlo. Rouget de Lisle compuso La Marsellesa en el fragor de la batalla; Marta Sánchez se valió para hacerlo de la morriña al terruño desde una mansión en Miami mientras recogía unas hojas del jardín. Sea como fuere, muchos siguen quedándose de Marta con la portada de Interviú.

Una vez lanzado al mundo, surgieron los enfrentamientos. Unos y otros, ciudadanos españoles libres, atacándose por la letra que una artista ha incorporado a la ‘Marcha de Granaderos’. Cuando lo importante de un himno no debería ser su belleza, ni la interpretación exacta de su letra, sino que nos sintamos identificados, representados por él. El orgullo hacia los himnos regionales transmuta en odio al nacional. El problema no reside en que se pite un himno o se abuchee, lo verdaderamente importante es la razón y el por qué de esto. Todo lo demás es dar vueltas sin afrontar el problema, y así nunca solucionaremos nada. La mera propuesta de que Marta Sánchez interpretara el himno para acallar los posibles pitos en la Copa del Rey da un baremo del nivel intelectual y político: ínfimo.

Como acostumbran, no han tardado los políticos en tratar de sacar provecho a la situación. De Rajoy y Rivera -a favor- al PSOE y Podemos -en contra-. La derecha deja clara su falta de gusto y formación musical; la izquierda, en cambio, sus reticencias a todo aquello que tenga algo que ver con España y su simbología. El tiempo pasa y nada cambia. Los partidos, sin excepción, sacan la cabeza al ruido tuitero y dejan ver sus mezquindades y visos populistas.

Tener un himno sin letra -como San Marino, Kosovo o Bosnia-no sé si es mejor o peor, nunca me he parado a pensarlo. Para mí, la letra más bonita es la compuesta por Pemán, sin los abyectos arreglos del Régimen. Si tengo que elegir uno, me quedaría con el de Leonardo Dantés. Yo seguiré cantando el ‘LOLOLO’ cuando juegue España o cierre alguna discoteca, que, la verdad, es de las pocas ocasiones en que lo he hecho.

PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 55, MARZO DE 2018

 

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