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Atlántica XXII

El máster del PP en clientelismo universitario

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El máster del PP en clientelismo universitario

 

Universidad Rey Juan Carlos

Entrada a la biblioteca de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Foto / Carlos Mier.

El escándalo del máster fraudulento de Cristina Cifuentes, destapado por eldiario.es, desnuda los vicios y las corruptelas de Universidad pública madrileña Rey Juan Carlos, creada por el Gobierno autonómico de Alberto Ruiz Gallardón en 1996. Además de garantizar su control político, el PP viene usando a esta Universidad desde su nacimiento como si de un chiringuito académico se tratara, algo de lo que el caso Cifuentes solo es la última evidencia. Los alumnos, padres y profesores muestran su enojo por una situación que no solamente engorda el historial corrupto español, sino que pone en duda la igualdad de oportunidades y la meritocracia en la enseñanza superior española.

Carlos Mier / Periodista.

«Nos señalan la luna y miramos el dedo». Son las cinco de la tarde de un día soleado y agradable en el Campus de Vicálvaro, el barrio madrileño en el que Alberto Ruiz-Gallardón plantó ‘su’ Universidad, la de su partido, se entiende, allá por 1996. Los bloques de aularios y despachos de la Universidad Rey Juan Carlos, la URJC, la del máster falso, regalado y comprado (aún presuntamente, porque falta la sentencia judicial) de la ya expresidenta Cristina Cifuentes, proyectan sus alargadas sombras sobre el cómodo césped donde un grupo de estudiantes echa la tarde. No hay confesiones sobre si tendrían que estar en clase, pero la indignación sincera que transmiten por lo sucedido en el último mes obliga a pasar por alto ese detalle.

Juan, el más hablador, estudiante de Periodismo, continúa la charla, entre sonrisas resignadas, suspiros de aprobación y un unánime respeto por aquello del dedo. «Que sí, que quieren que esto parezca una tontería, una ración más de corrupción que añadir al menú. Un chanchullete sin importancia. Nos quieren confundir con ruido. Que si es normal, que si lo hace todo el mundo, que quién no engorda el currículum, que yo no me enteraba de nada… pero esto no es darle una adjudicación publica a una empresa amiga a cambio de dinero o favores, que está claro que es terrible. Esto va más allá, revienta el centro de nuestro desarrollo como sociedad, se pasa por el forro el cuento que le han vendido a una generación entera. Estudia, esfuérzate y obtendrás tu recompensa. Mentira. A esa señora le han regalado un máster por ser quien era. Esto destruye el clásico dogma neoliberal de la igualdad de oportunidades. Y lo más paradójico es que ellos mismos se autoproclaman liberales».

Una calada al cigarro de liar y la mirada vuelve a perderse en la nube de humo exhalado justo antes de que Beatriz, en último año de Económicas, tome la palabra. «Esto es como una reproducción en miniatura de todos los vicios corruptos made in Spain. Porque yo estoy segura de que hay veces que ni les hace falta hablar, ni quedar para acordar una cosa o la otra, que el ‘favor’ se hace pensando en la posible contrapartida. Yo se lo apaño, excelencia, usted no se preocupe por nada, y a ver qué cae después. Creo que es lo que ha pasado aquí y lo que pasa habitualmente».

Otro momento de silencio pensativo. Lucas, grado en Historia y primer año de máster, recoge el testigo: «Y cuando todo se destapa, todos empiezan a correr en direcciones opuestas porque realmente es tal la sensación de impunidad que tienen inoculada que no se sienten ni responsables. Les pillan con el carrito de los helados y juran y perjuran que el carrito es de otro». Y vaya si se está desmadrando el carrito.

Cifuentes, como gata panza arriba

Compilar el caso de Cristina Cifuentes y hacer entendibles todas sus aristas para el lector medio implica un profundo ejercicio de síntesis para no perderse en la maleza de información que ha sacudido la actualidad desde hace unas semanas. Lo que parece más o menos claro, en lenguaje indio, es que la expresidenta de la Comunidad de Madrid obtuvo un título de máster oficial en Derecho Autonómico en una universidad pública sin asistir a clases ni a exámenes y sin hacer el trabajo de fin de máster, algo evidentemente obligatorio para el común de los mortales. Y que para ello necesitó la colaboración de algunos protagonistas dentro del organismo que se encargaba de impartir su máster, el Instituto de Derecho público de la URJC, presidido por el profesor de Derecho Enrique Álvarez Conde. Unos tejemanejes que parece que implican incluso falsificación en documento público. Será la justicia la encargada de ponerle el apellido definitivo a una bola de nieve que ya parece haberse convertido en una avalancha en toda regla que amenaza con llevarse por delante al feudo madrileño del PP.

Dos de las tres profesoras que supuestamente firmaron esa acta falsificada han confesado. Y toda la coartada de Cifuentes se vino abajo, aunque en su partido aún no se hayan dado por enterados. También parece patente que la expresidenta de Madrid sabía, desde el primer momento, que ese papel era falso. Es ella quien sabe mejor que nadie cómo se sacó ese máster.

Porque no está demostrado que Cifuentes comprara su máster, ni siquiera que obligara a nadie, pero esto no es un caso de simple mejora fraudulenta de currículum, como en las últimas semanas está intentando hacer creer a golpe de argumentario un Partido Popular que ha llegado a exigir la dimisión, entre otros, del diputado de Ciudadanos Toni Cantó por incluir en su currículum del Congreso que es pedagogo, aunque no sea cierto. Peras con manzanas. Eso es palmario. Y el desarrollo de los acontecimientos ha ido confirmando paso a paso este punto. El máster de Cifuentes existe. Ese es el verdadero problema.

El eslabón perdido de González-Trevijano

No ha figurado como un actor central dentro de todo el entramado puesto al descubierto en las últimas semanas, pero fue durante su mandato como rector cuando pasó todo. El actual magistrado del Tribunal Constitucional Pedro González-Trevijano estuvo al frente de la Universidad 11 años, de 2002 a 2013, un tiempo en el que el centro se hizo mucho más grande y consolidó su oferta académica creando además una extensa red de colaboradores y profesores muy vinculados a la política y, en concreto, al PP. No faltaron pomposas celebraciones que lo exhibían, como el nombramiento como doctor honoris causa de Rodrigo Rato.

Durante su mandato, el rector Trevijano, muy relacionado con Asturias -tiene su segunda residencia en San Esteban, donde puso en marcha un acto anual de la Rey Juan Carlos en el que tenía gran protagonismo, bautizada como Escuela de Verano-, estuvo envuelto en distintas polémicas relacionadas con su renovación en el cargo o con supuestos gastos irregulares, enfrentándose al catedrático David Ríos, su archienemigo por excelencia. Otro de sus rivales internos era Enrique Álvarez Conde, con quien pactó la creación del polémico Instituto en el que Cifuentes hizo su máster. Todo “un político, más que un académico”, según señalan fuentes de la Universidad a este revista, con el requisito del anonimato porque “la cosa no está ahora mismo para echar más leña al fuego”. Las mismas fuentes insisten en que Trevijano, una de las puntas de lanza del PP en el actual Tribunal Constitucional, que aspira a presidir, siempre ha sido “una persona capaz de hacer equilibrios extraños para conseguir llevarse bien con todo el mundo, o, más que llevarse bien, más bien no llevarse mal, tanto como con la izquierda como con la derecha”.

En la etapa de González-Trevijano al frente de la URJC entraron en la Universidad contactos políticos e incluso a familiares de cargos y dirigentes del PP. Entre ellos se encuentran Isabel Ruiz-Gallardón García de la Rasilla, prima del exministro y presidente de la Comunidad de Madrid cuando se creó la Universidad; Margarita Cifuentes Cuencas, hermana de la expresidenta regional; Isabel Mayor Bastida, sobrina del exministro Jaime Mayor Oreja; o María del Mar Alarcón, cuñada del exnúmero dos de Esperanza Aguirre, Francisco Granados, encarcelado por corrupción, tal y como informó eldiario.es recientemente.

Desternillante ejemplo de transparencia

La Universidad Rey Juan Carlos lleva 22 años abierta. Nació de la mano del Partido Popular para contrarrestar la influencia de la Carlos III, que fue un parto del PSOE con Gregorio Peces Barba como rector, aunque la “Universidad socialista” siempre tuvo un prestigio académico muy superior a la “pepera”. Actualmente cuenta con más de 40.000 alumnos, casi 80 grados, 78 dobles grados, alrededor de 70 másteres oficiales y cinco Campus: Aranjuez, Alcorcón, Fuenlabrada, Madrid (Vicálvaro) y Móstoles.
Es el más joven de los centros públicos madrileños. En los últimos rankings, lograba figurar entre la 13º y la 15º mejor Universidad de España. Para mayor gloria de la institución, la URJC se alzó como la más transparente según una clasificación publicada hace un par de años.

En el campus de la URJC, los estudiantes no puede hacer otra cosa que mofarse de un ranking que parece una broma, en vista de las últimas revelaciones sobre los títulos que ampliaban (porque los han tenido que retirar) las biografías académicas de muchos políticos. “¿Los más transparentes? Ya, ha quedado demostradísimo. Y lo que no sabremos. Mira el caso de Pablo Casado y sus pseudomásters de ‘Harvard’ o todos los altos cargos de Gobiernos del PP de Madrid que han pasado por el chiringuito del Instituto de Derecho Público (el del máster del Cifuentes). Y lo peor es que por su culpa ahora nosotros vamos a tener que avergonzarnos de haber sacado el título por esta Universidad. Es indignante. Mis padres se han dejado la piel para que yo pueda estudiar”.

Porque ahí también está una de las claves, el futuro. La URJC afronta sus días más importantes. Los estudiantes lo tienen claro: “Todo depende de cómo se actúe a corto plazo, aunque no tenemos muchas esperanzas ya. Deben contar rápidamente qué es lo que ha pasado y asumir responsabilidades. Si esto hubiera ocurrido en una empresa privada, una de esas que tanto defienden cuando se trata de gestionar cualquier cosa pública, ya habría diez o quince personas en la calle”.

PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 56, MAYO DE 2018

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