
Mónika González Tellechea, de «Papisa del 8-M» en el Orgullín. Foto / Patricia Simón.
“No somos raros por ser del único pueblo que celebra el Orgullín, somos muy normales: los raros son los otros”. A Xuan Cándano, periodista y fundador de ATLÁNTICA XXII, no le llama la atención porque es natural de San Esteban, pero a los cada vez más numerosos visitantes que acuden a la singular celebración del orgullo gay en este pueblo de la ría asturiana del Nalón les produce asombro y les contagia alegría vital.
San Esteban ya no llega a 500 vecinos la mayor parte del año, una cuarta parte de los que tenía hace medio siglo, aunque la población se multiplica por el verano. Pero es el primer pueblo de España en salir del armario. Hace media docena de años Mónika González Telechea, una mujer plena de coraje, creatividad y carácter, puso en marcha el Orgullín local y desde entonces todo el pueblo la secunda. Cuenta con la ayuda esencial de una empresaria, Marcarena, dueña del restaurante Cam Ribera, sede de esta cita anual que combina fiesta y reivindicación.
Este fin de semana, en la sexta edición, los bares volvieron a lucir la bandera gay, como muchos balcones del pueblo, y los vecinos se lanzaron a la calle para participar activamente en el Orgullín. Ayer, en el día grande, Mónika encabezó por la tarde una colorista procesión marítima en la dársena, que continúa en el muelle a bordo de un vehículo al que seguía un grupo de moteros. Por la noche se pasa de la aclamación al éxtasis. Como una cenicienta del movimiento LGTBI, a las doce Mónika sale de uno de los históricos cargaderos del viejo puerto carbonero luciendo espectaculares disfraces que ella misma elabora. Esta vez apareció de “Papisa del 8-M”, bajo palio, secundada por dos atléticos ayudantes. Era una indisimulada crítica al rechazo de la Iglesia católica al LGTBI y podría parecer irreverente, pero nadie se ofendió en San Esteban y todo el mundo, empezando por los niños, pasó por el multitudinario fotocol de Mónika.

Yolanda Lobo y Marián Moreno durante la procesión marítima del Orgullín en la dársena de San Esteban. Fueron las premiadas con el «Chimenea en popa» en las dos últimas ediciones. Foto / Gema Sánchez.
Luego empezó la música. Este año la estrella fue la madrileña Kika Lorace, un travesti muy popular en el madrileño barrio de Chueca, que provocó grandes ovaciones y carcajadas. También participó el grupo que dirige Ángela Show.
Antes se entregó el premio “Chimenea en popa”, que se otorga todos los años en el Orgullín a quien se distingue por su apoyo al colectivo LGTBI. En esta edición se concedió al 8-M por su contribución a “la revolución silenciosa de las mujeres” y se personalizó en Marián Moreno Llaneza, feminista y profesora especializada en la educación no sexista, a la que dedicó algunos libros. En el acto de entrega, presentado por Xuan Cándano, dijo recibir el galardón con gran orgullo por ser mujer y lesbiana. Se lo dio Yolanda Lobo, la galardonada en la edición anterior, agasajada por su labor cultural al frente del pub ovetense La Santa Sebe, “que no era de ambiente, sino el de más ambiente de Asturias”, según Xuan Cándano. Yolanda Lobo dijo que San Esteban es un pueblo ejemplar, aunque nunca tendrá reconocimiento por ello.
“Chimenea en popa” es la expresión con la que los marineros de San Esteban denominaban a los homosexuales. El premio consiste en una obra artística, en esta ocasión de Mario Careaga, de San Esteban. Su cuadro es hiperrealista: un barco con la chimenea en popa. Aunque en su pueblo siguen en vanguardia, como cuando era el más importante puerto carbonero de España. Con la chimenea en popa, pero siempre con la proa hacia la modernidad.

Un momento de la actuación de Kika Lorace. Foto / Patricia Simón.
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