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Atlántica XXII

Elías Rodríguez: “Lo de la Junta General es una inmoralidad”

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Elías Rodríguez: “Lo de la Junta General es una inmoralidad”

Elías Rodríguez Lozano, exalcalde de Casu por IU y ujier en el Parlamento autonómico. Foto / Paco Paredes.

Elías Rodríguez Lozano, exalcalde de Casu por IU y ujier en el Parlamento autonómico. Foto / Paco Paredes.

Elías Rodríguez Lozano es una excepción en la Junta General, donde rige la ley del silencio para amparar toda una madeja de lo que para muchos es corrupción institucional en relación al uso del dinero público destinado a los diputados y a los grupos parlamentarios. Alcalde de Casu por Izquierda Unida entre 2003 y 2011 y ujier del Parlamento Autonómico, le duele especialmente la implicación de su partido en lo que denuncia en esta entrevista.

Pablo Batalla / Periodista.

¿Sabe usted algo de cómo se ha gastado en estos últimos años Izquierda Unida su asignación económica en la Junta General?

Hace tiempo publicasteis en ATLÁNTICA XXII que, en el PP, Ovidio Sánchez cobraba 6.000 euros en sobresueldos, [Joaquín] Aréstegui 1.200, etcétera. Por lo que yo tengo entendido, en Izquierda Unida también hay, o al menos había, gente que cobraba sobresueldos, y no sé si con cargo a la asignación del grupo, pero me imagino que sí. Sobresueldos que se sumaban al faetón para los desplazamientos y a dietas por desplazamiento y manutención, que podían sumar otros 1.400 euros más. Yo no conozco estas cosas de primera mano: si mentira me dijeron, mentira te estoy diciendo, pero eso tengo entendido. Y más cosas: mira, tenemos un alcalde en Illas, que es Alberto Tirador, al que la mitad del sueldo se lo paga la Junta a través de la asignación para personal eventual. Lo cobraba cuando yo era alcalde de Casu y lo sigue cobrando ahora. A mí me parece, y así se lo trasladé a la organización, que Izquierda Unida no debería entrar en se juego, y que si somos distintos al resto –que yo y algunos más sí creemos que lo somos– debemos demostrarlo. La mayoría de la gente no sabe estas cosas, pero, ¿qué les parecería a los vecinos de Casu saber que, además de estar su alcalde metiéndoles su sueldo entre pecho y espalda, la organización a la que pertenece también les está haciendo pagar, porque el dinero del personal eventual de la Junta es dinero público, la mitad del sueldo del alcalde de Illas? Eso es una inmoralidad, y yo esperaba que cuando entró Manuel González Orviz como coordinador general se resolviera todo este tipo de cosas, pero no ha sido así.

La cuestión del personal eventual de la Junta, especialmente los asesores, es una fuente habitual de polémica.

Sí, y normal que lo sea. Del personal que tiene a su servicio alguno que yo me sé, a algunos de ellos yo nunca los he visto por la Junta. Orviz fue asesor de grupo, y otros de la dirección de Izquierda Unida están también de asesores, secretarios, etcétera, cobrando a través de los grupos sin aparecer por allí, como Tirador o como [Luis Álvarez] Payo, el de Mieres, que también estaba a media jornada sin que lo conociera ni Dios en la Junta. Será legal que un señor figure en nómina del grupo parlamentario y pagarle y que luego no asome por ahí, pero ni el que asó la manteca se cree que eso pasa el tamiz. Es una falta de ética total. Sobre el tema del personal eventual dice el catedrático Ramón Parada que es una forma de adelgazar el funcionariado, pero es que hay determinados trabajos que es bueno que haga un funcionario, por una cuestión elemental de independencia.

El patrimonio de los camaradas

No se adelgaza el funcionariado, sino que se politiza.

Claro. Se pretende politizar el funcionariado, sí; generar una red clientelar en la que al final entra todo el mundo y que es un sumidero de dinero público. Mientras eso sucede, los Ayuntamientos, que son los parientes pobres de la Administración, tienen que estar mendigando a la puerta de cada Consejería y de cada Dirección General para poder hacer algo por sus ciudadanos. Yo he conocido a algún alcalde, por ejemplo Carlos [de Llanos], de Santo Adriano, que en paz descanse, que iba a arreglar averías de agua él mismo porque no tenía fontaneros. Y yo fui presidente en funciones de la Mancomunidad del Valle del Nalón y tengo pendientes de cobro 8.000 euros. Eso en la Junta es impensable. La Mancomunidad del Valle del Nalón me debe 8.000 euros y me los debía mientras la Junta me regalaba, como funcionario, una cesta de Navidad de 300 euros, que yo rechazaba o mandaba a la Cocina Económica. Me la regalaba a mí y se la regalaba, claro está, a los consejeros, a los diputados, a todos los funcionarios e incluso a tus colegas del cuarto poder. Si sumas y sumas, te encuentras con que se gastaba una pastísima en cestas de navidad. Y si preguntabas te decían que, en un presupuesto tan alto como el de la Junta, eso era el chocolate del loro. ¡Qué chocolate del loro ni qué mi madre! Podemos estar hablando de 30.000 euros, incluyendo tanto las propias cestas como los portes de las furgonetas que las repartían. Hostia, vete a un Ayuntamiento y diles que les das 30.000 euros. Les dará para una obrina de poca entidad, pero joder, algo es algo, y es mejor gastarse el dinero en eso que en cestas. Ahora ese gasto se ha quitado, dicen que por la crisis, pero durante años fue así, y yo me tuve hasta que enfrentar con más de uno, de dos, de tres y de cuatro por decirles que no quería cesta.

¿Y los grandes Ayuntamientos, como Oviedo y Gijón?

Hablo de los Ayuntamientos pequeños, claro. Los grandes son otra cosa. A gente como  Pedro Sanjurjo, como [José Agustín] Cuervas-Mons o como Aurelio Martín, que ahora vuelve a Gijón, no les importa volver a la política local, porque en Ayuntamientos como Gijón de 2.000 o 2.500 euros al mes no se baja, un sueldo con el que el 75% de los trabajadores no puede ni soñar y que explica los codazos que hay para ir en las listas y demás. En sitios como Casu, en los que prácticamente vas a palmar perres, no solo no hay codazos sino que la gente se cede amablemente los puestos. Prefiere que vayas tú, y ayudarte, pero que vayas tú. En Gijón la cosa es muy diferente, y así es como, por ejemplo, cuando Aurelio Martín hace una declaración de bienes descubrimos que tiene cuatro viviendas y un bajo sin haberse dedicado en su vida a otra cosa que la política, o la hace Gaspar Llamazares y descubrimos que tiene 300.000 euros en el banco.

¿Deben, a su juicio, existir las asignaciones para grupos parlamentarios, o lo que hay que hacer es simplemente racionalizarlas y volverlas transparentes, cosa que hoy no son?

Yo soy de la opinión de que los grupos políticos deben ser sostenidos: así lo dice la Constitución. Pero no así. Que se dejen de enredos. Yo tengo comentado con algún compañero que algún día vamos a ver a los trabajadores de esta región saltar la valla de la Junta y lincharnos. No podemos estar hablando de la dignidad de los sueldos para justificar estos chanchullos mientras el salario mínimo está en 700 euros. Y no podemos decir que somos el no va más en transparencia y no publicar cada acta y cada balance de ingresos y gastos. No hay nada que esconder; no puede haber nada que esconder. Ustedes están haciendo las leyes que nosotros vamos a tener que cumplir, soportar o padecer y, mientras tanto, están gestionando nuestro dinero. Lo mínimo exigible es que sepamos cómo se gasta ese dinero; en qué lo gasta cada persona empezando por el presidente. Y que si pasan cosas como el tema de Emma Ramos, la diputada del PP que vivía en Oviedo pero hacía como que vivía en Salinas para cobrar dietas de desplazamiento, no se consientan, se afeen e incluso hagan que se empiece a conjugar el verbo dimitir. Por una multa de tráfico te dimite un ministro inglés. Aquí no se ponen coloraos por nada.

Elías Rodríguez Lozano en el exterior del Parlamento autonómico, donde trabaja. Foto / Paco Paredes.

Elías Rodríguez Lozano en el exterior del Parlamento autonómico, donde trabaja. Foto / Paco Paredes.

La de las dietas también es una cuestión espinosa.

Sí. Hay diputados que viven de las dietas, y yo sé de épocas en las que se convocaban reuniones solo para propiciar la percepción de la dieta. Por ejemplo se convocaba una reunión solo para decir: «Tenemos reunión tal día». Lo de las dietas es una cosa muy jugosa: ya vimos cómo algunos, recién constituida la Junta, lo primero que hicieron al día siguiente fue llamar a los de Podemos para hablar de dietas. Todos: igual el PP y el PSOE que otros que entraron de regeneracionistas y después tragaron, como UPyD y Foro. ¡Que Pelayo Roces, que tanto lucha, dice, por el interés general, diga a cuántas mesas de la Cámara a las que tenía que asistir porque es miembro no ha asistido, pero ha cobrado por ello! ¡Que digan, Pelayo Roces y otros, si tienen algún tipo de penalización por no ir! Ya te lo adelanto yo: no la tienen. Y hay cosas curiosas: por ejemplo, tú entras a suplirme a mí porque me marcho para no sé dónde, de diputado nacional o así, y aunque yo me marche el día 3 de septiembre cobro todo el mes y tú lo cobras también. Debería haber una prorrata, pero no la hay.

IU y el cestu

En toda esta maraña de chanchullos, ¿debemos considerar a Izquierda Unida tan metida como el resto de partidos?

Me duele decirlo, pero sí. Me duele pertenecer a una organización política que esté tolerando este tipo de prácticas, pero así es. Izquierda Unida está tan dentro del cestu como el resto, y lo está por el mismo motivo que el resto: necesita sostener el entramado administrativo de la organización. Y no es solo el dinero: es, por ejemplo, que la Fundación Príncipe de Asturias se lleva 60.000 euros de la Junta General del Principado sin que haya habido nunca votos en contra de compañeros míos a los que yo tengo visto sostener la pancarta de la República y ser los más fieros y arduos defensores de la República. O es, por ejemplo, que un día salgamos con un cartelín al pleno los funcionarios por el tema de los recortes y saque una resolución el presidente que es un antecedente de la ley mordaza, porque dice algo así como que se nos limita el uso del palacio a una serie de cuestiones entre las que, por supuesto, no está protestar por los recortes a que se nos está sometiendo, y ni un solo grupo, incluyendo Izquierda Unida, y ni un solo sindicato de clase, diga absolutamente nada, pero luego se coloquen todos detrás de la pancarta contra la ley mordaza. En fin, no hay donde atar un candil. Esto nun tien igua. ¿Por qué pasa todo esto? Pues por una especie de institucionalismo paleto en el que es inevitable entrar cuando llevas treinta años ahí, o síndrome de Estocolmo: eso de que te secuestren y acabes siendo colega de tus secuestradores. Llevamos tanto tiempo en el cestu todos juntos que acabamos por ser todos colegas y por confundirlo todo. De los nuevos que entraron no se puede dar una opinión todavía; habrá que hacer lo que no está haciendo casi nadie, que es dejarles andar un poco y no prejuzgarlos, pero con el resto solo se puede ser implacable. Ojo, que quede claro que yo estoy en Izquierda Unida y no en Podemos, y lo estoy por algo. Pero si tú me dices que está lloviendo a chuzos yo no te voy a decir que es verdad solo porque seas de mi misma organización. Por cierto, en Izquierda Unida se iba a hacer, pero no se hizo, un proceso para elegir a esa gente de libre designación dando opción a más militantes y no solo a una serie de ellos que no sé cómo entraron ahí ni me interesa y prefiero no saberlo, pero que llevan años y paños ahí prendidos: cuando no son diputados están en el Gobierno y cuando no están de asesores de Aurelio o de no sé quién.

Si no me equivoco, el nombramiento de Jesús Iglesias como senador en 2012 le costó algún quebradero de cabeza dentro de la organización.

Sí. En el Consejo Político en el que se decidió aceptar ese nombramiento, uno de los dos únicos votos en contra que hubo fue el mío. De hecho no iba a haber ni votación, pero cuando Jesús Iglesias dijo: «Bueno, he estado pensándome lo de ser senador y creo que voy a aceptar», yo dije: «¿No hay palabras?». Me dejaron hablar y yo dije que no me parecía oportuno que aceptáramos aquello por parte del PSOE. Le dije a Iglesias: «Tú, que salías el otro día en el periódico diciendo que te ibas a dedicar al crío, no te esfuerces tanto, que no te va a pasar nada porque te vuelvas un tiempo a tu casa». El caso es que se vota y solo hay dos votos en contra: el mío y el de Jaime Gareth, exalcalde de Degaña, más 18 o 20 abstenciones del sector de Orviz, que empezaba a sacar la cabeza. Total, que cambiamos el apoyo a Javier Fernández por un senador y una plaza de miembro de mesa. En vez de, por ejemplo, pedir algo para los Ayuntamientos, para que los Ayuntamientos no tengan que estar mendigando, cuando pactamos estamos a otra historia: a buscar refugio para este, para el otro y para el de más allá.

¿Le ha causado muchos problemas ser una voz díscola en el seno de la organización?

Sí, varios, y no solo ahora, sino ya hace mucho. Por ejemplo, una vez que quedó libre la plaza de ujier mayor en la Junta. Yo ahora estoy en mantenimiento, pero entonces era ordenanza. La plaza de ujier mayor es de libre designación –fíjate tú, ¡el cargo de ujier mayor de libre designación!–, y yo me presenté acreditando una serie de méritos. No hacía falta acreditarlos, pero quería que hubiera constancia de que era el más preparado. En aquel momento nadie, ni por antigüedad, ni por estudios, ni por nada, me hubiera quitado la plaza. Hoy no sé, porque hay gente licenciada y yo soy diplomado, pero entonces no. El caso es que Laura González, que era entonces la presidenta de la Junta, le dijo a [Eugenio] Carbajal, que en paz descanse: «Cualquiera menos este». Esto me lo dijo a mí a la cara Carbajal. Estoy hablando de principios de los noventa, pero es que seguimos así. «Si tú te pronunciaste en mi contra en un congreso y vienes a pedirme algo, te mando a tomar por culo, te vas a enterar».

Una denuncia por esta entrevista

Esta entrevista a Elías Rodríguez Lozano, publicada en el número 40 de ATLÁNTICA XXII, en septiembre de 2015, provocó una denuncia del ex jefe de gabinete de la Consejería de Bienestar Social y ex asesor de IU en la Junta General Pablo Prieto. El denunciante la justifica por una frase en la que el entrevistado lo cita. Prieto también envió un escrito de rectificación que fue publicado en el número 41 de la revista.

En el acto de conciliación celebrado en un Juzgado de Oviedo, Elías Rodríguez se ratificó en lo que manifestó en la entrevista, aludiendo a que era una información que había obtenido de varias fuentes. Pero, en señal de buena voluntad, no mostró oposición alguna a que la frase que provocó la denuncia, de apenas tres líneas, fuese suprimida al volcarse la entrevista a la edición digital de ATLÁNTICA XXII, como así ha ocurrido.

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