Connect with us

Atlántica XXII

En defensa de la abstención

Destacado

En defensa de la abstención

Votación ayer en un colegio electoral en Asturias. Foto / Pablo Lorenzana.

Votación ayer en un colegio electoral en Asturias. Foto / Pablo Lorenzana.

Fernando Romero / Periodista. Nuevamente la abstención ha ganado en unas elecciones. A pesar de la intensa y hostil campaña mediática y de todas las opciones políticas que creen en la participación en las instituciones a través de los partidos (izquierda y derecha), la abstención sigue creciendo.

Las cifras de abstención han ido experimentando en España un incremento progresivo desde 1987, especialmente en los comicios europeos. Esta tendencia  ha suscitado numerosos análisis, cuyas conclusiones dependen del enfoque del autor. Lo cierto es que el paro, el desencanto con la política, la lejanía de las instituciones europeas, el escepticismo ante la posibilidad de controlar realmente la acción política… son elementos que cuentan.  Pero también hay que decir que cada vez son más las personas que empiezan a ver que el sistema parlamentario representativo es una farsa que solo sirve para dar legitimidad popular a un poder económico y estatal cuyos intereses se oponen a los de los ciudadanos y trabajadores.

El poder y los que aspiran a él tratan de demonizar  la abstención, quieren acabar con ese fantasma que hay que desterrar, que atenta contra la participación, que es lesivo para la democracia. Pero, y a pesar de la propaganda del pensamiento único,  lo cierto es que esta opción nunca ha tenido más partidarios que ahora. Y no todos se quedan en casa porque prefieran ver el partido, muchos se abstienen como una legítima forma de expresar que rechazan unas  instituciones en donde la participación es una mera comedia en la que los llamados representantes de la soberanía popular deciden sobre sus vidas y se llevan el rendimiento de su trabajo a través de impuestos, tasas, multas y sanciones.

Es legítimo no creer en el Estado. Es legítimo no creer en el rey ni en sus Cortes. Es legítimo aspirar a una nueva sociedad organizada de abajo arriba, horizontalmente, sin gobernantes ni gobernados, en donde  la gente sea  dueña de su destino y se autogestione libremente y sin intermediarios en aquello que le afecta en su ámbito de trabajo, familiar, social, cultural o educativo.

El poder demoniza la abstención porque lleva dentro de sí el germen del cambio social y político, sin partidos y sin Gobiernos. Los que creen en esa otra manera de organizar la sociedad han sido excluidos  como apestados. Pero están ahí y son una opción política legítima, aunque no se expresen a través de las urnas ni de los parlamentos, que ahora se presentan como la única forma posible de organización social cuando en realidad apenas tienen poco más de 200 años de existencia, apenas una gota en la larguísima historia de la humanidad.

Lo hacen diariamente y en distintos ámbitos: en asambleas de barrio y de trabajadores,  en la acción directa, en actos de solidaridad y de apoyo mutuo, en colectivos autogestionados,  en el intercambio libre de productos y servicios sin dinero, en grupos de consumo directo sin intermediarios que favorecen a productores locales, en  colectividades, cooperativas, escuelas libres, talleres de lectura y reflexión, sextaferias y andechas, redes familiares de apoyo…

Esa sociedad ya existe, interviene socialmente  y actúa políticamente, aunque su visibilidad sea nula en los medios de comunicación de masas. Su expresión en los comicios electorales es la abstención activa y muchos de ellos tienen convicciones políticas, participan, proponen, reflexionan, critican, se movilizan… al margen de las instituciones del Estado y del capitalismo. Creen que la sociedad necesita estar autoorganizada pero no gobernada.

Los poderosos temen a la abstención y harán lo posible por acallarla. Ya se empiezan a atisbar movimientos en ese sentido. Tertulianos,  medios de comunicación y políticos profesionales hablan, analizan y publican sesudas reflexiones en las que abundan en la necesidad de cambiar la legislación para que el voto sea obligatorio y evitar así “la lacra de la abstención”, como ya ocurre en Bélgica, Chipre, Grecia y Luxemburgo.

Pueden promulgar leyes y reales decretos, imponer normativas y reglamentos, sancionar y encarcelar para que todos seamos “demócratas” a su manera, pero no pueden impedir que la gente piense por sí misma y actúe conforme a sus creencias y sus intereses. La España de la abstención existe y tiene un proyecto mucho más ambicioso que el de conseguir un representante en el parlamento europeo. Su sueño no cabe en una urna ni en un escaño.

Continue Reading
1 Comment

1 Comment

  1. blueberry

    lunes, 26 mayo (2014) at 00:43

    Muy deseable un sistema autogestionado, pero hoy a años luz de ser un realidad social aceptada ni tan siquiera por la mayoría abstencionista. Claro, se diría ¿cómo lo sabes? y yo pregunto ¿cómo se sabe lo contrario? Desgraciadamente la expresión del voto no ampara a esas mayorías; (o no tanto), abstencionistas, por lo que aún habiendo muchas opciones activas fuera de los partidos, el poder de los hombres debe ser contrastado de algún modo. Y digo poder porque es la forma que existe para organizarnos. No necesariamente el poder político-socio-económico tal y como lo concemos, si no, el poder cultural, emocional y social en su mas amplio término. Un buen debate para no olvidarnos de la autogestión como una forma interesante, pero a mi entender, en pequeña escala.

You must be logged in to post a comment Login

Leave a Reply

Más en la categoría Destacado

Último número

To Top