
Sergio Álvarez, secretario general de UGT-Cauda. Foto / Fernando Geijo.
Patricia del Gallo / Periodista.
Cómo acabó el expresidente del Montepío de la Minería, José Antonio Postigo, levantando un cortijo en Mayorga (Valladolid) era una duda que despeja ahora ATLÁNTICA XXII. No fue el primer sindicalista asturiano en llegar a la zona. Antes que él lo había hecho su compañero en el sindicato, Sergio Álvarez Hevia, secretario general de la Unión Comarcal de UGT-Caudal desde hace 14 años.
Cuando salió a la luz la existencia de dos chalés de lujo en la urbanización Nuevo Camposol a nombre de Postigo y el constructor del geriátrico de Felechosa, su amigo Juan Antonio Fernández (ATLÁNTICA XXII, mayo de 2012), muchos apuntaron a Hevia con el dedo. Sabían desde hacía tiempo que había comprado una casa en la misma zona y pensaron que “no hay dos sin tres”. Tuvo entonces y aún sigue teniendo que dar explicaciones en su entorno sindical y político, aunque su propiedad no sale a la luz pública hasta ahora.
Sin pelos en la lengua y cansado de que algunos en la cuenca del Caudal le miren con desconfianza, Álvarez Hevia no tiene ningún reparo en explicar a esta revista el porqué de aquella propiedad, su relación con Postigo y los problemas que aquella vecindad le han acarreado. Asegura que adquirió la casa de planta baja de unos 90 metros cuadrados ya amueblada y levantada en una finca de 1.000 a un matrimonio de Pola de Lena que quería adquirir algo en Gijón. Fue en 1998, cuando se prejubiló. “No voy a decirte lo que me costó, pero fue muy barata”. Es una de las cuatro viviendas, de un proyecto de 800, que se llegaron a terminar a la entrada de la urbanización. “Buscaba algo tranquilo, donde poder ir con los niños (entonces pequeños) y pasear”.
De aquella, finales de los años noventa, aún mantenía relación con Postigo en el sindicato. “No puedo negar que compartíamos cosas y también que discrepábamos bastante”. Un año, no recuerda si 2001 o 2002, al final de las vacaciones que siempre pasaba en el Sur, “Postigo paró por mi casa de la que regresaba a Asturias. Le gustó aquello. Era un lugar ideal para un aficionado como él a la caza. Además se vendía una propiedad pequeña parecida a la mía que estaba embargada por los bancos. También muy barata”. Así fue cómo la compró. Lo hubiera podido hacer cualquier trabajador de la mina, asegura. Uno o dos años después, lo hizo su amigo el constructor. Adquirió la otra pequeña vivienda que quedaba construida. “Se puede decir que sí, que yo fui el anfitrión, sin quererlo, de ambos”, reconoce.
“Entiendo que haya gente que piense que ‘no hay dos sin tres’ y aquello dio pie a la especulación. Estoy convencido de que hay gente que pensó que habíamos desembarcado allí todos juntos y no fue así, nada más lejos de la realidad”, asegura. “A muchos les tuve que dar explicaciones. Siempre dije que mis bienes son de conocimiento público y mi sueldo también. Pero ese fue el peaje que tuve que pagar cuando saltó el escándalo”.
Durante los años siguientes Hevia fue testigo indiscreto de cómo la vivienda adquirida por Postigo y su amigo el constructor iba aumentando de tamaño y se iban levantando edificios anexos y adquiriendo más terreno alrededor. “Mentiría si negara que todo aquello me extrañó, pero entonces no sabía si a Postigo le había tocado la lotería, una herencia o qué se yo. Entonces tampoco me preocupó. Cada uno es libre de comprar o vender lo que le dé la gana, si está dentro de la legalidad”.
Churras con merinas
Pero, dicho esto, admite que le empezó a preocupar desde el punto de vista sindical desde que salieran a la luz sus propiedades y sobre todo el dinero que Postigo quiso regularizar con Hacienda, más de 400.000 euros aprovechando la amnistía fiscal en 2012. “La gente empezó a especular. Éramos vecinos y hubo intención de mezclar ‘churras con merinas’ y el primer incómodo con aquello fui yo”.
Hace unos meses vendió la casa -“más bien medio la regalé”- por el estado en el que está toda la zona, pero sus motivos, asegura, nada tuvieron que ver con el escándalo sino con que sus hijos ya son mayores y él no quería un retiro donde, según sus palabras, “solo iba a matarme a trabajar porque siempre hay algo que hacer”. No ha vuelto por allí.
Para cuando saltó a la luz la fortuna oculta de José Ángel Fernádez Villa, Álvarez Hevia y Postigo ya habían perdido toda relación. Fue unos meses antes de que el primero accediera a la presidencia del Montepío de la Minería en 2005. Hevia es uno de los pocos que aún hoy reconoce públicamente que los últimos tiempos de Villa al frente de la organización fueron “complicados”. “Mantuvimos un encontronazo fuerte por él y desde entonces no hubo más relación con Postigo”.
Luego se destapó el escándalo y “para ser sincero a mí lo de Villa me pareció una sorpresa mayúscula. Fue un golpe mortal”. “Los que convivimos con él durante años veíamos su austeridad. Cuando teníamos reuniones ni siquiera paraba a comer, le bastaba con un bocadillo. Luego quiso regularizar 1,4 millones de euros a Hacienda. De otros, desgraciadamente, igual veías cosas que no te cuadraban. Todos somos mineros y todos sabemos más o menos qué salarios tenemos. Pero tampoco tenía datos para denunciar nada”, asegura.
No oculta que aquellas sospechas que él tenía le causaron “problemas hasta personales dentro de la organización”. “Pedir alguna explicación en mi caso significó que fueran a por mi entorno familiar, donde estaba trabajando, aunque no quiero profundizar más en ello. Aquellas preguntas sirvieron para que me pusieran como objetivo y estilete de la iniciativa para echarlos fuera”, dice.
Los motivos por los que sigue ocupando cargos en el sindicato se deben a un “compromiso personal”, afirma, aunque con fecha de caducidad. “Seguiré hasta que esto se normalice y terminen todos los procesos judiciales que hay en marcha, luego me iré. Tengo ganas de estar en mi casa y disfrutar de mi jubilación, algo que aún no pude hacer”.
De Villa y Postigo solo espera que rindan cuentas con la Justicia y que ésta actúe rápido, porque “no se puede hacer daño al sindicato durante tanto tiempo. Tenemos una herida abierta que no podemos cerrar”.
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