Connect with us

Atlántica XXII

El fracaso de las políticas marítimas del bipartidismo

Destacado

El fracaso de las políticas marítimas del bipartidismo

La flota española presenta signos regresivos que no se corresponden con la situación económica española. Foto / Armando Álvarez.

José A. Madiedo Acosta / Presidente de la Asociación Española de la Marina Civil y ex director general de la Marina Mercante.

La política marítima del Gobierno del Partido Popular sigue abonada al fracaso. Un fracaso cuyo verdadero alcance no podemos precisar por la habitual falta de transparencia en los asuntos marítimos y por la forma truculenta de enmascarar los datos a la hora de presentar la situación real de la flota al final de cada ejercicio.

España hace años que ha renunciado a mantener bajo su bandera tradicional la flota de buques mercantes, recurriendo a la creación de un registro especial de buques en las islas Canarias, que no deja de ser una especie de paraíso fiscal bajo tutela española. El Estado soberano cedió ante las presiones de los navieros que veían en esta solución la fórmula para fortalecer su presencia en los mercados internacionales. Pero los resultados obtenidos demuestran justamente lo contrario y desde hace años la flota española pierde posiciones a nivel internacional, siendo hoy es una simple flota marginal, situada muy lejos de la que fue en otro tiempo.

El Ministerio de Fomento, que es el competente en la materia, sigue sin publicar una memoria seria y detallada sobre la situación real de la flota bajo bandera española, la registrada en Canarias, como corresponde a un país serio.

Un marcado perfil descendente

En tanto que el comercio mundial crece y la flota internacional experimenta una evolución positiva, la flota española presenta claros signos regresivos, lo que en ningún caso se corresponden ni con la posición económica de España ni con sus necesidades estratégicas de transporte marítimo. Desde hace lustros, las políticas marítimas diseñadas por el bipartidismo español se han demostrado ineficaces.

El silencio como respuesta

A pesar del fracaso, el Gobierno guarda silencio. Quizás la razón de este vacío de responsabilidad política lo justifique alegando que, puesto que no hay política marítima, no hay nada que decir. Realmente no se sabe ni quién es responsable de trazar el rumbo, ni quien se encarga de enmendar los errores acumulados durante años de peregrinaciones en busca de un milagro que no llega.

A los navieros españoles, atrincherados mentalmente en un tiempo pretérito, todo lo que no sea gozar de un clima de libertad total no es bueno para su negocio. Y de ahí su reiteración en degradar e igualar las condiciones de la marina española con las impuestas por las peores banderas de conveniencia. Pero ni aun así compiten, ni aun así consiguen tener presencia en los mercados internacionales. Y es que, salvo honrosas excepciones, el verdadero problema son ellos mismos, y su incapacidad para ser auténticos navieros.

El entorchado decadente

Seguir insistiendo en las políticas de degradación de los profesionales de la Marina Civil, reclamando mayor grado de tolerancia en las normas de seguridad, no es útil más que para que nuestra balanza de fletes presente un saldo negativo alarmante, para que la dependencia exterior sea cada vez más grande, para que el tejido profesional se debilite afectando al conjunto de las actividades marítimas, para que las carreteras se saturen de vehículos pesados y peligrosos, para que el cabotaje no despegue, para que los astilleros se reduzcan a la mínima expresión y España se debilite como país marítimo.

Lo que está ocurriendo cada vez recuerda más el desastre gestado en los siglos XVII y XVIII, cuando la corrupción, el amiguismo, la degradación de la seguridad, el intrusismo militarista, la tolerancia con las castas parasitarias y la burocracia impuesta por la monarquía borbónica, más aparente que eficaz, fueron socavando los cimientos del tráfico trasatlántico hasta culminar los desastres en el siglo XIX. Lo que se había construido con tanto sacrificio y esfuerzo, aunque con algunos errores que merecían ser corregidos, terminó por sucumbir al parasitismo sustentado por la degradación política, el espiritualismo financiero y la milicia que libra las batallas en la retaguardia del dinero.

El despropósito silente

España no puede seguir por estos derroteros, no puede enrocarse en su fracaso, negándose a mirarse al espejo y advertir con realismo el cuadro clínico que ofrece. No es cuestión de opiniones influidas por ideologías o intereses diversos; no, son los datos objetivos los que encienden las alarmas, y son los silencios oficiales los que gritan de elocuencia. Habrá que preguntarse para qué ha servido la reciente ley de Navegación Marítima, para qué el Clúster Marítimo, para qué las catatónicas teorías tecnoburocráticas, para qué tanta componendas de trastienda, para qué la capitanofobia recurrente, para qué tanto gandul protegido, para qué el lento retorno al neofranquismo ¿Para qué?

La mar como zona de señoreo

En este caso, ni el cinismo gubernamental puede enterrar unos datos tan alarmantes. España se ha convertido en una flota marginal, propia de un país tercermundista. Hemos perdido los barcos y la dignidad, no por los temporales, sino por la necedad y el despropósito de unos poderes que ven la mar como un mero instrumento de sus insaciables apetencias de enriquecimiento y poder. El caso de los petroleros construidos en pérdidas por Navantia para Ondimar, naviera que figura en los papeles de Panamá, y está vinculada a los Aznar, esa que abandera sus barcos en las islas Madeira, sintetiza paradigmáticamente el despropósito naval de este tiempo.

Continue Reading
Click to comment

You must be logged in to post a comment Login

Leave a Reply

Más en la categoría Destacado

Último número

To Top