
Con su tradicional talento para meterse en líos, la derecha más punki aprovecha el asesinato de Isabel Carrasco, que interrumpió y calentó la campaña electoral del 25-M, para criminalizar la protesta social.
Diego Díaz / Enviado especial.

Ada Colau, portavoz de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), a la que algunos aprovechan para criminalizar en relación con el suceso de León.
Foto / Iván Martínez.
Ok. Estoy dispuesto a que me llamen demagogo chungo por escribir este titular tan loco, pero, ¿no creen que algún que otro opinólogo del búnker se quedó el lunes con las ganas de escribir algo así? Como aquellos que empiezan una frase diciendo “yo no soy racista, pero….”, ciertos periodistas comenzaron negando el carácter político del crimen de León, para acto seguido echar la culpa a manifestaciones, ‘escraches’ y protestas de generar el clima propicio para el asesinato de políticos.
Sin venir a cuento, excepto para su campaña en pro de la restricción de la libertad de expresión y los derechos de manifestación y huelga, el asesinato de la presidenta de la Diputación de León ha dado pie a la derecha más punki para volver a cargar contra sus demonios particulares. Isabel San Sebastián tiraba de Twitter para decirnos que el asesinato de Carrasco no era algo personal, sino la consecuencia de su cargo: “Quienes defienden los ‘escraches’ personales que tomen nota!”. De los creadores de “se empieza por un porro y se acaba en la heroína” llega ahora al latiguillo “primero vas a un ‘escrache’, luego te cargas a un político”.
¿No me creen? Salvador Sostres ayer en El Mundo: “El paso siguiente de asediarles en sus domicilios es dispararles a plena luz del día (…) Si Ada Colau pudo en el Congreso, y sin que nada le ocurriera, llamar criminal al representante de la Asociación Española de Banca, es fácil imaginar que el siguiente paso sea dejarse de adjetivos y pasar a los hechos”.
Si todos a eso de las ocho de la tarde ya sabíamos que el crimen de León no tenía una motivación política, ¿a cuento de qué viene meter a Ada Colau, portavoz de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), en esta historia? Lejos de ser una opinión aislada del articulista, El Mundo en su editorial matizaba que, aunque el crimen tenía su origen en una venganza personal, “se produce en un ambiente de creciente animadversión hacia los miembros de la clase política”.
Incondicionales del mambo los hay también en el ABC, que advertía en su editorial que “la deslegitimción de los políticos se ha puesto de moda y ha extendido el argumento subliminal de que todo vale contra ellos”. Si las cosas siguen así, quizá me vea en 2015 imputado por apología subliminal del terrorismo, compartiendo banquillo con algún rapero de rimas afiladas.
Como nos recordaba Naomi Klein en La doctrina del shock, si se quiere ejecutar rápido y bien el programa económico para que los ricos sean aún más ricos, hace falta acallar la conflictividad social que estas medidas antisociales van a generar, metiéndole un buen meneo a la democracia. Chile necesitó una dictadura para convertirse en el paraíso neoliberal que es hoy día y solo con las maneras autoritarias de la Dama de Hierro puede entenderse el retroceso sufrido desde los años ochenta por las capas populares británicas.
La extensión de la protesta preocupa, y con razón, a nuestras élites. Por eso El Mundo advierte de que es preocupante que, “lo que en principio era una actitud protagonizada por solo unos pocos exaltados, puede contagiarse hacia otras capas de la sociedad”. Criminalizar y desprestigiar los movimientos populares, convertir los ‘escraches’ de políticos, y no los desahucios de familias, en el problema social, es parte de la estrategia para que los ricos puedan cumplir en España sus sueños más húmedos.
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