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Atlántica XXII

Gaiteros como técnica de disuasión no violenta

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Gaiteros como técnica de disuasión no violenta

Protestas en los Premios Príncipe junto a los gaiteros/ Foto de Paco Paredes

 

 

 

 

 

 

 

 

Fernando Romero / Periodista. ¿Qué es un gaitero asturiano? Un gaitero asturiano es un hombre del pueblo que sigue una tradición popular y cuyo cometido es hacer música interpretando con su sonido ancestral las melodías de las fiestas y de las celebraciones sencillas o solemnes del repertorio tradicional. Algunos incluso innovan y crean a partir de ella y de su legado, porque la gaita, aunque parezca monocorde, ofrece múltiples posibilidades creativas. Un gaitero, en Asturias, es un personaje muy respetado. O al menos lo era hasta ahora. La gaita y su entorno musical y folclórico nace en las aldeas, en los pueblos, en las villas, al calor de las fiestas, de los conceyus y andechas. Ahora decimos en tono de queja que «no quedan paisanos» en referencia a gente íntegra. ¿Quedan gaiteros de verdad?

Había gaiteros en la presentación y entrega de los Premios Príncipe de Asturias. ¿Eran nuestros gaiteros o pertenecían al mundo de reality (léase monárquico) show, a la farándula principesca, a la comparsa del Poder? Ante el Teatro Campoamor estaban representados tres segmentos de la sociedad asturiana. Los que adulan siempre al que manda «¡vivan nuestras autoridades!» como gritaban hace años durante el Imperio Gabiniano en el autobús los jubilados a los que el ayuntamiento de Oviedo llevó de viaje por España; los/as cotillas de peluquería y curiosos diversos que acuden a ver los modelitos y los que fueron a protestar porque viven con el agua al cuello mientras se derrocha a espuertas el dinero de todos. El Teatro Campoamor, templo del arte, se convierte una vez al año en obscena bacanal. Y en esta edición se esperaban protestas de empleados públicos, de indignados, de investigadores que se quedan sin presupuesto, de jóvenes talentos que tendrán que irse de España, de familias que no llegan a finales de mes destrozadas por los bancos y sus hipotecas-trampa, de tarifazos de las eléctricas y de recortes varios.

El sonido de la gaita colectiva puede ser solemne y elevarnos, pero las gaitas pueden resultar estridentes cuando de acallar al pueblo se trata. Y los gaiteros de los Premios Príncipe traicionaron su esencia y de soplar melodías hospitalarias que reciben al viajero pasaron a soplar con otro aire. Sonó la gaita a profanación, a perversa comparsa del poder, a himno de lo irracional frente a la voz pura e indefensa, casi afónica, del que clama por la justicia y el pan.

Las fuerzas de seguridad del Estado nunca lo tuvieron más fácil. Frente a las patadas y los toletazos contra los manifestantes, contra los que alzan su voz crítica, se encontraron con una técnica de disuasión menos violenta y más efectiva: los gaiteros. No sería de extrañar que se creara una nueva brigada de gaiteros dentro de las UIP (Unidad de Intervención Policial). Eso sí, los oficiales de estas unidades tendrían que hacer cursillos intensivos de solfeo y gaita para cambiar la porra por la batuta.

Esos gaiteros,  cuando se marcharon de tan ilustre acto y sintieron de cerca el aliento de un Príncipe y de hombres encumbrados, regresaron a su vida cotidiana pensando que eran importantes. Muchos de estos gaiteros, la mayoría (el desempleo juvenil en Asturias es del 50%) son también víctimas del paro, de las carencias familiares, de los abusos bancarios y de los recortes de los poderosos.

Hace años, no tantos para no encontrar rastro en las hemerotecas, cuando había una agresión del poder que afectaba a un sector social o a los trabajadores en general, éstos usaban de su única arma, la más valiosa: la solidaridad. Lo hicieron mineros, campesinos, metalúrgicos, panaderos, albañiles… y también los gaiteros que les precedieron. Lo hicieron hasta en tiempos de dictadura y represión ¿Nadie se ocupó de transmitírselo a los intérpretes de la banda sonora de los Premios Príncipe?

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1 Comment

1 Comment

  1. JULIETA

    domingo, 11 noviembre (2012) at 20:58

    ¡Este artículo es la monda! ¡Me encanta la crítica irónica y con humor!

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