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Presno: “Hay una gran desconfianza hacia los ciudadanos”
Miguel Ángel Presno Linera (A Veiga, 1965) es profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Oviedo y está convencido de que la democracia necesita en España reformas urgentes. Propone varias en un pequeño ensayo escrito al alimón con el jurista italiano Cesare Pinelli y recién publicado por la Fundación Coloquio Jurídico Europeo: Crisis de la representación y nuevas vías de participación política.
Pablo Batalla / Periodista.
La Constitución y el Régimen de 1978 están cada vez más cuestionadas.
Yo creo que la Constitución del 78 fue seguramente, si no el mejor texto posible en ese momento, sí un texto aceptable en ese contexto, pero ha quedado absolutamente obsoleto. Y ha quedado obsoleto no porque la Constitución sea mala, sino porque no se ha ido actualizando. España, en ese sentido, es diferente de todo el contexto comparado. Por ejemplo, en Alemania llevan una media de un cambio constitucional al año. Yo creo que los máximos enemigos de la Constitución son los que se niegan a cambiarla. Y, además, viendo el debate constituyente, leyendo lo que se decía, se entienden muchas decisiones que hoy nos parecen criticables, pero que se entienden en ese contexto. En España, leyendo los debates constituyentes, se ve que existe una gran desconfianza hacia los ciudadanos. Se llega a decir que introducir elementos de participación democrática directa sería propiciar presión al parlamento, como si no se pudiera presionar, mientras esa presión sea democrática. La idea que late es de un gran paternalismo, de «no es bueno que la gente tome cierto tipo de decisiones, porque se van a equivocar». Vamos, dijeron, a optar mejor por un sistema de partidos. Y el sistema de partidos es necesario, pero tiene que ser un sistema que sea compatible con la intervención directa de los ciudadanos. En el caso de los mecanismos de democracia directa se ve que hay miedo real a que la gente pueda decidir. Y ese miedo, esa tesis del riesgo, la tesis de que es mejor no dejar ciertas cosas en manos de la gente por el riesgo de que se equivoquen, no ha cambiado. Y, en el fondo, se está viendo con la abdicación del rey, sigue habiendo una profunda desconfianza a que la gente vote. Nos hemos negado, o quien controla el sistema se ha negado, a debatir las deficiencias del Estado democrático —el funcionamiento de los partidos, el sistema electoral injusto, no contar con los ciudadanos…—, se ha impedido abrir un debate sobre el modelo territorial e incluso uno sobre otros elementos clave del Estado, como el carácter social del Estado de derecho o la Monarquía. Y eso hace que hoy en día se acumulen los temas que son objeto de controversia.
Una pregunta directa: ¿Monarquía o República?
Desde mi punto de vista, y creo que desde un punto de vista constitucional democrático, República. No quiero decir, el matiz es importante, que la Monarquía sea incompatible con la democracia. Lo que es evidente es que tampoco lo es la República. Entonces, si hay que elegir, yo creo que es más democrático un sistema en el cual pueden optar a ser jefe del Estado más personas que los descendientes sanguíneos de alguien, y en el cual, además, hay un cierto grado de participación democrática del pueblo, bien sea porque se elige directamente el jefe del Estado o porque lo elige alguien que nosotros hemos elegido, por ejemplo el Parlamento, como ocurre en algunos países. Y, en tercer lugar, porque algo propio de la democracia es el carácter temporal de la ocupación de los cargos, y cualquier presidente de la República lo es durante un mandato limitado, mientras que en principio el rey lo es con carácter vitalicio o hasta que él decida. Por tanto, creo que desde un punto de vista constitucional democrático no hay duda de que el mejor sistema es la República.
“Nunca es el momento”
El PSOE vuelve a aparcar el debate sobre la República.
Creo que forma parte del discurso que hemos venido escuchando desde el año 77: que no es el momento. Nunca lo es, nunca es el momento de tomar decisiones, nunca fue el momento para cambiar el Senado, nunca fue el momento para abrir un debate serio en materia territorial, nunca hubo un momento para debatir acerca de la potenciación democrática del sistema y tampoco parece que ahora sea el momento de debatir sobre la República. Yo no digo que el debate tenga que ser ahora mismo; pero sí, evidentemente, en un plazo muy corto de tiempo. Y también creo que además ahí late eso que decía antes de la tesis del riesgo, del miedo a que la gente pueda pronunciarse. En el fondo se está diciendo: no, es mejor que esto ahora no se decida porque podría ser peligroso. ¿Peligroso para qué? Eso nunca se aclara. Ese tipo de cuestiones, en España, se van dilatando y nunca parece ser el momento.
¿La República debe ser la guinda de las reformas, o su base?
Bueno, es un elemento más de las reformas. Yo creo que eso que se dice de que la República no es un tema que preocupe a la gente es un discurso trivial, porque sí, para la gente puede haber cosas más importantes en el sentido de que afecten más a su vida cotidiana, y a una persona le afecta más a su vida cotidiana no tener empleo o no tener vivienda que el jefe del Estado sea uno u otro, pero creo que ése es un dilema falso. Creo que la cuestión es reformar el sistema dotándolo de más democracia, y eso quiere decir mayor participación ciudadana en la toma de decisiones. En distintos ámbitos: por una parte, mecanismos de democracia directa; por otro, un sistema electoral que refleje mejor la participación ciudadana; por otro, una incorporación de los ciudadanos a los debates parlamentarios, es decir, que sea una práctica habitual y no excepcional que, cuando se debate una ley en el Parlamento, se escuche a representantes de los sectores afectados. A mí me parece inconcebible que se debata una ley educativa y no se escuche en el Parlamento la voz del profesorado, de los estudiantes… Y otro elemento de participación es participar en la elección del jefe del Estado. No digo que todo haya que hacerlo de manera inmediata, pero sí que es algo importante, y que una consecuencia muy positiva del Movimiento 15-M y en general de los movimientos que han venido produciéndose en los últimos años es que una parte importante de los ciudadanos se consideran actores de la vida política, no solo espectadores, que es lo que hasta ahora se quería, y se atreven a plantear cosas que hasta ahora no estaban en el debate político. Y creo, además, que esto es algo que ha venido para quedarse: el hecho de que la gente salga a la calle, y utilice la calle como instrumento de participación política, y sobre todo crea que no hay temas tabú, sino que se puede hablar de todo con naturalidad.
Juan Carlos I y las empresas
¿Cree que la irrupción de Podemos y la crisis del PSOE han tenido algo que ver con la abdicación del rey?
Sí, sobre todo la crisis del PSOE que se visibiliza con la dimisión del secretario general y la convocatoria de un proceso para sustituirle. Creo que es bastante evidente. Y creo que, en contra de lo que se ha pretendido transmitir, no había un calendario tan ordenado de la abdicación. No digo que el rey no se lo hubiera planteado, pero me parece que las cosas se han precipitado por temor a que un elemento clave para la Monarquía, como es el apoyo del Partido Socialista, estuviese en cuestión. Creo que para la Monarquía es más importante el apoyo del PSOE que el del PP, porque el del PP se da por hecho, porque sus votantes, o al menos una parte importante de ellos, no se cuestionan eso. Sin embargo, aparentemente el apoyo del PSOE no tendría que darse por hecho. Por eso yo creo que se anticipó la abdicación para garantizar que las votaciones que supuso fuesen en el sentido que a la Monarquía le interesa, que es no solo que se ratifique la abdicación, que es algo que se podría aceptar, sino que ni siquiera se ponga en cuestión. Yo creo que lo significativo no es tanto que el PSOE vote a favor de la abdicación como que constantemente transmita el mensaje de que no es un apoyo coyuntural sino estructural, y que por tanto, incluso aunque el PSOE hubiera tenido buenos resultados, seguiría respaldando a la Monarquía.
¿Aunque esté aforado, cree que Juan Carlos I tiene motivos de preocupación al perder la inviolabilidad ante la Justicia?
No lo sé, pero creo que lo que es evidente es que lo que le preocupaba era el progresivo descrédito de la institución, al que no son ajenos los problemas procesales de su hija y de su yerno, y la parece que previsible, al menos en el caso de su yerno, condena penal. Sobre todo porque, además, no sería una condena por algo que nos pueda pasar a cualquiera, como un accidente de tráfico, o, qué se yo, un impulso que hace que cometas un delito, sino porque formaba parte de una trama de corrupción muy consolidada, y en la que está claro que se ha utilizado como aval a la Monarquía. Eso ha supuesto un grave descrédito de la institución. Por otra parte, también se ha corrido el velo de opacidad que existía sobre las actividades de la Casa Real. Creo que una cosa sobre la que hay que hacer autocrítica, especialmente los medios de comunicación mayoritarios, es la transparencia con la que se informa de lo que ocurre en otras jefaturas del Estado monárquicas de otros países y el velo que hay, o había, sobre las actividades del jefe del Estado aquí. No ya sobre aquéllas más directamente reprochables sino incluso sobre esa supuesta actividad del rey como embajador de las empresas españolas. Nunca se ha aclarado muy bien cuál es el papel del rey en ese tipo de actividades, ni si resulta que las empresas españolas son incapaces por sí mismas de conseguir negocios en el extranjero, porque si fuese así habría que preguntarse por la idoneidad de Felipe, pues no parece que tenga los contactos ni la capacidad de penetración comercial en otros países que tiene su padre.
¿El futuro es esperanzador?
Bueno, es interesante. En las situaciones de conflicto, las capacidades de hacer cosas son mayores, y en ese sentido me parece esperanzador que se sometan a debate cuestiones que hasta ahora se daban por descontadas o se decidían sin tener en cuenta a los ciudadanos. Creo que en España la gente ha estado dormida durante mucho tiempo, porque se nos transmitió la idea de que era mejor que no hiciéramos nada, y porque nosotros mismos nos llegamos a creer esa idea, y creo que este aumento de la participación ciudadana evidencia un cierto grado de madurez democrática de la sociedad española que hasta ahora no había y que creo que también tiene que ver con que a la gente más joven ya no le valen los discursos y los símbolos de otras épocas, y en consecuencia se atreve a ponerlo todo en cuestión. Lo que fue válido hace treinta años puede seguir siendo válido hoy, pero habrá que discutirlo, ¿no? Ya no se aceptan acríticamente las cosas.
PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 33, JULIO DE 2014

1 Comment
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luisel
jueves, 25 septiembre (2014) at 19:43
¿ Por qué la República ? En pocas palabras
http://elestuchedondeguardocosas.wordpress.com/2014/06/16/en-pocas-palabras/