
El nuevo HUCA se ubica en Oviedo. Foto / María Arce.
Xuan Cándano / Periodista. Las gotas que a mares inundaron el pasado fin de semana el nuevo Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) desbordaron el vaso de la paciencia de la ciudadanía en relación a la más importante inversión pública que ha financiado con su dinero.
La puesta en marcha y el traslado al nuevo HUCA han sido una chapuza, una absoluta improvisación y una evidencia de que en Asturias los socialistas no pueden presumir de buen gobierno. La profesionalidad de los trabajadores y la paciencia de los pacientes, que nunca lo fue tanto, ha evitado males mayores o desgracias irreparables, aunque muchos de ellos evitan ingresar en el HUCA y lo hacen en otros hospitales.
La inundación del HUCA es una metáfora para el PSOE asturiano, con tantas vías de agua que el histórico partido, que en Asturias es casi un régimen, amenaza con irse a pique.
Hace no mucho tiempo, con el Gobierno de Rodríguez Zapatero, el PSOE presumía de ser el partido que más se parecía a los españoles. Y era cierto. Lo malo para los socialistas era que sobre todo se parecía a la España indolente, la complaciente, la que heredó los miedos del franquismo, la de la subvención y la siesta, la dócil, la que entendía la democracia como simple delegación.
Pero España, desde el 15-M, vive una revolución silenciosa de la que los socialistas aún no se han enterado. La gente se ha vuelto más exigente, intuye que la crisis es la corrupción, pide cuentas y ya no quiere delegar, sino participar y abrir todos los cajones.
El HUCA llega con muchos años de retraso y es una rémora de aquella cultura del ladrillo, del pelotazo y del despilfarro que tanto promovió el PSOE.
Su espectacular arquitectura contrasta con su pésima funcionalidad, con grandes espacios inútiles y enormes problemas para trabajar racionalmente. Se inauguró sin accesos y con un sistema informático que ha convertido a médicos y a enfermeras en administrativos que se pasan la jornada atendiendo a los ordenadores, en vez de a los pacientes. Para su diseño no se contó con sus profesionales, a los que simplemente se despreció. Por eso hubo que derribar tabiques para que las camas cupieran en las habitaciones, y otras muchas y costosas reformas, hasta trece, de cuyo coste y descripción el Gobierno asturiano se niega a informar a la ciudadanía que financió tales dislates con sus impuestos.
El HUCA parece el proyecto de un grupo de iluminados practicando el despotismo ilustrado en pleno siglo XXI.
En términos políticos, que son los que importan a la casta, más que la salud de los ciudadanos, era un hospital pensado para epatar y ofertar una gran baza electoral para las municipales y autonómicas de la próxima primavera.
Pero se ha convertido en una nueva vía de agua en el PSOE asturiano. Cuando los socialistas lo pusieron en marcha, con patéticas preinauguraciones con quirófanos de cartón piedra, parecía un impulso para sus expectativas. Ahora, con las puertas abiertas, si no las anega una tormenta de verano, solo les sirve para apuntalar su decadencia.
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