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Jacobo Blanco: “Ciudadanos es la gran incógnita electoral”
Profesor en el Departamento de Sociología de la Universidad de Oviedo, Jacobo Blanco (Oviedo, 1967) es especialista en análisis electorales. Hace encuestas a menudo con su empresa Pragma Sociología Aplicada, en la que está asociado con el también sociólogo Arsenio Valbuena. Blanco tiene bastantes certezas y algunas dudas sobre los resultados en Asturias de las elecciones del próximo domingo.
Xuan Cándano / Periodista.
¿Cómo ha visto la campaña electoral? Se dice que las campañas apenas influyen en los votantes, solo al 1%.
La influencia de las campañas en las elecciones suele conocerse a posteriori. Pero si tomamos el ejemplo de las andaluzas, las últimas celebradas en España, el seguimiento del electorado a través de las encuestas no mostró cambios súbitos de tendencia como consecuencia de la campaña, sino la consolidación de tendencias que eran anteriores a ella. En todo caso, fue más de un 1% de los votantes el que decidió su voto durante la campaña. Pero quizá no más del 5% y a veces como voto instrumental: parar a unos apoyando a otros. Pongamos apoyar al PSOE frente a Podemos. Algo así sucedió, probablemente, también en el Reino Unido, donde un 3% del electorado decidió votar en el último momento a los conservadores, tratando de soslayar lo que percibían como la amenaza de una coalición entre escoceses y laboristas. Los perjudicados fueron los liberales-demócratas de Clegg.
¿Es cierto que los indecisos son más que nunca y también más decisivos? ¿A dónde cree usted que irá el voto oculto?
Las encuestas registran en todas las elecciones en torno a un 30% de indecisos. Pero no son tales. O no todos. En estas elecciones el porcentaje es algo mayor: la participación quizá sea más amplia de lo habitual y, en el caso de Asturias, hay más partidos con opción de obtener representación que nunca: tres por la derecha y tres por la izquierda. Pero si leemos los datos, del 35% de indecisos, un 20% duda entre el partido al que votó en otras elecciones y otro parecido. Es el caso del votante del PSOE o IU con Podemos o del votante habitual de PP -o Foro- con Ciudadanos. Por lo general, suelen votar al primero que citan, que suele ser, a su vez, el partido al que siempre votaron. El 15% restante no quiere decir lo que piensa. Suele corresponderse con los partidos que, por las razones que sean, mayores críticas reciben o aquellos que están en baja. Sería el caso del PP o Foro y, en menor medida, PSOE. Esta reflexión es válida para las autonómicas, y lo será, probablemente, para las generales de otoño. En las municipales, y más en nuestros pueblos y villas, el candidato, si es bueno -o malo- puede trascender la marca del partido, que aparece como cuarto motivo de voto local.
Las encuestas coinciden en dar ganador al PSOE. ¿Es Asturias un feudo socialista inamovible como Andalucía?
El PSOE en Asturias nunca obtuvo victorias como aquellas que tenía en Andalucía, con umbrales del 60% del voto. Pero sí es cierto que es la única región, junto a Extremadura, en la que, con la excepción del Gobierno Marqués y luego del de Foro, nunca hubo verdadera alternancia política. Y, cuando se ha dado, la propia alternativa se ha autodestruido. Influyen en la dominancia socialista muchas variables: desde la historia, tan ligada a una industria y minería, donde el PSOE tuvo siempre mucho apoyo, hasta la construcción de una red de gran capilaridad, que lleva el mensaje del PSOE a la ciudadanía a través de organismos públicos municipales y autonómicos -que a su vez emplean a mucha gente- pero también mediante el control -hasta ahora- de buena parte del movimiento asociativo y de una red que podríamos denominar clientelar, muy dependiente del sector público, que la derecha nunca pudo/llegó a sustituir, salvo en Oviedo. Y no olvidemos el discurso dominante en los medios de comunicación más influyentes. Con todo, la fragmentación social está ahí, también la digitalización, y tienen su reflejo en la fragmentación política. Y un PSOE que, aunque ganador, obtenga un 25% del voto, nada tendrá que ver con aquel de hace 30 años, cuando obtenía mayorías si no arrolladoras, como las andaluzas, sin apenas despeinarse.
¿Tampoco le pasará factura al PSOE la corrupción en Asturias (Casos Marea, Villa, Aquagest, Niemeyer, El Musel) como ocurrió en Andalucía?
La corrupción en Asturias se percibe de forma difusa. No ha aparecido un personaje como Bárcenas que, hasta en su físico y actitud, la defina y catalice. Y Villa, que podría serlo, se percibe, a buen seguro erróneamente, como el caso particular de un señor que ya estaba alejado de la política. Tampoco tenemos un caso demoledor que la gente entienda a la primera. Lo mismo sucede en Andalucía, donde lo de los ERE resulta extremadamente complejo y sin personas que lo encarnen. Por otro lado, los asturianos, quizá por viejos, somos muy conformistas con lo que tenemos, exigiendo poco a nuestros servicios públicos -tan bien valorados-, a nuestras instituciones y a nuestros representantes. Recuerdo que la Comisión del Caso Marea coincidió con una encuesta que hicimos. Así que aprovechamos para preguntar por ella: solo el 50% de los asturianos la conocía. ¡Y era titular diario!
¿Se desinfló Podemos y ya no tiene opciones de victoria ni de formar Gobierno?
Es posible que a Podemos, más que desinflarse, lo hayamos inflado. Lo decía el otro día un colega. Es más, quizá el propio Podemos se infló a sí mismo, mediante la influencia astuta en las redes sociales. Más allá de sus problemas internos y de sus planteamientos ideológicos, tiene en contra una recuperación de la confianza en el sistema, por más que no alcance los niveles precrisis. Pero no es menos cierto que la economía crece, que se genera empleo, y menos malo de lo que se dice (no en Asturias), que las exportaciones están en máximos… Vuelve la confianza en la economía. También lo es que, a trompicones, y exasperantemente lenta, la Justicia actúa contra los delincuentes poderosos. Y, sobre, todo, se percibe que el sistema político es capaz de generar nuevos partidos: Podemos o Ciudadanos son ejemplo de ello. Ahora bien, todo apunta a que, en esta próxima legislatura, no va a ser un partido marginal. Tampoco lo será en muchos Ayuntamientos. No sabemos el alcance real de su voto, pero en las autonómicas en torno al 15% podría estar. Y, sin mayorías, podría entrar, desde luego, en el juego de apoyos parlamentarios que se necesitará para gobernar Asturias. Otra cosa es la estrategia interna -y nacional- del partido y las decisiones que tomen en consecuencia. Veremos.
¿Augura una debacle para Foro Asturias como apuntan las encuestas? ¿Tiene un incierto futuro el partido?
Foro tuvo su momento. Fue pionero en denunciar el bipartidismo y tuvo éxito. Pero no el suficiente. Ni supo sacar partido de esa victoria pírrica en unas circunstancias económicas excepcionales de estabilización económica, cuando Cascos es político de gasto. Lo que vemos ahora, ya sin Cascos al frente, parece más bien la estela de un cometa que, poco a poco, irá desapareciendo. O quedando como fuerza minoritaria o casi residual. Estas elecciones serán, seguramente, un paso en esa dirección. Con la competencia de Ciudadanos como partido antibipartidista, se quedaría solo el votante que ve en Foro ese asturianismo sentimental, tradicional, folclórico, casi conservador y de sidra y cachopo. Pero Asturias, de alguna manera, tiende a adelantar tendencias electorales. Pasó con el PP en 1994. Con Cascos, en rumbo de colisión con el PP, en 2011. En la inestabilidad y la geometría variable de 2012-2015. En la entrada de UPyD en la Junta en 2012. En la irrupción de Podemos en 2014. ¿Lo será también del ocaso de las nuevas formaciones?
¿Tiene opciones de gobierno el PP pese al aparente lastre electoral del Gobierno Rajoy y su crisis en Gijón?
No. Ni aún mejorando los resultados de 2012, que podría. Sería una sorpresa mayúscula.
Ciudadanos parece tener menos fuerza en Asturias que en otras Autonomías.
Ciudadanos es la gran incógnita electoral. En Asturias trabaja sin apenas estructura de partido, con candidaturas improvisadas e «importadas» y con una campaña de muy bajo perfil, apoyada en la marca del partido y no, digamos, en el líder que sostiene el partido. Desde hace tiempo tiene un espacio natural del 10% del voto, que podría mejorar recogiendo voto desencantado de Foro (un tercio del que recibió en 2012, más o menos) y del PP (otro tercio, que compensará con el que reciba de Foro).
¿Sostendrá la popularidad de Gaspar Llamazares a IU?
Sin duda, un candidato tan bien valorado constituye un baluarte que evite un descalabro electoral. Pero no un bajón.
¿Intuye un gran cambio en los Ayuntamientos?
Los habrá. Pero en las elecciones locales, como ya le he dicho, intervienen factores ajenos a las siglas de los partidos. Veremos qué pasa con el efecto Moriyón. Y con el efecto Caunedo.
Parece obvio que habrá una Junta General y unos Ayuntamientos mucho más fragmentados con la entrada de nuevos partidos. ¿Los políticos y los partidos deben adaptarse a una nueva cultura política que exige cambios y pactos?
Sin duda. Al fin y al cabo, vamos a un mapa político más europeo. Y es que en Europa el mapa electoral, con todos los matices que se quieran, se está fragmentando, desde Alemania al Reino Unido, pasando por Italia -donde la nueva Ley Electoral quiere corregirlo, ya veremos si puede- y, ahora, España. La cultura de pactos está ahí. Pero en España goza de mala prensa, entre otras cosas porque se hacen malos pactos, consistentes más en repartos de poder -que luego se ejerce de forma disonante y sin armonía- o en tratar de anular al contrario que en verdaderos acuerdos. Basta ver el castigo sufrido por los bipartitos, tripartitos y pentapartitos. En Asturias sabemos también algo de ello. Es tradición desde los «pasteles» isabelinos. Habrá que reacomodarse a la cultura del pacto. Y, además, en mi opinión es mucho lo que hay que pactar, desde reformas institucionales -controles, electorales, etc.- a económicas -pactos de rentas, perseverar en el cambio de modelo productivo, Estado del bienestar, etc.- pasando por los medioambientales y los del medio rural, o haciendo frente a retos colosales que casi todos los candidatos han soslayado durante la campaña. Retos que a Asturias le afectan muy, muy especialmente. Y, en mi opinión, solo se pueden afrontar con amplios consensos. Y valorando propuestas novedosas que hacen algunos partidos. Pero para ello es necesario, primero, «mojarse» -mire a Andalucía- y, segundo, asumir renuncias programáticas ante el electorado en pos del acuerdo. Y eso requiere pedagogía, y más cuando se tiende a prometer el cielo y luego se llega al infierno. O, al menos, al purgatorio. Pero ese es el juego.

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