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Juan Carlos Monedero, el apoyo crítico a Chávez

Juan Carlos Monedero en el CSOA La Madreña de Oviedo/ Foto de María Arce
El grave error cometido por el diario El País, mostrando una falsa
foto de un supuesto Hugo Chávez postrado en el hospital, no solo
socaba la credibilidad del medio más influyente en España. También
delata la política informativa de los grandes medios españoles en
relación al Gobierno venezolano y la revolución bolivariana, caracterizada por una indisimulada hostilidad, que muchas veces se explica por motivos económicos relacionados con los intereses de las empresas periodísticas, un factor tan importante como el ideológico.
Chávez y su Gobierno apenas tienen defensores en los medios españoles,
pero sí entre la ciudadanía y el pensamiento alternativo, aunque
muchos de esos apoyos sean críticos. Probablemente el politólogo y
ensayista español más relacionado en los últimos años con Venezuela
sea Juan Carlos Monedero, autor prolífico, analista y profesor en la
Facultad de Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de
Madrid. Hasta el punto de que fue asesor del gobierno venezolano.
ATLÁNTICA XXII lo entrevistó recientemente, en su número 23 el pasado
mes de noviembre. La entrevista, de Diego Díaz, alude a la situación
política y social en España, pero dedica a Venezuela su última parte.
La reproducimos a continuación.
JUAN CARLOS MONEDERO, POLITÓLOGO
“Las arterias de la sociedad están llenas de colesterol malo”
Juan Carlos Monedero une al rigor académico de su análisis la pedagogía y la brillantez de unas exposiciones en las que siempre hay sitio para los ejemplos, las anécdotas y el humor. En otras vidas fue asesor de Gaspar Llamazares y del presidente Hugo Chávez. Ahora ejerce de profesor de Ciencia Política en la Universidad Complutense, escribe mucho y viaja por toda España y América Latina invitado por colectivos sociales. Su último libro es tentador desde el título: Dormíamos y despertamos. El 15M y la reinvención de la democracia.
Diego Díaz / Historiador.
¿Es más difícil ser de izquierdas o de derechas?
Es mucho más difícil ser de izquierdas. La derecha apela al individualismo y a la solución particular, mientras que la izquierda obliga a ligar la suerte de cada uno a la suerte de todos. Cuando las cosas están difíciles, como ahora, pensar en esa clave colectiva se pone aún más complicado, mientras que la derecha siempre te legitima para comportarte como un egoísta.

Foto de María Arce
Necesariamente la izquierda es superior moralmente, porque es siempre un proyecto de futuro, y el futuro solo puede convocarnos, como animales racionales que somos, a su mejora. Esto no significa que no empeoremos, sino que tenemos que esforzarnos por ir “desplegando el espíritu”, es decir, ser cada vez más conscientes y emancipados. Es el optimismo de la voluntad de Gramsci. Otra cosa es que haya quien hable con la izquierda y actúe con la derecha. Si la izquierda renuncia al futuro está dejando de ser izquierda. Si solo desea interpretar el papel de enfermera del sistema, su suerte va a ser la misma que la de los heridos a los que pretende curar de las balas enemigas.
¿Nos hemos recuperado del derribo del Muro de Berlín?
No, y los cascotes siguen cayendo sobre nuestras cabezas, pero solo sobre esos escombros se puede reinventar la izquierda, y construir un socialismo que tendrá que ser sin rejas ni muros. Venimos de los peligros que encierra la izquierda en nombre de la justicia.
La cobardía de la izquierda
¿Ha llegado el momento de volver a ser ambiciosos?
Es un drama de nuestra época que las apelaciones a la sensatez y la moderación vengan mayoritariamente de la izquierda, y que solo la derecha se permita el lujo de ser políticamente incorrecta. La cobardía de la izquierda es el pasaporte sellado de su inutilidad y eficacia. Su falta de convicción es lo que la hace poco convincente. Y no se trata de caer en el histrionismo de los grupúsculos vehementes y vanguardistas que exigen a gritos ser seguidos. Se trata de ser contundentes en el análisis y radicales en la praxis, pero, precisamente por esa seguridad en uno mismo, dialogantes y amables en la construcción de una nueva hegemonía política. Son tiempos de lo que llamo “leninismo amable”. Rebajar la incertidumbre con la claridad del análisis pero renunciando a la arrogancia del vanguardismo clásico.
¿Dónde ve ejemplos de eso?
En América Latina. En Bolivia, donde Alvaro García de Linera, su vicepresidente, es un referencia de esa forma de pensar y hacer de la que hablo, y, de forma más espasmódica, también en Venezuela y Ecuador. En Europa en los inicios de IU, y hoy parece que algo de eso también se apunta en Grecia, en el caso de Syriza. Y me atrevo a decir que va a surgir también de ese Guadiana que es el 15-M y sus correlatos, como el de Rodea el Congreso.
¿Islandia?
Con Islandia corremos el riesgo de sobrevalorar su ejemplo. Son 300.000 personas, la población de una ciudad grande española. Es un país muy particular. Las soluciones islandesas han sido muy novedosas en la forma, y temo que conservadoras en el fondo. Han recordado que el poder constituyente es el pueblo y la condición criminal de las finanzas internacionales. Han señalado a los piratas como piratas y han roto con la idea de que no se puede hacer nada, pero dicho esto, creo que no se ha planteado una crítica radical al capitalismo, y no veo una solidaridad con los países del Sur. Es un caso de reformismo duro muy interesante, pero debería ser el primer paso hacia fines superiores. En este sentido la situación política en Grecia me parece más interesante, y aún está por ver qué pasará ahí.
¿Va a producirse una latinoamericanización del sur de Europa, como dicen algunos?
En América Latina tenemos tasas de pobreza del 60%, mientras que en Europa no podemos actuar como si la población no tuviera nada que perder. Por decirlo con humor, en los tiempos de Marx el proletariado solo podía perder sus cadenas, hoy, cuando menos, su cadena musical. La vieja izquierda aspira al cuanto peor mejor, pero eso es pura pereza intelectual. Pensar la transformación social en Europa supone enfrentarse a nuevos problemas como el consumo, la ecología o los nuevos sujetos políticos. Sin olvidar en nuestro caso los problemas territoriales ligados a las mentiras de la Transición y que solo se van a resolver cuando sean los pueblos los que decidan ese modelo territorial, y no los políticos, reyes o banqueros.
Devolver el mes de abril
De momento en España la crisis crea más indignación con los políticos que con el capitalismo.
La gente está en un estado de shock después de perder aquello que identificaba como el modelo de buena vida y no se pregunta quién le ha robado el mes de abril, sino quién puede devolvérselo. Por eso está dando pasos erráticos y salta de un médico a otro, poniéndose en manos de todo tipo de matasanos, e incluso existe el peligro de que recurra a un cirujano de hierro. Como en los años treinta con el fascismo, hay soluciones atractivas por su simpleza, pero equivocadas, y que pasan por identificar a un culpable: los políticos, las Autonomías, Alemania, los inmigrantes…. Todo son fragmentos que encierran parte de verdad, pero que como única explicación no nos sirven. Son muchos años delegando en los políticos, en la Iglesia, en una promesa de esfuerzo que nos permitiría acceder al consumo… Las arterias de la sociedad están llenas de colesterol malo, y hay que oxigenarlas. Así que cualquier sacudida que despierte a la sociedad de su modorra democrática, como unos carritos del Mercadona o el 25-S, es positiva.
¿Podemos subir los impuestos a los ricos cuando pueden moverse de un país a otro?
Un marco regional como la UE puede hacerlo si hay voluntad política. La imagen de Lola Flores en el banquillo por defraudar a Hacienda fue pedagógica en su día. Indultar a un banquero, como hizo el último Gobierno del PSOE, consigue justo el efecto contrario.
¿Es la hora de la desobediencia civil?
Tiene un coste alto para las personas que la practican, y la forma de contrarrestar la represión contra ellas es generar un imaginario que convierta a los desobedientes en héroes, y que señale como enemigos de la sociedad condenables al ostracismo, por ejemplo a los que quiebran una caja de ahorros.
¿Necesitamos entonces héroes y líderes?
Cuando hablo de héroes me refiero al ciudadano que despega una pancarta, al empresario honesto, al político que se atreve a salir del Parlamento y rodearlo, al teólogo progresista que se enfrenta al Papa, o a cualquiera que no permite que le roben la dignidad. Nos hace falta esa gente porque generan ejemplos válidos para ser imitados, canalizan energías y reducen incertidumbres en los demás.
¿Veremos antes una España republicana o una Cataluña independiente?
Por supuesto antes una República española que catalana. Creo que cuando la alcaldía de Bildu colocó el 14 de abril una bandera tricolor en el Ayuntamiento de San Sebastián quiso decirnos que vamos a sentarnos los pueblos de España a decidir cómo queremos convivir libremente. Las patrias, como las religiones, hay que hablarlas, enfriarlas. La España republicana y federal podría ser un pacto interesante y justo. Los siglos que llevamos compartiendo territorio han creado una mezcla difícil de separar. Quien reclame que no se ha mezclado nunca, peor para él, pero ni en el flamenco existen los palos puros.
¿Nacionalismo e izquierda están reñidos?
Para la izquierda puede existir un nacionalismo táctico, pero a largo plazo nacionalismo e izquierda es un contrasentido. En España la fuerza del nacionalismo español hace que cualquier nacionalismo periférico parezca más progresista. Sin embargo, luego CIU, que está todo el día hablando de defender Cataluña, es quien más recorta los derechos sociales de los catalanes y las catalanas.
La inteligencia de Chávez
¿Cómo nace su relación con Venezuela?
Mi mirada inicial fue muy displicente. A Chávez lo veía como otro militar golpista latinoamericano. Mi visión comienza a cambiar alertado por los enemigos que tiene: la oligarquía venezolana, la CIA y el Vaticano. Gaspar Llamazares y yo nos reunimos con él en Madrid, y luego viajamos a Caracas para apoyarle cuando un paro de la patronal pretendía derribarle.
¿Cómo le definiría?
Es un hombre muy inteligente que siente el dolor de su pueblo, y vive obsesionado por sacar a Venezuela de sus problemas históricos.
¿Lo ha logrado?
Fue el primero en hablar de tú a tú a los EEUU y enseñar a América Latina a hacer lo mismo. La revolución bolivariana ha reducido más de la mitad la pobreza en Venezuela, ha erradicado el analfabetismo y ha enseñado al pueblo venezolano a reclamar sus derechos.
¿Y qué falla en esa revolución?
Los problemas históricos: ineficiencia, corrupción, burocratismo, clientelismo. Necesita una dirección más plural. Un grupo de personas afines señalamos hace tres años esa necesidad. No fuimos entendidos en aquel momento. La enfermedad de Chávez nos ha dado la razón, y ha hecho a mucha gente consciente del riesgo que supone para la continuidad del proceso que gire tanto en torno a una sola persona. En esa reflexión incluyo al propio presidente Chávez, que ha empezado a delegar funciones.

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