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La batalla estratégica entre PSOE y Podemos

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La batalla estratégica entre PSOE y Podemos

El presidente de Asturias, el socialista Javier Fernández, en la última campaña electoral. Foto / Pablo Lorenzana.

El presidente de Asturias, el socialista Javier Fernández, en la última campaña electoral. Foto / Pablo Lorenzana.

Xuan Cándano / Director de ATLÁNTICA XXII.

Ya sabíamos que no gana las elecciones quien suma más votos u obtiene más escaños, sino quien supera sus expectativas o tiene poder de decisión en Parlamentos o Ayuntamientos. Pero nunca había quedado tan claro como ahora.

En los partidos tradicionales y entre los poderes que los apoyan -que son los relevantes, el económico y el mediático- reina el desconcierto tras las elecciones del 24 de mayo, que han dejado el poder de decisión para la formación de gobiernos autonómicos y municipales en manos de los emergentes, Ciudadanos y Podemos.

El caso de Asturias, donde es Podemos el partido del que dependen los acuerdos de gobierno, aunque es la tercera fuerza electoral, es muy ilustrativo. Nada más conocerse el escrutinio comenzó un choque de trenes entre la vieja y la nueva política. La conmoción inicial fue por los sueldos, que es lo primero que suelen abordar sus señorías. La confirmación de que los diputados y concejales de Podemos cobrarían 1.900 euros como tope, como decía su programa electoral, pone en guardia al resto de los partidos, incluida IU. Y también en evidencia, porque es prácticamente imposible que sus adversarios decidan bajarse sus sueldos, por lo que al final habrá una brecha salarial entre los políticos que aumentará la popularidad de Podemos, para cuyos jóvenes cargos públicos, acostumbrados al paro, la precariedad y la explotación, 1.900 euros es una fortuna. Y, como además no formarán gobiernos, evitan el problema de no poder fichar a buenos profesionales, del sector público o del privado, porque perdiendo dinero es difícil captar a los mejores.

No menos desconcierto supuso, sobre todo al PSOE, pero también a IU, la negativa de Podemos a alcanzar pactos globales a imagen y semejanza de los viejos frentes de izquierdas entre ambos. En este caso sería el apoyo del PSOE a Podemos en Oviedo para que la alcaldesa sea Ana Taboada, de Somos, a costa de que la marca del partido morado en Gijón, Xixón Sí Puede, facilite la alcaldía al socialista José María Pérez arrebatándosela a Carmen Moriyón, la actual alcaldesa de Foro Asturias. En estas operaciones, que en Podemos rechazan considerándolas “cambios de cromos”, también entraba el Gobierno autonómico, donde el socialista Javier Fernández necesita del apoyo de Podemos o el PP para formar un Ejecutivo estable.

A los socialistas les preocupa especialmente la Alcaldía de Gijón, que tuvieron tres décadas, y les desquicia pensar que Podemos -con su democracia directa y asamblearia, sometiendo esas decisiones de gobierno a votaciones abiertas a toda la ciudadanía- pueda obtener poder sin ceder nada a cambio.

También les resulta muy difícil de entender, como a todos los agentes de la antigua política, que Podemos prescinda de la vieja dialéctica derecha/izquierda y que sus bases en Gijón sean aparentemente  más proclives a permitir que la casquista Moriyón siga en la Alcaldía en vez de dar paso al candidato socialista. Pero al margen de la validez de esa otra dialéctica arriba/abajo que prefieren los de Pablo Iglesias y de la evidencia de que el PSOE parece la izquierda que quiere la derecha, esta estrategia de Podemos en Asturias resulta lógica con un simple repaso al resultado electoral y al perfil de sus votantes.

La irrupción de Podemos en Asturias, que obtuvo el segundo mejor resultado nacional tras Aragón, se debe a los antiguos abstencionistas y a votantes socialistas, porque a IU nada le arañó y la coalición solo resiste en esta Autonomía con Gaspar Llamazares. Pero sobre todo, de manera casi abrumadora, a los votantes que abandonaron al Foro Asturias Ciudadano de Francisco Álvarez-Cascos, el gran perdedor de las elecciones.

Y se equivocan quienes piensan que esos votantes de FAC eran mayoritariamente conservadores. Podemos ha heredado su transversalidad. Se trata de una importante porción de la opinión pública asturiana que está harta del inmovilismo y el reparto de poderes entre PSOE y PP, lo que Cascos bautizó como “el pacto del duernu”. Son gente de extracción urbana, con buena formación e información, sin grandes ataduras ideológicas y muy crítica con las clases dirigentes asturianas, a las que responsabilizan de la crisis económica y el éxodo de los jóvenes. Ciudadanos que anhelan un cambio que prometió tras un buen diagnóstico de la situación asturiana Cascos, pero que luego se vieron defraudados por los errores del exvicepresidente del Gobierno Aznar.

Cascos volvió a Asturias, bloqueado en su carrera política nacional, prometiendo regeneracionismo y reformismo melquiadista, pero nada de eso aportó. Formó un mal gobierno, fue víctima de sus obsesiones personales, incluyendo la guerra contra el medio más poderoso, y acabó firmando su propio suicidio político cuando convocó elecciones anticipadas creyendo que las iba a ganar por mayoría absoluta.

El afán de cambio que aglutinó Cascos acabó en frustración colectiva, pero ahora lo ha heredado Podemos.  O sea, los asturianos confiaron en el reformismo conservador, por puro pragmatismo, y ahora lo han cambiado por el reformismo radical, algo más natural en Asturias, cuna de la clase obrera española. Y de momento los jóvenes dirigentes asturianos de Podemos parece que no quieren repetir el error de los casquistas, de quienes les separa todo un mundo en lo ideológico.

Insisten en que el dilema es continuidad o cambio, identificando al PP y al PSOE con la corrupción y acusando a los socialistas de no combatir con contundencia la suya, que en Asturias les contamina con muchos casos aún pendientes de resolución judicial: Caso Marea, Centro Niemeyer, Aquagest, Caso Villa, El Musel… y eso si no incluimos la investigación de la UCO sobre la UGT, tan estrechamente vinculada al propio Gobierno socialista.

Los socialistas no entienden la estrategia de Podemos en Asturias, pero es posible que tengan que reparar en la suya, teniendo en cuenta además el envejecimiento de sus votantes, cada vez más ubicados en la zona rural. Jorge Galindo y Kiko Llaneras, autores de un riguroso estudio del voto del 24-M por Autonomías, tienen claro su diagnóstico:

“El caso de Asturias es muy llamativo: allí el PSOE logra las simpatías del 15% del censo solo con votantes mayores de 55 años. En cambio, los más jóvenes están apoyando a Podemos. Además, ya vimos que la nueva formación ha logrado en Asturias llegar a personas de ideología más moderada. Es muy posible que esto ponga en peligro la sostenibilidad de la actual estrategia socialista”.

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