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Atlántica XXII

La clase media dándole de comer a las palomas

El rapto de lo público

La clase media dándole de comer a las palomas

España, 1 de cada 4 habitantes en riesgo de pobreza

Foto Mario Rojas

En España, 11,6 millones de personas viven en riesgo de pobreza o exclusión social. Nuestro país sufre la mayor subida del riesgo de pobreza en la Unión Europea entre 2009 y 2010. Hay ocho países con más desigualdades económicas pero en ninguno sube tanto el porcentaje como en España. Los datos los ha publicado Eurostat y sitúa en más de 115 millones de personas la población de los 27 que vive en riesgo de pobreza o exclusión social. Se considera en riesgo de pobreza o exclusión social a las personas con ingresos un 60 por ciento inferiores a la media de su país o con graves privaciones materiales. 1 de cada 4 españoles encajan en ese fatídico perfil. El recorte en gasto público y la falta de coberturas sociales públicas en comparación con nuestros vecinos europeos nos expone con más fuerza a las consecuencias de la crisis. La noticia ha vuelto a pasar desapercibida en nuestro universo mediático. AtlanticaXXII.com decide llevarlo a portada con el recuerdo de un artículo que titula la serie y advierte sobre las consecuencias de estos años de depresión económica.

La clase media dándole de comer a las palomas

Armando Fernández Steinko/Sociólogo.   La gran depresión, que arranca con el crack de 2007/8, marca el fin de un sueño/pesadilla de un cuarto de siglo.  El modelo neoliberal, que consiguió dividir a clases populares  y clases medias enriqueciendo a grandes propietarios y rentistas, pilotó alrededor de la creación de una demanda ficticia. Ficticia porque no estuvo alimentada  por las rentas del trabajo sino por la renta financiera e inmobiliaria, por el endeudamiento y la apuesta bursátil. El proyecto fue restaurador en lo social y lo ideológico  porque trató de generar crecimiento hundiendo salarios y precarizando empleo. Pero sólo pudo durar casi tres décadas porque se ganó a una parte de las clases medias, e incluso a una fracción de las clases populares: aquellos  con salarios regulares y capacidad adquisitiva suficiente  para adquirir productos financieros e invertir en bienes inmuebles. Los bancos centrales de países con  superávit comercial comprarán monedas de los países  con déficit para mejorar su propia competitividad. Puras  escaramuzas, un juego de suma cero incapaz de sacar a la  economía occidental de lo que se antoja como un largo  período de crecimiento estacionario.

¿Qué va a pasar ahora?

Los bancos, que son los grandes  ganadores del neoliberalismo, estuvieron a punto de  perder el poder acumulado a lo largo de un cuarto de  siglo. La única razón por la que «los expropiadores no  fueron expropiados» (K. Marx) en aquellos meses críticos  es que los gobiernos de centro eran y siguen siendo sus  representantes políticos. Los gobiernos de centro declararon  que la economía caería toda si el poder de las finanzas  y de sus gestores privados pasaba a manos públicas, a  manos ciudadanas. Ahora los bancos hacen lo de siempre:  negocios para sus clientes, preferentemente para sus grandes  clientes, que son los que tienen más incentivos para  adquirir productos financieros de alto riesgo. Igual que  en los años treinta, el problema no es de escasez de dinero,  sino de exceso del mismo en manos equivocadas. Es  un «problema de abundancia» (J. M. Keynes). Ese exceso  de liquidez persistirá hasta que se produzca una reforma  fiscal progresiva, un control de los flujos de capital especulativo,  un derrocamiento ciudadano de las oligarquías  petroleras y, sobre todo, una reconstrucción de la sociedad  del trabajo basada en la reducción de jornada laboral,  el aumento de la calidad de las condiciones de trabajo  y del valor añadido por cada hora trabajada. Sólo esto  podrá financiar sistemas públicos de pensiones y una vida  digna para las mayorías. Además le dará un protagonismo  renovado a la ciudadanía, el que justamente anuló el  neoliberalismo. Sus ideólogos (Huntington, Friedman,  Bell) decían hace 40 años que democracia y desregulación  financiera son incompatibles. Tenían razón. El discurso de  los bancos centrales y los viajes de Zapatero y Rajoy a las plazas  financieras mendigando otra oportunidad lo demuestran  de forma impresionante. El capital sobreacumulado sigue  fuera de control y pasa a la ofensiva. Hace lo que siempre  ha hecho: buscar la máxima rentabilidad para sus clientes  sin pensar nunca en el interés general.

¿Hasta cuándo?

Antes o después habría que domesticar  al sector financiero. La deuda de los bancos que  ahora avalan los gobiernos es impagable, pero los gobiernos  están en manos de los bancos que quieren cobrar su  deuda pase lo que pase. Los gobiernos seguirán bombeando  recursos públicos hacia el sector privado en espera  de que éste cree empleo con exportaciones. Se intentará  hundir aún más los salarios para ser competitivos hacia  fuera, se forzará aún más el sector exterior para sanearse a  costa del vecino, en Europa se abrirá una brecha creciente  entre el norte y el sur. En el mundo habrá disimuladas  escaramuzas proteccionistas para intentar que no se noten  y así evitar represalias. Los bancos centrales de países con  superávit comercial comprarán monedas de los países  con déficit para mejorar su propia competitividad. Puras  escaramuzas, un juego de suma cero incapaz de sacar a la  economía occidental de lo que se antoja como un largo  período de crecimiento estacionario. Si no se contempla  la reforma fiscal, la liquidez seguirá tiranizando a  unas poblaciones a las que ya no se podrá compensar con  una demanda ficticia basada en el endeudamiento. Esto  cuarteará las alianzas entre neoliberalismo y sociedad,  algo que aquel intentará evitar por todos los medios.

Redes de convergencia ciudadana 

¿Cómo van a responder las poblaciones en medio de este  desconcierto?

Las dos últimas veces que se dio un crecimiento estacionario, en el último cuarto del siglo XIX y en el período de entreguerras, el nacionalismo le abrió el  campo ideológico a la reacción. En los años treinta toda Europa, con la excepción de Escandinavia y las dos breves primaveras de España y Francia, se decantó hacia la derecha mientras América prácticamente entera lo hizo hacia  la izquierda. Pequeños autónomos y grandes propietarios consiguieron desmontar el sufragio con ayuda del ejército,  el gran capital industrial y la renta. Ecos parecidos nos  llegan de algunos lugares destrozados por las curas neoliberales,  músicas similares cuajan en los intersticios de los  partidos del centro-derecha occidental.

 ¿Cómo van a responder las poblaciones?

En un primer momento la distancia entre clases medias y clases populares,  la clave del futuro político del mundo occidental,  aumentará con la privatización de servicios públicos: ya  estamos en ese escenario. Grecia empezó, le sigue Irlanda,  Portugal y España. La diferencia de esperanza de vida entre  ricos y pobres aumentará aún más, las ciudades se degradarán  junto a las universidades públicas, los espacios comunes  que hoy comparten clases medias y populares –barrios,  plazas, colegios, hospitales– irán borrándose siguiendo  el ejemplo de América Latina en los años ochenta. Este  proceso podrá ralentizarse en las zonas más lindas del capitalismo,  pero en el resto una parte de la clase media caerá  en una espiral de empobrecimiento. Sentados en bancos  roídos de parques abandonados se verá a la clase media  echándole de comer a las palomas. Ahí se encontrará con  unas clases populares aún más empobrecidas que ellas.  ¿Para hacer qué? Tal vez para formar un bloque social  con capacidad de forzar una versión no autoritaria de  una nueva economía-de-toda-la-casa, de-todo-el-planeta.  ¿Cómo? Poniendo en marcha un amplio proceso de  convergencia de ciudadanos desiguales unidos por un  programa mínimo antineoliberal, empoderando a la  ciudadanía, incorporando a sectores mucho más amplios  de la población a la acción contra la salida neoliberal  provocada por el neoliberalismo. Exactamente esta es la  idea de la «red de mesas de convergencia ciudadana» que  se están extendiendo por todo el territorio del Estado  como una esperanzadora mancha de aceite. www.redconvergenciasocial.org/

PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII, Nº 14, MAYO DE 2011

Los planes privados de Esperanza, Marciano Sánchez Bayle/ Médico

El rapto de lo publico, Paco Abril/ Escritor

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