
Así estaba el Auditorio de Oviedo el día de su inauguración el 29 de abril de 1999. Foto / Paco Paredes.
Javier Álvarez Villa / Portavoz del Conceyu por Otra Función Pública n´Asturies.
Cuando acaba de aflorar en forma de sentencia la deuda multimillonaria que tendrán que pagar los ciudadanos y las ciudadanas de Oviedo por la expropiación delirante del palacete de Villa Magdalena y ya se anuncia otra pella monumental como desenlace previsible de la “Operación Calatrava”, nos viene a la memoria un episodio premonitorio de la herencia envenenada del gabinismo administrativo.
El urbanismo edilicio del régimen político-mediático del exalcalde de Oviedo, Gabino de Lorenzo, tuvo su primer edificio estrellado en el auditorio construido en los antiguos depósitos del agua de la calle Pérez de la Sala, pomposamente bautizado con el nombre de Príncipe Felipe, como parecía corresponder a una obra tan noble en la capital del Principado.
Algunos pocos entendidos aun recuerdan con cierta nostalgia las propuestas de Rafael Moneo, premio Pritzker (considerado el Nobel de arquitectura), para el futuro Auditorio de Oviedo, que terminaron frustrándose con la llegada a la Alcaldía del campeón de la derecha sin complejos.
Así relataba Moneo su relación con el auditorio en una entrevista publicada en el mes de octubre del año 2012 en Oviedo Diario: “Me llamó Antonio Masip cuando era alcalde, a principios de los noventa, cuando había hecho ya el Kursaal y el Auditorio de Barcelona. Estuve un par de días en Oviedo y los lugares que veíamos para el edificio no me gustaban. Yo pensaba que lo ideal para estas obras era la centralidad. Creo que el éxito del Kursaal [una de sus obras más aclamadas, en San Sebastián] se debe, en buena medida, a su posición en la ciudad, al margen del acierto de la arquitectura. Me resistía a que el auditorio en Oviedo se situase en un barrio no característico. A uno en Oviedo le gusta que la ciudad se apropie de él, que no le fuerce a salir… Había en esta zona del centro un depósito del siglo XIX, una construcción sólida sobre el campo de San Francisco que tenía un potencial tremendo y, como arquitecto, me apetecía mucho. Al alcalde le dije que el sitio podría ser ese”.
“La gente más ligada a la conservación del monumento histórico se resistió, el alcalde no quiso entrar en este pulso y se abandonó. Perdió las elecciones y, llegado Gabino de Lorenzo, no sé ya muy bien cómo, se hizo. No lo he visto salvo en alguna imagen que, por cierto, no me ha dejado muy satisfecho. Así que veo con mucha tristeza no haberlo podido hacer. El sitio reclamaba un edificio más intenso”, rememoraba el arquitecto.
Efectivamente, como señala con cierto pesar Rafael Moneo, el auditorio acabó construyéndose donde él pretendía, pero por un amigo de Gabino de Lorenzo. El maestro de arquitectos habla con pudor de que el resultado no le había dejado muy satisfecho, pero otros podemos decir con mayor crudeza que el amigo del alcalde parió un especie de mazacote para bodas y banquetes, adornado con cristales de color caramelo.
Pero si nos acordamos ahora de la construcción del Auditorio de Oviedo no es tanto por su desgraciada peripecia arquitectónica, como por el episodio de corrupción administrativa que lo acompaña.
Porque la dirección facultativa de las obras de construcción del Auditorio fue adjudicada ilegalmente al arquitecto Rafael Beca, el amigo de Gabino de Lorenzo al que nos referíamos más arriba, según se declara en la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Asturias (TSJA) de 30 de abril de 2002.
En dicha sentencia se puede leer que en la contratación de la dirección facultativa de la obra, que fue adjudicada al señor Beca en 31.950.000 pesetas de la época, existían indicios que inducían a pensar que había sido arbitraria la valoración en el apartado correspondiente a “Equipo Técnico y Experiencia en Trabajos Análogos”, por varias razones: se había otorgado mayor puntuación a Beca, pese al hecho de que era notoriamente superior la experiencia de Javier Calzadilla, tal y como se deducía de la relación de obras en que había intervenido; la oferta de Calzadilla presentaba un equipo que también debía considerarse con un mayor grado de experiencia y capacidad para el desarrollo de la obra de un auditorio que el de Beca, dada la profesionalidad contrastada del técnico en acústica que incluía, así como por el hecho de que formara parte de dicho equipo un profesional tan importante para la realización de la obra como era el arquitecto técnico, del que carecía la oferta del señor Beca.
A ello añade el Tribunal que en la metodología presentada por Rafael Beca tampoco se hacía referencia a la organización general de la Dirección de Obra.
Por todos estos motivos el TSJA anuló la adjudicación del contrato, ordenando al Ayuntamiento la retroacción de las actuaciones para una nueva valoración de las ofertas.
Lamentablemente, en este caso, como en tantos otros, la acción de la Justicia llegó demasiado tarde pues cuando recayó la sentencia la obra ya estaba ejecutada y el Auditorio quedó en la intrahistoria local como un edificio del arquitecto Beca.

Gabino de Lorenzo, Francisco Álvarez-Cascos y Rafael Beca en el interior del Auditorio el día de la inauguración. Foto / Mario Rojas.
Aunque el asunto quedó libre de responsabilidad penal, pues por entonces la corrupción administrativa no alarmaba ni a la sociedad, ni a un estamento judicial poco sensibilizado con estos temas –en el año 2002 aun vivíamos alegremente en pleno proceso de hinchazón de la burbuja inmobiliaria aznarista–, sin embargo el escándalo de la adjudicación ilegal sí cruzó el puertos de Pajares.
El diario El País, en su edición del 6 de mayo del 2002, daba la noticia con un gran titular: “El PP designó un arquitecto afín para construir el auditorio de Oviedo”. En la misma se puede leer que Rafael Beca había sido viceconsejero de Urbanismo en el Gobierno autonómico del Partido Popular presidido por Sergio Marqués. Asimismo, señala que el coste definitivo había sido muy superior al presupuestado: 21,04 millones de euros (3.500 millones de pesetas), el doble de lo previsto; y que había sido inaugurado por el entonces vicepresidente primero del Gobierno Francisco Álvarez-Cascos, el 29 de abril de 1999, sin que el edificio estuviese terminado y cuando el Ayuntamiento no disponía del permiso preceptivo de apertura de locales públicos. La inauguración se produjo incluso sin que estuvieran aprobadas las medidas de seguridad y el plan de evacuación preceptivos.
La relevancia informativa que tuvo este asunto en la prensa madrileña demuestra, a mi juicio, la endeblez de los argumentos que aun hoy se manejan para intentar explicar porqué los casos de corrupción asturianos (Marea, El Musel etc.) no aparecen en los medios de la capital reino. No creemos que ello se deba tanto a una supuesta invisibilidad de Asturias en el conjunto del Estado por su falta de peso político, como a ciertos engrases económicos de naturaleza estrictamente clientelar tejidos a lo largo de los años por el régimen político asturiano con los centros de poder mediático de la capital. Pero eso es harina de otro costal.
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