
El tercer aniversario del 15-M ha coincidido con la orden de desalojo del Centro Social Autogestionado La Madreña de Oviedo. El colectivo ha anunciado su intención de entrar en la campaña electoral con ‘escraches’ a los responsables de la “Operación de los Palacios”.
Diego Díaz / Cronista oficial.

Concentración en protesta por el cierre de La Madreña, cuya orden de desalojo se conoció ayer. Foto / Pablo Lorenzana.
El 15 de mayo de 2011, la crisis económica se transformó en crisis política con la irrupción de un inesperado movimiento popular en las plazas. Bajo el eslogan de ¡Democracia Real Ya! No somos mercancía en manos de políticos y banqueros, miles de personas en toda España salieron a las calles para reclamar una democracia que fuese un poco más allá de ver y escuchar a Miguel Arias Cañete y Elena Valenciano fingiendo orgasmos ideológicos en televisión. Nada ha vuelto a ser lo mismo desde aquel soleado domingo de primavera, que supuso el inicio de la politización de muchísimas personas y la transformación en activistas sociales de cientos de ciudadanos y ciudadanas que hasta entonces habían permanecido ajenos a la vida política, social o sindical.
Los frutos del 15-M pueden verse en las mareas de los servicios públicos, en la PAH, en el auge del sindicalismo crítico, en la caída del bipartidismo y en la aparición de infinidad de iniciativas económicas, sociales y culturales de carácter autogestionado. Una de esas derivaciones del 15-M fue el nacimiento en noviembre de 2011 del Centro Social Ocupado y Autogestionado La Madreña en pleno centro de Oviedo, ciudad donde hasta entonces parecía imposible que una iniciativa así prosperase y que ahora resulta igual de inimaginable sin este espacio.
Ha querido el azar que la noticia de la orden de desalojo de La Madreña coincidiese con el aniversario del 15-M y con la campaña electoral. Desde el colectivo se anuncia la intención de entrar en campaña con ‘escraches’ señalando a los responsables de la llamada “Operación de los Palacios”, que los indignados denunciaron con la ocupación de uno de los edificios públicos que había servido como moneda de cambio para ese escándalo urbanístico.
Los activistas de La Madreña, y de tantas otras iniciativas y movimientos surgidos de aquella exigencia de Democracia Real Ya, han venido comprobando a lo largo de estos tres años de activismo frenético que las cosas no eran tan fáciles y rápidas como parecían en mayo de 2011 y que la democracia cansa, y mucho, cuando es auténtica, de base, cotidiana, y no limitada a meter una papeleta cada cuatro años.
La democracia cansa y, como diría Lope, quien la ha probado lo sabe. Pero es un cansancio diferente al agotamiento y el hastío de un trabajo desagradable, mal pagado y precario. Se parece más al cansancio que produce amar, follar, cuidar de los nuestros, nadar en la mar o subir la cima de un monte. Si me permiten ponerme tan sentimental, les diría que son ese tipo de cosas que, aunque nos cuesten, merecen la pena porque nos dan sentido y nos hacen sentir vivos. Y es que, retomando una idea del psiquiatra Guillermo Rendueles, quizá psiquiatras y psicólogos deberían recetar a sus pacientes más activismo y menos antidepresivos.
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